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Paris en América. Edouard LaboulayeЧитать онлайн книгу.

Paris en América - Edouard  Laboulaye


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de Berlin, de Mr. de Keichembach y del baron de Guldenstuble.—A espiritista, espiritista y medio.

      En una hermosa habitacion, al estremo de un salon herméticamente cerrado, aunque resplandeciente de luces (lo que no sucede jeneralmente en nuestras reuniones espiritistas) encontré á Mr. Jonatás Dream sentado delante de una mesa redonda. Tenia la mirada melancólica y el rostro inspirado de las sibilas. Frente á él estaban sentados media docena de sus adeptos, con aire recojido. Siempre el mismo público: jentes nerviosas, mugeres que no han sido comprendidas, sarjentos-mayores ó viudas retiradas; cada uno escribia en un papel el nombre de los muertos que queria interrogar; yo hice lo mismo que todos.

      Mezclados los nombres en un sombrero, el primero que se sacó fué el de José de Maistre. Jonatás se recojió por un instante, aplicó la mano á su oido, para escuchar la voz que le hablaba muy bajo, y escribió rápidamente lo que sigue:

      “—No hay conocimiento estéril; todo conocimiento se parece á aquel de que habla la Biblia: Adan conoció á Eva, y Eva concibió.”

      “—Sin Credo no hay crédito.”

      —Eh! eh! me dije, hé ahí unas paradojas que tienen buen aspecto; están dotadas de toda la ridiculez del padre, me parece solamente, haberlas visto yá en alguna parte: en lo de Baader, si no me engaño. Despues de todo, allá arriba no hay propiedad literaria y es muy posible que por distraccion, se entretengan en robarse las ideas. Hipócrates, vino en seguida,—tuvo la cortesanía de hablar en francés; he aquí lo que escribió su intérprete.

      —El hombre que piensa mas, es el que dijiere menos. En circunstancias iguales, el que piensa menos es el que dijiere mejor.

      —Ay de mi!—esclamó una mujercita, cuyo rostro descarnado, desaparecia bajo las ondas de sus cabellos encanecidos—esa es una repuesta de médico, una repuesta brutal, hecha por los hombres y para los hombres. No es ese el pensamiento que consume el corazon, es.... Y suspiró.

      Se llamó á Nostradamus,—se le pidió su opinion sobre el porvenir de Polonia, de Francia, y de Italia. La siguiente es la repuesta del gran adivino, jénio sublime que deja siempre á los otros el cuidado de entender lo que dice.

      En France, Italie et Pologne,

      Beaucoup d’esprit, peu de vergogne

      En Pologne, France, Italie

      On est sage aprés la folie;

      En Italie, Pologne et France

      Moins de bonheur que d’esperance[4]

      Tuvimos que contentarnos con este oráculo, demasiado profundo para que fuera claro. Despues del hechicero provenzal, le tocó el turno á Kosciusko. Esa noche el Washington polaco estaba de mal humor, no se le pudo arrancar nada mas que esta divisa latina; In servitute dolor, in libertate labor; en la esclavitud dolor, en la libertad labor, tres veces se le interrogó, tres veces dió esta repuesta seca, arrojándónosla al rostro como un reproche, que ni siquiera comprendiéramos.

      El último billete pedia que se interrogasen á Don Quijote, á Tom Jones, á Robinson ó á Werther, lo que hizo reir al cenáculo, aunque á decir verdad, no tenia bastante gana. El autor de esta impertinencia, tengo verguenza de confesarlo,—era yo.—Los muertos y los vivos me fastidian hace tanto tiempo, que me habria gustado mucho saber lo que pasa en las cabezas de jentes que jamás existieron.

      Jonatás Dream arrojó el aciago billete á la canasta, y anunció que la sesion habia concluido, despidiéndonos á fuerza de cortesias.—En el momento en que yo salia, me puso la mano en el hombro, y me rogó que me quedase.

      Una ves solos:—Sois vos cófrade, me dijo riendo de un modo singular, sois vos quien me ha dirijido una pregunta que esos profanos juzgan indiscreta?—quizá sois de su parecer. ¡Ciego, que nunca habeis sondado los arcanos de la eterna verdad!—¿Os imaginais que don Quijote y Sancho, que Robinson y Domingo, que Werther y Carlota, que Tom Jones y Sofia, no han existido?—¡Qué!—el hombre no puede crear un átomo de materia, ¡y suponeis que pueda crear pieza por pieza almas que no perecerán jamás!—¿No creis tanto en D. Quijote como en todos los Artajerjes?—¿Acaso Robinson no ha vivido, á vuestro juicio, lo mismo que los Drake y los Magallanes.

      —¡Cómo!—¿el injenioso D. Quijote ha vivido?—¿Y podria yo conversar con el sabio prefecto de la Insula Barataria?

      —Sin duda.—Comprended pues, lo que es un poeta. Es un vidente, un profeta, que se eleva hasta el mundo invisible. Allí, entre los millones de seres que han pasado sobre la tierra, y cuyo recuerdo se ha perdido aqui abajo, él escoje aquellos que quiere hacer revivir en la memoria de los hombres.—Los evoca, les habla, les escucha, y escribe segun su dictado. Lo que la necia humanidad, toma por una invencion del artista, no es mas que la confesion de un muerto desconocido; pero vos que sois espiritista, ó que teneis pretenciones de tal, ¿cómo es que no reconoceis una voz extra-natural?—¿Porqué os dejais engañar como la multitud?—¿Tan poco adelantado estais en las vias de la medianimidad? Al hablar asi, Jonatás Dream, echó la cabeza hácia atrás, y agitando los brazos, abriendo y cerrando las manos, avanzó sobre mi, como para ahogarme en su fluido.

      —Cofrade, le dije, veo que sois un hombre de talento, aunque espiritísta; y no dudo que podais escribirnos un discurcito á la D. Quijote, ó improvisar algunos nuevos refranes dignos de Sancho.—Pero estamos solos, y ambos somos agoreros; tenemos el derecho de mirarnos y hasta el de reirnos mirándonos. No pasemos adelante, os deseo un feliz éxito. En Francia es cosa sabida; el pueblo que se crée el mas espiritual de la tierra es naturalmente el que con mas facilidad se deja conducir de la punta de la nariz. Preguntádselo á las mujeres de París.

      —Alto ahí,—esclamó el májico con tono furioso. ¿Me hé engañado acaso?—¿Sois un falso hermano?—¿Me tomais por un charlatan, por un mistificador, por un saltimbanqui?—Sabed que Jonatás Dream no ha dicho jamás una palabra que no fuera verdad. ¡Ah! dudais de mi poder, caballerito. ¿Qué prueba quereis que os dé?—¿Es necesario que os quite todas vuestras ideas, lo que no será dificil; es necesario haceros dormir, que paseis por el frio, el calor, el viento, ó la lluvia, es necesario....?

      —Nada de magnetismo, le dije; sé que en eso hay un fenómeno natural mal conocido hasta ahora, y del cual abusais.—Si quereis convencerme, no principieis por hacer dormir.—No estamos en la Academia.

      —Y bien, dijo él, fijando en mí sus ojos relucientes, ¿qué diriais si os transportára á América?

      —¿A mí?—Necesito verlo para creerlo.

      —Sí, á vos, esclamó, y no solamente á vos, sino á vuestra mujer, vuestros hijos, vuestros vecinos, vuestra casa, vuestra calle, y si pronunciais una palabra, á París entero.—Sí, agregó, poseido de una ajitacion febril, sí, si quiero, mañana por la mañana París estará en Massachusetts; y en los bordes del Sena no habrá mas que una llanura desierta.

      —Mi querido hechicero, hubiera convenido vender vuestro secreto al señor Prefecto del Sena; eso nos habria economizado algunos millones quizá. Durante la ausencia de los parisienses, se les habria hecho un París nuevecito, recto y monótono como Nueva York; un París sin pasado, sin monumentos, sin recuerdos; nuestros arquitectos todos, y todos los maestros administradores se hubiesen enloquecido de puro gozo.

      —Os chanceais; dijo Jonatás, teneis miedo....os lo repito: mañana, si quiero, París estará en Massachusetts, junto con Versalles—¿Aceptais el desafio?

      Sí, ciertamente, lo acepto, respondíle riendo. Y sin embargo, la seguridad de este demonio de hombre me turbaba. Soy entendido en materia de fanfarronadas; leo veinte diarios todos los dias, y he oido á mas de un ministro en la tribuna; pero esa voz de iluminado me imponia, apesar mio.

      —Tomad esta caja, dijo el májico con tono imperioso; abridla, hé ahí dos píldoras, una para vos, otra para mí, escojed, y no me interrogueis.

      —Habia ido demasiado lejos para retroceder—Tragué


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