Deseo en la toscana - Sin piedad - Un magnate despiadado. Susanne JamesЧитать онлайн книгу.
Veo que tienes todo controlado a ese respecto y estoy impresionado por tu dedicación y por lo que has logrado hasta ahora.
Fabian apoyó una mano en la rodilla de Laura, que se fijó en que llevaba una anillo de oro con una esmeralda en el dedo pequeño.
–Entonces, ¿qué sucede?
–He estado pensando que deberíamos conocernos un poco mejor.
Laura no esperaba escuchar algo así y permaneció en silencio mientras sentía que una oleada tras otra de calor recorría su cuerpo.
–Lo que quiero decir es que ésta es una buena oportunidad para hablar. ¿Por qué no empiezas hablándome un poco más de ti? Sé que estudiaste con Carmela en Londres, que tienes una voz angelical y que te apasiona enseñar música a los niños. ¿Qué más?
La mente de Laura parecía momentáneamente congelada. Hablarle más a Fabian de sí misma haría resurgir inevitablemente el pasado, algo que preferiría evitar si fuera posible.
–¿Laura? –dijo Fabian con un matiz de impaciencia.
–Estaba pensando. ¿Qué clase de cosas te gustaría saber? –preguntó Laura a pesar de sí misma.
–Me dijiste que tu marido no sentía lo mismo que tú respecto a la idea de tener hijos. ¿Puedes decirme por qué?
–¿Por qué? –repitió Laura mientras sentía que las sienes empezaban a palpitarle de dolor.
–Sí, ¿por qué?
Laura asintió lentamente.
–Mark era un hombre muy celoso. Decía que quería tenerme para él solo. Ni siquiera le gustaba que viera a mis amigos. Los niños no iban a tener lugar en una situación como ésa.
–Sin embargo permaneciste con él.
Fabian acababa de dar en el clavo y el corazón de Laura empezó a latir con fuerza en su pecho.
–Sí… seguí con él. Increíblemente, seguimos casados tres años.
–Debías de quererlo mucho si estabas dispuesta a sacrificar tu deseo de tener hijos para seguir con él –dijo Fabian con el ceño fruncido.
–Mis sentimientos por él eran… complicados.
–¿Qué quieres decir con eso?
Laura tuvo que bajar la vista ante la penetrante mirada de Fabian.
–Tenía… miedo de él.
La mirada de Fabian se endureció.
–¿Te intimidaba? ¿Te hacía daño?
–Sí.
–¿Te pegaba?
–A veces…
Fabian masculló en italiano algo que sonó a una maldición.
–Siento mucho oírte decir eso. ¡Pero me alegra saber que ese hombre ya no está en tu vida! Con accidente o sin él, ¡es obvio que estás mucho mejor sin él!
Laura se esforzó por mantener a raya la angustia que se adueñaba de ella cuando pensaba en su pasado, algo que había aprendido a evitar para mantener la cordura. Casi nunca hablaba con nadie sobre cómo la había tratado Mark. Ni siquiera con sus padres. Mantener a raya aquellos recuerdos era todo un trabajo, pero no tenía el más mínimo deseo de regodearse en el dolor y la autocompasión. Debía concentrarse en el futuro, no en el pasado.
–Es una parte de mi vida en la que trato de no pensar demasiado. Estoy segura de que lo comprenderás –Laura dejó escapar un pequeño suspiro antes de añadir–: ¿Y qué me dices de ti? Probablemente, con todas tus propiedades y negocios, querrás tener hijos, ¿no?
–Te he hecho entristecer al recordarte tu pasado –Fabian se puso en pie. Por su expresión, era evidente que no tenía intención de contestar de inmediato la pregunta de Laura–. Sigamos con el paseo, y prometo no volver a disgustarte con más preguntas difíciles, ¿de acuerdo?
Laura se puso en pie mientras se preguntaba por qué él podía interrogarla sobre su deseo de tener hijos y ella no. Cuando Fabian apoyó una mano en su espalda volvió a sentir que su calor la envolvía.
–De acuerdo… –murmuró.
Caminaron un rato en silencio y Laura sintió que empezaba a relajarse.
–Trato de imaginar lo que debió de ser crecer en un sitio como éste –dijo mientras miraba a su alrededor–. ¡Incluso tenías tu propio bosque encantado!
–¿Encantado? –repitió Fabian en tono escéptico mientras volvía la mirada hacia los árboles–. Supongo que puede parecer algo así para alguien del exterior.
Su tono reveló una amargura que hizo preguntarse a Laura hasta qué punto llegó la crueldad de su padre. Su pecho se contrajo a causa de la compasión. En lugar de seguir indagando sobre el pasado, decidió contener su curiosidad un día más.
Fabian la condujo por un estrecho sendero bordeado de rosas que daba a otro exquisito jardín.
El aroma de las flores, la belleza de la noche y la compañía del hombre que estaba a su lado hicieron anhelar a Laura que aquellos momentos no acabaran nunca.
Capítulo 5
TENÍA sentido que fuera viuda. ¿Qué, sino una tragedia, podía haber teñido sus pálidos ojos grises de aquel distante pero innegable dolor?
La tarde siguiente, mientras observaba desde los ventanales de su despacho a Laura, que conversaba en el jardín con el supervisor del catering, se preguntó por qué no le había hecho la proposición que había tenido intención de hacerle. ¿Le habrían bastado dos años para superar la muerte de su marido y el legado de crueles recuerdos que le había dejado? ¿Lo habría amado a pesar de su crueldad? ¿Sería reacia a una nueva relación después de aquella experiencia?
La noche anterior no había sido el momento adecuado para interrogarla al respecto. Pero Fabian intuía que, dadas las circunstancias, tal vez apreciara la posibilidad de una relación en la que no hubiera expectativas emocionales implicadas y que no le exigiera más que ser una madre dedicada y la clase de esposa respetuosa a la que no se le ocurriría montar un escándalo que pudiera avergonzar a su marido. A cambio, él podría ofrecerle una buena vida, segura y estable, y la garantía de que ni a sus retoños ni a ella les faltaría nunca nada. ¿Bastaría aquello para persuadirla de que se convirtiera en su esposa?
Laura entró en el despacho con una carpeta contra el pecho y el pelo ligeramente revuelto a causa de la brisa que se había levantado aquella mañana.
–¡No puedo creer que sólo falte un día para el concierto! Parece que todo está listo… ¡pero más vale que crucemos los dedos! Aunque tengo la sensación de que todo va a ir de maravilla.
Fabian apartó la mirada de la lista de llamadas que aún tenía que hacer y detectó una mancha blanca en la comisura de los labios de Laura. Se puso en pie, se acercó a ella y examinó de cerca la mancha.
–Parece que tienes una mancha de crema en la boca –dijo y, antes de que Laura pudiera hacer algo al respecto, alzó una mano y le frotó la mancha con los dedos.
Laura abrió los ojos de par en par.
–María me ha dado un trozo de tarta con crema hace un rato. Debería haberme mirado en el espejo después de comerlo. ¡Llevo veinte minutos hablando con el señor Minetti, de la empresa de catering!
–Apenas se nota –dijo Fabian, y sonrió al ver que Laura se ruborizaba. Pero enseguida se puso serio al recordar que tenía otros temas más importantes que tratar con ella–. Vamos a tomarnos un rato libre –dijo a la vez que la agarraba por el codo y la conducía hacia su escritorio. Señaló con la cabeza el asiento que había ante éste–. Siéntate, por favor.
–¿Te he dicho