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A cuadro: ocho ensayos en torno a la fotografía, de México y Cuba. Beatriz Bastarrica MoraЧитать онлайн книгу.

A cuadro: ocho ensayos en torno a la fotografía, de México y Cuba - Beatriz Bastarrica Mora


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en lo irreal.

      […] talle, brazos y rostro eran las únicas curvas que podían lucir, con decoro, las damas honorables. Precisaba, pues, un pedestal que no distrajera el encanto del busto; un pedestal con intenciones de monumento bien sustentado en la base y sobre el cual rematara la obra palpitante de la mujer. Ese pedestal, de sagaces intenciones arquitectónicas, fue la falda. Faldas que eran, en verdad, un monumento; que espejeaban con sus sedas, en corriente ilusoria y con sus cabrilleos y encajes en olas, olanes y espumas; faldas casi marinas, con sus insinuaciones de cascada y que ceñían, con su pesantez de torrente, la cintura gracial de nuestras bisabuelas” (Orendáin, 1969: 111).

      11 Burke, 2005: 32.

      II. UNO DE LOS NUESTROS

      Imagen 4

      Fuente: Colección Particular de las hermanas Ana Rosa y Patricia Gutiérrez Castellanos.

      12 “Las técnicas más usuales fueron la impresión sobre papel albuminado (clara de huevo y sales de plata) y el colodión (placas tratadas con nitrocelulosa, alcohol y éter), que permitían la multiplicación de imágenes, desde la común carta de visita, a las llamadas Promenade (alargadas de manera vertical), Cabinet (cuadradas) y la Imperial utilizada principalmente en retratos de boda” (Camacho citado en Torres, 2008: 15).

      13 “La fotografía, accesible a la mayoría desde hace muy pocas décadas, requería un cierto poder económico: el sólo hecho de practicarla indicaba una exclusividad. Pero además de las poses, el fondo escenográfico, la manera de relacionarse con los objetos al tomarse fotos servían para construir un sistema de diferenciaciones simbólicas” (García Canclini citado en Meyer, 1978: 18).

      14 “En las clases dominantes de los países dependientes, como se vio sobre todo durante el porfirismo, encontramos, junto al placer de la ostentación, la ansiedad por imitar los códigos de comportamiento y los patrones estéticos de las metrópolis. Este mecanismo mimético es aún más marcado en la pequeña burguesía, o la burguesía incipiente […].

      Palacios de cartón, aves disecadas, cigarrillos que no se fuman: las poses de los objetos. Si convenimos con Jean Baudrillard en que el kitsch es una ‘estética de la simulación’, aunque no es sólo eso, hay que usar la expresión para esta época en la que las aspiraciones de ascenso social acelerado, la afiliación mimética a la cultura europea, construyen a través de las fotos la duplicación simbólica de su dependencia económica de Francia e Inglaterra. Otros rasgos del kitsch presentes en las fotos –la ornamentación manierista, el brillo superficial o apócrifo, la redundancia exhibicionista– revelan la obsesión por subrayar lo que no se tiene o se acaba de conseguir” (García Canclini citado en Meyer, 1978: 19).

      III. LOS EMPLEADOS DOMÉSTICOS Y LA POSTERIDAD

      Cuando en 1888 se requirió a todos los empleados domésticos de la ciudad de Guadalajara —mujeres y hombres; recamareras, mozos, cocineras, cocheros, pilmamas, etc.— que acudieran a la Jefatura Política para que se incluyera su ficha en el Registro de Domésticos que ese año se creaba oficialmente, la profesión de empleado doméstico llevaba ya siglos existiendo en la ciudad, en todo el país. El Registro fue un intento porfiriano de control social que hoy nos permite entender mejor las distintas profesiones que se desempeñaban en este ramo, y nos ayuda también a conocer con precisión cuestiones tan importantes como, por ejemplo, el poder adquisitivo de quienes lo integraron.

      De modo que, cuando Pedro Magallanes fotografía a una mujer o un hombre para que esa imagen se incluya en el Registro de Domésticos, varias cosas están sucediendo


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