Deseo en la toscana - Sin piedad - Un magnate despiadado. Susanne JamesЧитать онлайн книгу.
más calmada. Pero Fabian no se dejó engañar. Debió de ser desolador para Laura estar con un hombre que no compartía su deseo de tener hijos.
–¿Y el accidente no afectó a tu capacidad de tener hijos en el futuro? –se escuchó preguntar Fabian.
–No, afortunadamente. Se me rompieron algunos huesos y sufrí algunos cortes y magulladuras, nada más. Tuve suerte.
Había estado a punto de morir, tenía cicatrices, tanto físicas como psicológicas, había perdido a su marido… ¿y se consideraba afortunada?
–Siento haber sacado a relucir sin querer un tema tan doloroso para ti –dijo Fabian a la vez que cubría con su mano la de Laura–. Es obvio que la visita a la residencia te ha afectado más de lo que había imaginado, pero no sabía de antemano que también tenías que soportar tu propia tragedia personal.
–¿Y cómo ibas a saberlo? Pero no pienses ni por un momento que lamento haber ido a la residencia. La visita ha hecho que aún quiera esforzarme más con la organización del concierto. Gracias por haberme dado la oportunidad de conocer a esos maravillosos niños. Siempre los recordaré.
–Ahora debes comer algo. La comida y el vino ayudan en situaciones como ésta. Además, si no da la impresión de que estamos disfrutando de la comida, mi buen amigo Alberto, el dueño del restaurante, pensará que no nos gusta y le preocupará haber hecho algo mal.
Hasta que bajó la mirada, Fabian no se dio cuenta de que aún tenía su mano sobre la de Laura… que no había tratado de retirarla.
Laura estaba haciendo unas fotocopias pensando en la visita del día anterior a la residencia cuando sintió que Fabian se situaba tras ella. El aire pareció crepitar de electricidad a causa de su presencia. No se volvió.
–Te noto muy callada. ¿Sucede algo?
Laura presionó un botón para hacer más copias que en realidad no necesitaba y aprovechó el ruido del aparato para disimular sus sentimientos… unos inquietantes sentimientos que apenas sabía cómo manejar.
–Estoy bien. No sucede nada especial. Sólo estoy concentrada en mi trabajo.
–¿Sigues afectada por la visita de ayer a la residencia? Sería totalmente comprensible y no tienes por qué tratar de ocultarlo.
Desconcertada, Laura sintió que Fabian apoyaba las manos en sus caderas. El embriagador calor que desprendían atravesó rápidamente la fina seda de su vestido.
–Me gusta el vestido que llevas –murmuró Fabian tras ella.
Laura contuvo el aliento, abrumada por una mezcla de placer y conmoción. Fabian ya le hizo experimentar un intenso anhelo la noche anterior, cuando la tomó de la mano, pero aquello… ¡aquello debía de ser el tormento más dulce y sensual que había experimentado en su vida!
–No es nada especial.
–Al contrario. ¿De verdad no eres consciente de lo tentador que resulta?
Laura se sobresaltó al sentir el contacto de los labios de Fabian en su cuello. Se alegró de estar cerca de algo en lo que poder apoyarse, porque de pronto sintió que las rodillas le fallaban.
–Fabian… no deberías… ¡no hagas eso, por favor!
Tuvo que hacer un esfuerzo casi sobrehumano para volverse hacia él y mirarlo, y se quedó anonadada al ver la pasión que reflejaban sus ojos. Hacía tiempo que no se sentía deseable ni deseada, y le costó mucho creer que un hombre como Fabian pudiera estar mirándola como si quisiera devorarla allí mismo.
–Tenías un aspecto tan bonito, tan frágil y pensativo mientras estabas aquí de pie, con el sol iluminando tu pelo… que no he podido resistirme –Fabian apoyó una mano bajo la barbilla de Laura y le hizo alzar el rostro para que lo mirara–. No tengas miedo de mí, Laura. Jamás haría nada que pudiera dañarte.
–Lo… lo sé. Pero será mejor que siga trabajando. ¡La lista de cosas que hacer no hace más que aumentar, y el tiempo no para de correr!
Laura se apartó de Fabian tan bruscamente que estuvo a punto de tropezar con una silla cercana. Totalmente ruborizada, salió del despacho a toda prisa, sin dar oportunidad a Fabian de retenerla.
Fabian no lograba dejar de pensar en su asombroso y tal vez loco comportamiento con Laura y decidió salir a dar una vuelta para despejarse.
Tras caminar un buen rato bajo el sol por las colinas pertenecientes a los terrenos de la familia Moritzzoni, buscó la sombra de un árbol bajo el que se sentó.
Mientras se secaba el sudor de la frente, una atractiva imagen invadió su mente… la delicada y enternecedora expresión del rostro de Laura cuando Cybele apareció el día anterior durante el almuerzo. Y cuando su viejo amigo Lachino comentó que sería una madre perfecta, Fabian sintió en el fondo de su ser que aquello era cierto. Aquella intuición se confirmó poco después, cuando fueron a la residencia médica infantil.
¿Sería posible que las absurdas ideas que andaban rondando su cabeza no fueran tan absurdas? Si tenía que elegir una mujer, prefería que fuera una mujer sin relación con su pasado o su familia. Así sería como una vuelta a empezar para ambos. Una mujer que parecía amar sinceramente a los niños y que además compartía su pasión por la música podía encontrar atractiva la idea… a pesar del manifiesto desinterés de Laura por la riqueza. Su relación no tendría la clase de complicaciones emocionales que Fabian quería evitar a toda costa. Además existiría el consuelo físico. Recordó cómo se había excitado cuando, al besarla en el cuello, había sentido el temblor de su cuerpo a través de su vestido. ¿Y si Laura era realmente la solución a lo que había estado buscando?
Para cuando se puso en pie para reanudar su camino ya se había convencido de que no debía dejar escapar aquella oportunidad de conseguir lo que más deseaba: un heredero.
Aquella tarde, Laura se sorprendió cuando Fabian regresó al despacho. Durante la comida que les había servido María había permanecido distraído y pensativo, como el día anterior.
Se puso a caminar de un lado al otro del despacho y, a pesar de los esfuerzos de Laura por mantenerse concentrada en su trabajo, le resultó prácticamente imposible mantener la mirada apartada de su atractivo físico. Era como si unas cuerdas invisibles atrajeran su atención hacia él cada vez que trataba de apartar la mirada. Dado que ya se había equivocado totalmente en una ocasión en su vida al elegir compañero, la atracción que sentía por Fabian le preocupaba profundamente.
–¿Puedo hacer algo por ti? –preguntó con suavidad.
–No –contestó Fabian como si estuviera en trance.
–Pareces tan…
–Sí –dijo Fabian y, de pronto, se acercó hasta el escritorio de Laura y apoyó sus manos en él–. Me gustaría salir a dar un paseo contigo.
Laura tuvo que esforzarse para no verse perdida en su preciosa mirada azul.
–¿Ahora?
–Sí. Aún no has tenido oportunidad de ver con un poco de calma los terrenos de la casa, y deberíamos salir antes de que se vaya la luz. Ve a por un chal o algo parecido. Quedamos en la entrada dentro de cinco minutos.
Al final dio igual que casi hubiera oscurecido. Mirara donde mirase Laura había farolillos iluminados y bombillas de colores, y los vastos terrenos de la impresionante Villa Rosa adquirían un matiz de encantamiento que sabía que no olvidaría mientras viviera.
–Vamos a parar un momento.
Fabian tocó el brazo de Laura y ésta sintió que la calidez de su mano se extendía por su cuerpo y alcanzaba la parte más íntima de su ser. Desde que la había besado en el cuello se sentía especialmente sensible a su contacto. Todas sus defensas parecían haberse desmoronado en lo concerniente a Fabian.
Estaban de pie junto a un viejo banco de madera situado junto a un muro de piedra y las exuberantes buganvillas que caían