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Antropología de la integración. Antonio Malo PéЧитать онлайн книгу.

Antropología de la integración - Antonio Malo Pé


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otro lado, puesto que lo generado es el cuerpo, sus propiedades fisicoquímicas y órganos dependen de la generación, así como la muerte del cuerpo de la corrupción de los órganos. En virtud de su unidad, el cuerpo humano —como el de otros seres vivos más evolucionados— no admite división en partes ni, sobre todo, ser unificado con otros cuerpos, sean estos humanos o no. Es verdad que, gracias a la tecnología, es posible extirpar y trasplantar algunos órganos y también miembros; sin embargo, lo que resulta extirpado o trasplantado no es el cuerpo, sino solo una de sus partes. Se explica así la imposibilidad de trasplantar el encéfalo, que es el centro del sistema nervioso y de las funciones neurovegetativas y sensitivas, pues en él parece radicar la identidad numérica del cuerpo. Así, en el hipotético caso de un traspaso del encéfalo a otro tronco somático humano, tendríamos un trasplante del cuerpo y, como consecuencia, de la entera persona[2]. Por lo que se refiere a los ciborgs, las partes artificiales que se conectan al cuerpo no son, en sentido propio, elementos suyos, ya que no participan de su unidad vital: por más sofisticados que sean los órganos, implantes o miembros robóticos, serán siempre instrumentos artificiales, semejantes a las gafas, no órganos.

      Por otro lado, el cuerpo vivo, además de una gran complejidad estructural, está dotado de una multiplicidad de funciones que se realizan mediante órganos específicos. Por eso, para que el cuerpo funcione de forma conveniente, sus órganos tienen que estar bien dispuestos. La multiplicidad de órganos y funciones no es, sin embargo, un obstáculo para la unidad del cuerpo; más aún, es precisamente esta unidad la causa de la diferenciación de funciones y también de su conexión, pues una y otra se hallan al servicio del mismo fin: la vida del cuerpo. En este punto se descubre la segunda ley del cuerpo vivo: cuanto más especializado es un órgano, más perfecta es la función que este puede realizar y, por ello, es más difícil sustituirlo; por ejemplo, el ojo, compuesto de músculos, tejidos, y células específicas —bastones y conos— que hacen posible la percepción de la luz y los colores, tiene como función exclusiva la visión; el tacto, en cambio, que no cuenta con un órgano tan especializado, desempeña diversas funciones. Como consecuencia, entre los animales superiores, los dotados de vista están más evolucionados que los que carecen de ella. Es decir, en las funciones existe una jerarquía, que es semejante a la que hemos visto al hablar de la estructura del cuerpo.

      c) Cuerpo sentiente

      Sentiente significa también un cuerpo capaz de actuar sobre otras realidades materiales, para conocerlas, usarlas e interpretarlas; por ejemplo, esta mesa, que es una superficie rectangular en la que pueden colocarse diversos objetos, es utilizada por mí en estos momentos como escritorio.

      El cuerpo, por tanto, no es una pura estructura funcional de órganos, sino más bien el origen de la experiencia misma que tenemos de la realidad y de nuestro obrar; una experiencia que, mediante las cenestesias y cinestesias, configura la vivencia del propio cuerpo. En efecto, las cenestesias, o percepciones difusas del funcionamiento vegetativo del organismo, constituyen la base de una gama de sensaciones: pesadez o ligereza, extenuación o vitalidad física, fuerza o debilidad; mientras que las cinestesias, o percepciones del movimiento de los músculos, son el fundamento de la localización espacial de los miembros de mi cuerpo y, por consiguiente, del movimiento de ellos y del uso de instrumentos.

      Por último, el cuerpo humano es personal: participa a su modo de la trascendencia de la persona y de su apertura total a la realidad. Lo que se muestra de diversas maneras; por ejemplo, mediante el carácter sistémico de su morfología, como se observa en la conexión intrínseca entre la posición erecta y la libertad de las manos o la producción de sonidos que expresan deseos, sentimientos, voliciones y pensamientos y la comunicación de un mismo mundo humano; y, sobre


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