Nosotros los anarquistas. Stuart ChristieЧитать онлайн книгу.
Masónicas y sometidos a la autoridad de un Comité Principal secreto», tal como afirmaron los historiadores trotstkistas Broué y Temime.[1]
Una prueba de la falta de secretismo y de las pocas medidas de seguridad que rodearon a la FAI puede verse en el hecho de que los servicios policiales y de inteligencia de Primo de Rivera parecían estar completamente al corriente de la naturaleza y el objeto de la reunión de Valencia. Poco después de que tuviera lugar, las casas de los miembros del grupo Sol y Vida, anfitriones de la conferencia fundacional y cuyos miembros constituyeron la primera Secretaría Peninsular, fueron asaltadas y sus habitantes detenidos. Afortunadamente, un avispado miembro de la secretaría de Sevilla destruyó las actas de la reunión antes de la llegada de la policía.[2]
Tampoco es cierto que las reuniones de la FAI siguieran el encubierto modelo masónico, tal como Francisco Carrasquer, un conocido militante anarquista, comentó:
Si hubieran sido secretas, ¿cómo podría haber asistido yo a las reuniones de la FAI sin haberme afiliado ni pagado ninguna cuota a la organización «específica»? Porque eran grupos específicos, grupos de afinidad y nada más... Era un foro abierto a la formación de grupos de debate que analizaran los temas que de verdad importaban... la liberación del hombre y la mujer, la revolución social.[3]
Como organización públicamente comprometida con el derrocamiento de la dictadura, la FAI funcionó, desde 1927 hasta 1931, como una organización ilegal, más que secreta. Desde el nacimiento de la República en 1931, la FAI fue simplemente una organización que, hasta 1937, se negó a registrarse tal como exigía la ley republicana. De hecho, la crisis definitiva que condujo a la desaparición de la FAI como organización anarquista de estructura federal la desencadenó la decisión de darse de alta.
Otra creencia generalizada es que la FAI constituía una elite política en el seno de la CNT. Frank Jellinek, un escritor comunista, estableció un paralelismo entre la FAI y el Partido Comunista ruso:
No todos los miembros de la CNT son miembros de la FAI. Es un honor tan grande para un miembro de la CNT que lo inviten a formar parte de la FAI como para un obrero ruso que lo admitan como miembro del Partido Comunista. Los requisitos son una creencia firme en las doctrinas del anarquismo, un servicio útil y responsable a la causa y, sobre todo, la capacidad para la «acción directa».[4]
Franz Borkenau aumentó la confusión al declarar, erróneamente, que «sólo los miembros de la FAI podían desempeñar cargos de confianza en la CNT».[5]
En realidad, no había militancia individual en la FAI, a los militantes no se les invitaba a formar parte en la organización, y la mayoría evitaban adrede los «cargos de confianza» en la misma. José Llop describe el proceso de reclutamiento así:
En cuanto a la entrada individual, la mayoría de los que ya gozaban de cierto estatus en los círculos sindicalistas o anarquistas no pertenecían a la organización de los grupos, o pertenecían sólo de manera indirecta. Pensemos por ejemplo en [Joan] Peiró: él no tenía ninguna necesidad de intervenir directamente en su grupo de Mataró. Cada vez que llegaba un camarada que no estaba afiliado y que simpatizaba con nosotros, se unía al grupo. El grupo estaba formado por camaradas que tenían una afinidad.[6]
Aunque se exigía a todos los afiliados de la FAI que ganaban un salario que fuesen miembros de la CNT, hay que destacar que sólo un pequeño número de anarquistas pertenecía a la organización específica. Durante la dictadura es improbable que la militancia nacional excediera los 1.000 miembros. Fidel Miró afirma que aunque nadie sabe con seguridad el número total de afiliados a la FAI en Barcelona, generalmente considerada el núcleo de la organización específica, «en ningún momento antes de julio de 1936, hubo más de 300».[7]7
En la primera fase comprendida entre los años 1927 y 1933, es imposible que la FAI fuera lo que Gerald Brenan denominó «un núcleo de pensadores cuya misión era preservar la pureza ideológica del movimiento». Ni tampoco fue «un consejo de acción para organizar movimientos revolucionarios»,[8] ni «el Estado dentro de la CNT» de César M. Lorenzo.[9] Progreso Fernández, miembro del grupo de afinidad Ni Dios Ni Amo da una versión menos siniestra de las actividades de la FAI en su primera fase, un periodo que describió como «de muy poca actividad. De hecho, no pudimos llegar a sacar una sola publicación anarquista». Según él, su principal actividad giraba en torno «básicamente a la recepción y distribución de periódicos como Tierra y Libertad y La Voz del Campesino», de libros de lectura y de debate, «sobre todo Kropotkin» y de «propaganda atea». Describió a sus camaradas de la FAI como personas con «un mínimo de convicciones anarquistas en relación con su manera de pensar y actuar».[10]
José Peirats, historiador anarquista y secretario de la Federación de Grupos Anarquistas de Barcelona dijo esto:
Los militantes de la FAI provenían de la CNT y se sentían más «cenetistas» que «faístas». Ese era el origen del problema. La FAI era más revolucionaria que los anarquistas... No destacaba como escuela filosófica y eso la perjudicó mucho; la única circunstancia atenuante era el corrosivo ambiente en que nació y vivía.
Sobre la cuestión de formar un estado dentro de un estado, añadió:
El descubrimiento de las actas revela que la FAI no pretendía manipular a la CNT, sino colaborar estrechamente con ella. Las cosas sólo se complicaron más tarde, después de la escisión de 1931.[11]
Francisco Carrasquer también refuta la acusación de que la FAI fuese «un estado dentro de un estado».
Nunca fue su propósito actuar como directiva ni nada del estilo. Para empezar, no tenían eslóganes, no dictaron ninguna prohibición, excepto la adhesión a cualquier estructura jerárquica... Esto es lo que los historiadores de fuera deberían entender de una vez por todas: que ni Durruti, ni Ascaso, ni García Oliver –por nombrar sólo a los más grandes representantes de la CNT– lanzaron advertencias a las «masas», ni mucho menos prepararon planes de actuación o conspiraciones para el conjunto de militantes de la CNT. Cada grupo de la FAI pensaba y actuaba tal como consideraba oportuno, sin preocuparse por lo que los otros pudieran pensar o decidir.[12]
[1] Broué y Temime: The Revolution and the Civil War in Spain, Londres, 1971, p. 57.
[2] José Llop: El movimiento libertario español, París, 1974, pp. 293-298.
[3] Francisco Carrasquer: «¿Ha habido una ideología política en el anarquismo español?», Cuadernos de Ruedo Ibérico, núm. 35-57, enero-junio, París.
[4] Frank Jellinek: The Civil War in Spain, Londres, 1938, pp. 92-93.
[5] Franz Borkenau: The Spanish Cockpit, Londres, 1937, p. 37.