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Monstruos En La Oscuridad. Rebekah LewisЧитать онлайн книгу.

Monstruos En La Oscuridad - Rebekah Lewis


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él añadió: —si te atreves.

      Su corazón palpitaba.

      —¿Sabes hablar? —¿por qué no lo había hecho antes entonces? Durante todos estos años había estado en silencio, así que tenía que existir algo más que la razón de querer poseerla. Nadie espera más de diez años sin un propósito.

      —¿Me creías un ser primitivo? —rio el monstruo—. Supongo que es normal que lo pienses. Cuando pueda ponerte las manos encima, entonces sí que mi comportamiento será bastante salvaje.

      Un escalofrío recorrió su cuerpo y no pudo contenerse la aclaración.

      —Me refiero a que sabes hablar inglés.

      —Mi madre es humana y me enseñó su idioma —hizo una pausa para continuar diciendo, con voz profunda: —¿vas a seguir martirizándome? Apaga la luz.

      La rebeldía se apoderó de él. No podría tocarla mientras la luz estuviera encendida. Ella no debería de tenerle miedo. El deseo que sentía por ella hacía que su excitación fuera en aumento.

      —No lo haré. ¿Por quién me tomas? ¿Crees que soy el tipo de persona que mete en su cama a extraños que aparecen bajo ella?

      Ese ser gruñó de una forma tan poco humana que a punto estuvo de dar un salto de la cama para escapar del dormitorio. Pero no estaba segura de que esa cosa no pudiera agarrarla del tobillo en caso de que intentara llevarlo a cabo. Entonces, el monstruo dijo con suavidad:

      —Yo sé que sabes quién soy. Siento mucho haberte asustado anoche.

      Una vez hubo dicho esto, Maddy se sentó en la cama.

      —¿A qué te refieres exactamente? —¿Acaso él mismo había tenido algo que ver con la página web que había encontrado?

      —Svartalfheim es un mundo mágico, no solo hay oscuridad. Me aseguré de que encontraras la información que buscabas —hizo una pausa—. Te repito que mi madre es humana. Nos hemos adaptado a los tiempos tanto como lo habéis podido hacer vosotros.

      Sacudió la cabeza sin poder dar crédito a lo que estaba escuchando.

      —¿Has hackeado internet desde tu mundo? ¿Es que entonces no te hace daño la luz que emiten los ordenadores? —por no decir que la conexión será una auténtica mierda.

      —No me afecta la luz si está creada a partir de cristales existentes en mi reino. Puede que Svartalfheim sea la tierra de la noche eterna, pero también tiene su encanto y otras maravillas. Yo podría mostrártelas... ¿Quieres?

      Cerró los ojos y se metió bajo las sábanas. Estaba tratando de ganarse su confianza para que lo acompañase. ¡Extraño peligroso!

      —Sabías cuál sería mi reacción.

      Tras una larga pausa, el monstruo comentó.

      —Es lo que esperaba. Te dije que podrías deshacerte de mí —volvió a hacer una pausa antes de continuar—. Has dejado de tocarte.

      ¿En serio que lo había notado?

      —Me aburrí de hacerlo —el elfo oscuro lo tenía todo planeado. Primero la había asustado y luego había hecho que encontrara la información que él quería... ¿Pero por qué? ¿No podría haber iniciado antes una conversación con ella? ¿No hubiera sido eso lo mejor para él, en lugar de haber estado al acecho ahí abajo?

      —Mientes. Tienes más ganas que antes. Quieres meterme en tu cama. El solo hecho de pensarlo hace que me desees con más fuerza.

      —Eso no es cierto —en realidad el monstruo tenía razón, pero era todo tan surrealista que no alcanzaba a entenderlo.

      —Maddison Wright, apaga la luz —dijo con una autoridad que a punto estuvo de hacerla sucumbir, hasta que cayó en la cuenta del control que intentaba ejercer sobre ella. Diablos, aún no se fiaba de él ni usando su nombre completo.

      —Nunca voy a apagarla.

      —Así que quieres jugar. Perfecto. Tengo paciencia. He esperado durante años a que maduraras y justo ahora tu aroma me dice que estás lista para aparearte.

      —¿Por eso no has intentado hablar conmigo o tocarme antes?

      —Cuando te encontré, aún no estabas preparada para mí, así que tuve que satisfacerme en otros lugares. Tu momento ha llegado y con él termina mi paciencia —replicó.

      A punto estuvo Maddy de burlarse del monstruo cuando la cama volcó cerca de la pared, dejando un tramo de sombra en una de las esquinas, lejos de cualquier tipo de iluminación.

      —Pero qué...

      —Uno de los Dökkálfar ha mordido tu anzuelo esta noche.

      El colchón y las mantas se movieron. A continuación, unos pliegues en la manta dieron forma a dos brazos. El monstruo estaba gateando hacia la cama con el edredón echado por encima. Había colocado la cama de forma que llegara menos luz cerca del suelo y el edredón había estado tocando el suelo por un lateral. Seguramente así es como habría apagado la hilera de luces la noche anterior. Había tirado de las mantas hasta dejarlas en el suelo, luego había ido a gatas hasta ellas para luego desenchufar las luces.

      Una sombra masculina se deslizaba por el borde del colchón. Maddy chilló e intentó deshacerse de las sábanas hasta que una mano cálida le agarró el tobillo. La calidez del tacto la sorprendió pues de alguna manera, había imaginado que su tacto sería gélido. Los elfos no aparentan ser criaturas cálidas o quizá es que ella deseaba que no pareciera humano.

      —Deshazte de las sábanas para llevarte conmigo bajo la cama —dijo—. Iremos a Svartalfheim. ¿No es eso lo que deseas?

      —¡No! —¿Cómo es posible que una persona pudiera estar excitada y asustada al mismo tiempo? Creo que tengo serios problemas mentales a los que tengo que enfrentarme en cuanto amanezca.

      —Quédate ahí entonces —dejó de agarrarla y continuó arrastrándose por debajo de las sábanas hasta que la figura de un hombre alto asomó a los pies de su cama. Giró la cabeza hacia ella y comenzó a meterse entre sus muslos. Ella lo miraba boquiabierta, sin poder dar crédito a lo que estaba sucediendo ante sus ojos. Así y todo, juntó las piernas mientras la risa melódica del elfo resonaba por toda la habitación.

      Capítulo 4

      —¿Vas a apagar la luz de una vez? —insistió el monstruo acariciándole los muslos. Ella se estremeció de emoción antes de volver a separar las piernas. Maddy no estaba segura de hasta dónde le permitiría llegar, pero sentía demasiada curiosidad como para irse (y no precisamente porque pensara que podría raptarla y llevársela). La luz seguía encendida y eso le daba ventaja.

      —Yo... creo que no está bien—dijo con voz trémula— ¿qué tienes pensado hacer? —mientras ella hablaba, él dirigió sus manos hasta la cintura y muy despacio le bajó el pantalón y las braguitas. En ese momento, ella debería sacarlo de una patada de la cama. Es lo que en realidad debía hacer, pero... ¿y qué si no lo hacía?

      —Tu aroma lleva tentándome durante años.

      —Eso es lo que me has dicho —el monstruo le había confesado que había estado con otras mujeres mientras la visitaba. Típico varonil. Desvió la mirada. Sin embargo, no le molestaba. Lo convertía en un ser considerado al saber que aún no estaba preparada para dar el paso. Maddy no tenía ni idea de lo que había cambiado, pero lo cierto es que ahora él estaba en su cama y ella quería experimentar qué podría suceder a continuación.

      —El olor de la compañera siempre es más dulce que el de otras hembras y cuando la encontramos de este modo, nos quedamos para protegerla. Una vez el aroma cambia, a veces muy sutilmente, sabes que ya está lista para aceptarte. Que ya sabe cómo tratarte y esos cambios oscilan del interés a la lujuria. Entonces, ninguna otra mujer nos interesa a menos que seamos rechazamos y tengamos


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