Sugar, daddy. E. M ValverdeЧитать онлайн книгу.
el clítoris. Arrugué la cara al notar lo rápido que iba, mis piernas tensándose en su cadera.
—Me muero por follarte como es debido –me mostró los dientes blancos tan bonitos que tenía, su sonrisa desalmada creciendo conforme movía los dedos contra mí. Todavía estaba ligeramente enterrado en mí, y las bragas se sentían raras, como que sobraban.
—No tan fuerte –cogí su muñeca cuando advertí el orgasmo que amenazaba con abatirme en cualquier momento, pero apretó mi cuello hasta el punto de no poder tragar saliva.
—¿Has olvidado quién manda aquí? –sus cejas enfadadas me hicieron sentir mal, y me mordí el labio para no gritar bajo los frenéticos movimientos de su mano. Me comenzaron a temblar los muslos, la frente a sudar.
—No, Señor Takashi –susurré, perdiéndome en sus ojos castaños. Se cogió el miembro para darme golpecitos en mi intimidad, y grité cuando se adentró de nuevo, y el sonido húmedo y obsceno de la fricción me ruborizó severamente. Pero no a él, los hombres carnales no sentían pudor, entre otras muchas cosas.
—Nena no hace falta que grites –fanfarrón, forzó dos dedos en mi boca para callarme, metiéndolos hasta el fondo, mordiéndose el labio–. Sé una buena chica y córrete en las bragas, ¿sí?
Dio una estocada final con la punta, y rodé los ojos al alcanzar el orgasmo intenso. Mi cuerpo se desestabilizó tanto que me tuve que coger a sus brazos, y debido al temblor de mis piernas, casi me caigo cuando mis pies resbalaron del escritorio, pero Takashi me sujetó la cintura.
—Túmbate –me recostó en el escritorio con suavidad, observando mi pecho subir y bajar, mis ojos levemente aguados–. ¿He ido muy fuerte? –dijo paternal. Meneó triunfante sus dedos en el aire, brillantes por mi orgasmo.
—Un poco –miré atenta cómo se masturbó con frenesí, y algo caliente y espeso se derramó en mis bragas. Las expresiones de su cara extasiada se me grabaron en la cabeza, y se recostó sobre mí sin avisar. Notaba su corazón bombear sangre, su cara escondida en la curva de mi hombro–. Soy capaz de dormirme aquí encima, Señor Takashi –la escasa distancia permitía los susurros como única forma de comunicación, y sonrió con sinceridad ante mi somnolencia.
Se me estaban cerrando los ojos literalmente, y el calor que su bien formado cuerpo desprendía, no ayudaba.
Levantó mi mentón ligeramente con el índice, y se quedó mirándome en silencio, analizando, paciente, feroz. Me había metido en las fauces del lobo, pero este lobo sabía tratarme, ver a través de mis vicios.
—
—Creo que irás más cómoda sin las bragas, Areum –se rio natural, y pasó la lengua por mi labio de forma bífida, dejando su huella–. Arréglate la ropa y sal de aquí antes de que no te lo permita.
Kohaku
A pesar de que me limpié la cara con el dorso de la mano, al segundo volvieron a caer más lágrimas sobre los papeles.
—Por favor deja de llorar –me autoconsolé tembloroso, y cubrí mi cara al notar un doloroso sollozo raspar mi garganta. Y tras intentar retenerlo y no poder, sucumbí a la debilidad humana y lloré como no había llorado en años.
Areum no me había mandado ningún mensaje, y posiblemente se estuviese follando a Takashi.
La puerta de mi despacho se abrió, e intenté recomponerme cuando mi padre apareció en el umbral, el humo del tabaco pinchando mi corazón con memorias de mi infancia.
—Ito, ¿has acabado los informes que te ped... Oh –sentí el asco en su voz al ver el estado de mis ojos, y se llevó a los labios la causa de muerte de mi madre–. Cuando acabes de llorar como un maricón mándame las cuentas, ¿quieres?
—Sí, Padre –le sostuve la mirada como pude, y sin querer memoricé su mirada ojerosa y con desprecio. Dio una calada más, su intención no otra que hacerme daño, pero si lloraba frente a él, me pegaría de nuevo.
Agradecí que no vio el temblor de mis piernas y se cansó justo cuando estaba a punto de desmoronarme. Dio un portazo, y solo entonces me permití llorar con las deprimentes luces de los rascacielos, pensando en lo solo que estaba.
Mi padre no me quería, mi mejor amiga tampoco, y mamá ya no estaba. Suspiré vacío.
18. [malentendido]
Areum
—Joji, ¿podemos parar un momento en la librería más cercana? –busqué la mirada del joven chófer en el espejo, y vi el conflicto en sus ojos–. Puedes entrar conmigo si quieres, no le diré nada a mi madre.
—Estoy en horario laboral, Señorita So –giró el volante con gracia, aparcando en frente del comercio y sosteniéndome la mirada con una sonrisa educada.
—Aún así puedes bajar, ¿vale? –desabroché el cinturón para colarme entre los dos asientos delanteros, mirándole de forma amistosa y directa–. No tardo mucho.
Me apeé del coche, sosteniendo la tela de la falda a mis muslos. Aunque en el momento me hubiese parecido excitante, se me habían manchado las bragas con mis fluidos y los del Señor Takashi, y me daba bastante asco llevarlas puestas, así que no llevaba nada debajo.
Unas campanitas metálicas anunciaron mi entrada a la librería, e instantáneamente me relajé cuando las páginas de papel capturaron mi olfato. Aprovechando que le gustaba leer, iba a comprarle el regalo de cumpleaños a Kohaku.
Me acerqué al mostrador que había al final, con un bonsái al lado del chico. Ocultaba su cara tras el cómic que leía.
—Hola –esperé a que me prestara atención, y me sorprendí al ver lo atractivo que era, probablemente fuera universitario–, ¿me puedes ayudar a buscar un libro?
—Claro –clavó el marcapáginas en el cómic antes de levantarse, y vi lo alto que era en realidad. Le tendí la lista de libros, manteniéndome firme, y observé el mullet rubio-sucio que enmarcaba su cara. En el pin de su camiseta rezaba “Mon”.
Al mirar la lista de los sugerentes títulos, arqueó una ceja.
—Son para un amigo... –sonreí un poco avergonzada, pero aún así le seguí hasta la estantería más oculta de la tienda.
—No juzgo las compras de mis clientes –le hizo una seña a los estantes +18, sonriéndome con un poco de chulería. Yo hice lo mismo.
—Gracias, “Mon” –leí su etiqueta, y volvió a desvanecerse entre montañas de libros. Estaría bien trabajar aquí, muy bien.
Busqué algunos títulos entre los perfectamente alineados lomos, y mi curiosidad de vez en cuando sacaba algún volumen de su alineación solo para ver la portada. Era una imagen peculiar, una colegiala en la sección de hentai y sin bragas. No se veía todos los días.
Di un pequeño saltito al encontrar el título, y sonreí al ver cerezas en la portada. Porque sí, le había buscado a Kohaku hentai que tuviese cerezas, que parecían gustarle mucho. Recopilé algunos más que creí que podrían gustarle, y cuando me quise dar cuenta, ya tenía más de cinco entre los brazos.
Circulando hacia el mostrador, eché una ojeada a las estanterías +18 para chicas, y salté del susto con la voz.
—Creía que eran para un amigo –carraspeó el tal Mon, su voz tan cerca que me desubicó por un momento. Estaba colocando mangas en la otra parte de la estantería, su mirada filtrándose a través del hueco que yo había dejado.
Me dispuse a pagar, justo cuando las campanitas metálicas anunciaron el ingreso de un nuevo cliente. Sonreí al ver la cara seria de Joji, que a pesar de ser la imperturbable mirada de siempre, me saludó de forma militar y cómplice.
Mon siseó sin motivo alguno.
—¿Pasa algo?
Señaló mi pecho, y fruncí el ceño un poco confundida.
—Tengo