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La Argentina: La conquista del Rio de La Plata. Martin del Barco CenteneraЧитать онлайн книгу.

La Argentina: La conquista del Rio de La Plata - Martin del Barco  Centenera


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tal bebiere, Antes que doce horas sean pasadas, Escapa. Aquesta yerba Dios le ha dado, El mismo cascabel muy apropiado. ¡A quien no admiraràn las cosas tales! Pues mas he de decir en este canto: Que contarè en él cosas desiguales, Muy raras, peregrinas y de espanto. Agora de la tierra y naturales De la Asumpcion digamos tanto cuanto; Y luego escribiremos mil cosillas, Que bien podrè llamarlas maravillas. El temple la Asumpcion tiene gracioso, Apacible, sereno y claro cielo; Invierno frio; estio caloroso, Algunas veces nieve, tambien yelo. De invierno y de verano está hermoso El campo todo el año, verde el suelo, Porque de cuando en cuando bien se moja, Y casi siempre està de verde hoja. La gente natural y comarcana, Es de muchas naciones diferentes. Empero la mas es la Chiriguana, Que estàn à los cristianos obedientes. Ya no comen aquestos carne humana, Si no es por exquisitos accidentes En guerras y conquistas con paganos, Empero no de carne de cristianos. Una pestilencia grande hubo venido, De que muchos Guaranìs se murieron, Que carne de cristianos han comido, La peste les sucede atribuyeron. Tambien por desabrida aborrecido La tienen, segun muchos me dijeron: Que mas les sabe carne de un pagano, Que no la de español ó castellano. Los Guaycurús habitan la otra banda: Es gente muy valiente y belicosa. Cuando nuestro español en guerras anda, Alquila Guaycurús por donde osa Al Guaranì seguir, que le dán tanda Aquestos de tal suerte, que medrosa La gente Guaraní queda y deshecha, Que el Guaycurú jamas teme su flecha. Los Agaces estaban bien poblados En tiempo de D. Pedro de Mendoza, Y aun eran muy valientes y esforzados. Los cristianos hicieron tal destroza En ellos, que los indios y soldados Mataban sin piedad à toda broza: Y así vino la cosa à tal estado Que no hay hoy del Agaz pueblo poblado. Tambien habia muchos Guatataes, Que es gente muy amiga de cristianos, Y otros que se llaman Mogolaes, Que viven en esteras por los llanos; Aquestos, y tambien Coñamequaes, Estàn de la ciudad algo cercanos: Acuden á servir con gran contento, Aunque de ellos no hay repartimiento. Los Guaraníes solos repartidos Están, que las demas generaciones, Aunque lo estàn, y han sido sometidos Al español, mas son por ocasiones, Que tienen los que mandan eximidos Del servicio, y acuden con mil dones; De suerte que hablando mas de vero, Es de estos el que manda encomendero. Junto à la Asumpcion está una sierra, Nombrada Lambaré, sierra afamada; En gran parte de toda aquesta tierra, Ninguna tan alta hay, tan encumbrada. Allì diò Salazar muy cruda guerra A Lambaré, y su gente rebelada. Y muy cerca de allí, bajando al rio, Oid una batalla y desafio. Habiendo Salazar aquì vencido El bravo Lambaré y toda su gente; A los pies de alta sierra le ha salido Una terribilísima serpiente. Con ànimo gallardo y muy crecido Embraza la rodela diligente, Y comenzando á darla con la espada, En tierra echa una mano destroncada. La sierpe con la cola revolviendo, Al buen Capitan diera muy airada Un golpe tan terrible, que cayendo Venia el Capitan, y con la espada, En el suelo se tuvo, y acudiendo Con una venturosa cuchillada, Tal golpe de reves dà con destreza, Que ahì la sierpe queda sin cabeza. La del tigre no fué tan grande hazaña, Aunque era muy terrible y espantoso: Matòlo antes que fuese à nuestra España Aqueste Capitán tan valeroso. Y habiendo ido, volviò, cosa estraña, Que siendo tan valiente y poderoso, Muriò pobre, dejando muchos hijos, Con pleitos y demandas y litijos. Por armas le dió el Rey el tigre fiero Con Lambarè, la sierra que he contado, Y un hàbito y señal de caballero, Con que á las Indias vuelve muy honrado. Mas como nunca dió en tener dinero, Murió sin dejar solo ni un cornado: Que aquesto de tener la plata à sobra, Yo tengo firmemente que Dios obra. De que me sirve á mi querer riqueza, Y andar aperreado por habella, Si Dios por me azotar me dà pobreza. ¿A quien presentarè yo mi querella, Si la Suprema Causa y Suma Alteza Dispone que no haya de tenella? De arriba, de lo alto todo viene: Dejadlo al que poder en todo tiene. Volviendo á nuestra história; rio arriba Una laguna está muy afamada: Itapuà se llama una peña viva, Está en medio de aquella levantada. Compèleme el temor que no lo escriba, Mas no lo dejarè: es prolongada De cien codos la piedra, y muy derecha, Y arriba en lo supremo una vesecha. Es como el ave Fenix muy graciosa, Que pintan los autores y su nido, Compuesto es de especiosa y olorosa Madera, que en mis manos la he tenido; La Sirena tambien bella, y hermosa Como una bella dama, ha parecido En medio esta laguna, y aun gemiendo, Y sus doradas crines esparciendo. Otra laguna grande mas crecida, De mas admiracion que aquesta vemos, Que està la tierra adentro algo metida; Los indios del Acay en sus extremos[45] Habitan, y ellos dicen que fundida Antiguamente fué gente, y creemos, Nos dicen, està el diablo atormentando Aquellos que pecaron en nefando. Gran grita y alarido y gran estruendo Allá dentro parece que resuena; Cuando se allega junto, estremeciendo El cuerpo queda todo con gran pena. Algunos de temor vuelven huyendo; Pajas, se les antoja, y el arena Que son diablos que vienen en pos de ellos, Y vuelven erizados los cabellos. Y no lejos de aquí, por propios ojos, El Carbunclo animal veces he visto:[46] Ninguno me lo juzgue por antojos, Que por cazar alguno anduve listo. Mil penas padecí, y mil enojos En seguimiento de èl; ¡Mas cuan bien quisto, Y rico y venturoso se hallàra Aquel que Anagpitan vivo cazára! Un animalejo es, algo pequeño, Con espejo en la frente reluciente, Como la brasa ignita en recio leño. Corre y salta veloz y diligente: Asì como le hirieren echa el ceño, Y entùrbiase el espejo de repente: Pues para que el Carbunclo de algo preste En vida el espejuelo sacan de este. ¡Cuan triste se hallò, y cuan penoso Rui Diaz Melgarejo! que hallado Habia, à mi me dijo, de uno hermoso; Perdiólo por habérsele volcado Una canòa en que iba muy gozoso. Yo le ví lamentar su suerte y hado, Diciendo—"si el carbunclo no perdiera, Con él al Gran Philipo yo sirviera." Andando por la guerra, y escuadrones, De mì fueron mil cosas conocidas. Trataré de una forma de ratones, Y de vista hablaré y no de oidas. Unas cañas he visto, y cañutones Tran gruesos como piernas muy crecidas; Catorce y quince tiene pocos menos Cada caña, y de agua todos llenos. El agua es muy sabrosa, clara y fria, Mas yendo ya la caña madurando, Un gusano se engendra adentro y cria, Y al cañuto el gusano horadando Afuera mariposa parecia. Con las alas comienza de ir volando, Y por tiempo las pierde, y queda hecho De forma de raton hecho y derecho. Al tiempo que en la caña estan metidos, A gente natural son nutrimento. Frutos sabrosos son: mas ya salidos A luz, causan dolor, pena y tormento, Porque tornados ya y convertidos En ratones, consumen el sustento; Y privan muchas veces de la vida Al natural, quitando su comida. De veinte mil pasaron, naturales, Que murieron á causa del estrago Que hicieron aquestos animales: Que en todo el Ubay dejaron pago De planta, ni maiz, ni sementales, Sin pasar por aquel tan crudo trago. Dejando desta vez tan asolada La tierra, que tardó de ser poblada. No hay bruco, ni langosta perniciosa, Ni erugo, ni otra plaga que yo entienda, Que iguale á esta maldita mariposa, Terrible, si comienza su contienda. Así està desta plaga tan medrosa La gente del Ubay, que viendo senda Por do huir su tierra y nacimiento, La dejan por tener algun contento. Tambien hay otras cañas muy mayores, (Del grueso son de un roble bien crecido) En que se crian gusanos, y mejores. De los unos y de otros he comido: En muy poco defieren sus sabores. Estando el uno y otro derretido, Manteca fresca à mi me parecia, ¡Mas sabe Dios el hambre que tenia! En los mojos de aquestas cañas vimos, Con agua bien sabrosa, mas gusanos, Ni dentro ni de fuera los sentimos En toda la montaña ni en los llanos. Las cañas por cumbreras las pusimos, Con tener otros palos muy cercanos, Mas no habia que temer, que la corteza Tenian de terrible fortaleza. Es tanta la espesura de las cañas, A dò las hay, que es cosa de gran grima: Y aunque dentro se crian alimañas, Estan tan encerradas como encima. Quien á cortar va cañas, por mil mañas Que tenga, á las veces se lastima, Con puas, con espinas, con abrojos, Y el mal sale mil veces à los ojos. Mas ya estoy enfadado en este canto, ¡Cuanto mas lo estarà quien le leyere! Degemos de contar cosas de espanto, Volver quiero á D. Pedro. Quien quisiere Las mudanzas saber y crudo llanto De fortuna, y de aquel que las siguiere, Con mucha atencion lea diligente El canto lastimoso aquí presente.

      

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       Índice

      En que se trata de la mas cruda hambre que se ha visto entre los cristianos, la cual padecieron los de D. Pedro de Mendoza en Buenos Aires, y como se pobló el Argentino.

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