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Nuestro grupo podría ser tu vida. Michael AzerradЧитать онлайн книгу.

Nuestro grupo podría ser tu vida - Michael  Azerrad


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meses y, a pesar de todo, hasta el cuello de deudas.

      Llegados a ese punto, Robo hacía tiempo que se había ido. De nacionalidad colombiana, había tenido problemas con el visado a finales de la gira de diciembre de 1981 por el Reino Unido y no podía volver a entrar en el país. El grupo había contratado a Bill Stevenson, de The Descendents, para acabar la gira con una semana de conciertos en la Costa Este. Stevenson vivía al final de la calle de Ginn; The Descendents, cuarteto de pop-punk socarrón y acelerado, con canciones como «I Like Food» o «My Dad Sucks», era el grupo hermano de Black Flag y compartían el local de ensayos.

      En la primera mitad de 1982, un muchacho flaco de dieciséis años con tirabuzones, conocido simplemente como Emil, empezó a tocar la batería con el grupo. No duró mucho. Según parece, la novia de Emil le presionaba para que dejara el grupo y pasara más tiempo con ella, y cuando eso llegó a oídos de Ginn, convenció a Mugger de que le dijera a Emil que se había acostado con su novia y así enfrentar a la pareja. Le salió el tiro por la culata, pues provocó una bronca con Mugger. Emil se marchó en plena gira maratoniana de 1982 por Estados Unidos y le sustituyó el increíble Chuck Biscuits de D.O.A.

      En una gira por la Costa Oeste, esa formación tocó en una granja de un minúsculo pueblo situado al norte de Washington, Anacortes. «Henry estuvo increíble», afirmó Calvin Johnson, que escribió la crítica del concierto para el fanzine Sub Pop, «paseándose arriba y abajo, embistiendo, dando bandazos, gruñendo; todo era real, una de las experiencias emocionales más intensas que jamás he presenciado.»

      Desgraciadamente, Biscuits solo duró unos pocos meses. Ginn afirma que Biscuits no aceptaba el riguroso horario de ensayos de Black Flag, que era de seis días a la semana en jornadas de hasta ocho horas al día.

      —Los ensayos de Greg Ginn eran como una larga marcha hasta el mar —explica Rollins—. Por lo que respecta a su ética de trabajo, es como Patton cargado de esteroides. Black Flag era un puñado de gente muy disciplinada —continúa explicando Rollins—. Muy ambiciosos y superdisciplinados. Formar parte de ese grupo era como recibir una instrucción continua. Practicabas el repertorio una o dos veces por noche. Teníamos ensayo de grupo seis o siete días a la semana. Los fines de semana yo tenía que descansar la voz. Decía: «Greg, me voy a casa de una amiga este fin de semana porque me va a dar de comer. Volveré el lunes. No pienso cantar ni el sábado ni el domingo porque quiero descansar la voz». Y Greg se cabreaba un poco. Él estaba allí siete días a la semana. Así era Black Flag. Jamás hubo anarquía alguna en nuestro estilo de vida.

      El deseo de Rollins de descansar la voz de vez en cuando no era la única cosa que le separaba del resto del grupo.

      —Jamás hablé mucho con Henry —explica Ginn—. Henry siempre fue un tipo solitario.

      Otra faceta del aislamiento de Rollins provenía del hecho de que no fumaba hierba y, en su lugar, bebía cantidades industriales de café, lo que significa que iba chutado de cafeína mientras los demás iban fumados.

      —Debes tener en cuenta otra cosa: Black Flag jamás fue un grupo de amigos —explica Rollins—, jamás hubo una gran camaradería.

      Dukowski sí que se convirtió en el gurú sardónico de Rollins, pero Rollins jamás trabó amistad con el enigmático Ginn.

      —Nunca sabías cómo estabas con Greg —cuenta Rollins—. Las nuevas incorporaciones venían y me decían: «¿Le caigo bien a Greg?» «¿Cómo lo llevo con Greg?» Y yo les contestaba: «Lo llevas bien, no te preocupes por eso, toca la canción, toca como dice Greg, está genial».

      Bill Stevenson se unió a Black Flag en el invierno de 1982-1983, en plena reyerta con Unicorn. Stevenson era un tipo brillante que sabía escribir y producir canciones, lo cual era bueno y malo al mismo tiempo porque, aunque podía ayudar a Ginn en ambos frentes, a veces también significaba que chocaba con él.

      Emprendieron una gira americana ese mes de enero, antes de marchar a Europa para realizar una gira con The Minutemen durante el invierno más frío que el continente había visto en años. Por cómo lo cuenta Rollins, toda la gira fue una sucesión interminable de clubs sin calefacción, casas de okupas punks, hambre, miseria y dolor; como colofón, les embargaron la furgoneta. Muy al inicio de la gira, Rollins ya había quedado desencantado con al menos uno de sus compañeros. «Mike Watt no para nunca de hablar», escribió Rollins en su diario de gira, posteriormente publicado con el nombre de Get in the Van. «Creo que le voy a dar una buena paliza antes de que todo esto termine.»

      Pero todavía sentía mayor desprecio por la gente del público. En un concierto en Alemania, «mordí a un skinhead en la boca y empezó a sangrar horriblemente», escribió Rollins. «Acabé con la cara llena de su sangre.» En Viena, un miembro del público golpeó a Rollins en la boca con el micrófono; la gente le escupió a la cara; alguien le quemó las piernas con un puro; intentó proteger de unos porteros demasiado celosos a un tipo que quería tirarse desde el escenario, y el tipo al que intentaba proteger le propinó un puñetazo en la barbilla por sus molestias. Cuando llegó la policía, la multitud les dio una paliza, les robó el uniforme y, presuntamente, mató al perro policía.

      Cuando un punk pendenciero molestó a Ginn durante un concierto en Inglaterra, Rollins le partió la cara. «Su cresta», escribió Rollins, «se convirtió en un buen mango mientras golpeaba su cara contra el suelo.» Posteriormente, Ginn regañó a Rollins por esa paliza, tachándole de «machito gilipollas». Rollins estaba convencido de que Ginn habría pensado de forma muy diferente si le hubieran atacado a él. «No me molesté en hablar con él porque no puedes hablar con Greg», escribió Rollins. «Solo puedes aceptarlo y continuar tocando. Peor para él.»

      Cuando fueron a tocar a un club en Italia, había una multitud de punks de aspecto amenazador esperándoles. Los punks italianos rodearon la furgoneta y empezaron a zarandearla y a aporrear las ventanillas. El grupo empezó a asustarse, intentando encontrar un modo de entrar en el club sin sufrir ningún daño físico. Finalmente, salieron atropelladamente de la furgoneta y corrieron hacia el club. Esa marabunta embravecida enseguida les rodeó y empezó a abrazarles, besarles y darles regalos.

      Mientras Black Flag resolvía su situación legal, destacados grupos hardcore como Minor Threat se habían separado, los Bad Brains se habían tomado un descanso indefinido y la escena hardcore se había vuelto absurdamente reglamentada y endogámica, tanto social como musicalmente. La ilustración de Raymond Pettibon para Six Pack, el EP que Black Flag sacó en 1981, había sido asombrosamente profética: un punk que se había pintado a sí mismo en el rincón de una habitación. La música que Black Flag hizo tras Damaged fue un intento por trazar un itinerario fuera de ese callejón estilístico sin salida. Eso significaba volver a grupos como The Stooges, MC5 y, sobre todo, Black Sabbath para encontrar formas de transmitir agresividad y poder sin recurrir al truco barato de la velocidad (aunque el grupo conservó el truco todavía más barato del volumen). Así pues, Ginn frenó la nueva música de Black Flag, argumentando que aunque una bala a toda velocidad puede perforar un muro, un tanque que avanza lentamente causa más estragos.

      Pero al constatar sagazmente que muchos otros grupos, grupos por los cuales sentía un gran desprecio, tomaban sus ideas y las convertían en una fórmula y vendían más entradas y discos que Black Flag, Ginn ocultó ese nuevo planteamiento a los advenedizos.

      —No querían tocar las nuevas canciones porque ya había demasiados grupos dispuestos a robar las ideas en las que estaban trabajando —explica Joe Carducci—. Mucha gente estaba en vilo: «¿Qué haces después de acelerarlo todo hasta el punto de ruptura? ¿Qué haces entonces, Greg?». Así que Greg ocultó todo eso… No lo tocaba delante de los demás.

      Pero Ginn tenía que hacer cambios en el grupo si quería plasmar su nueva visión musical. Como guitarrista, Dez Cadena era conservador y se decantaba por el rock clásico genérico propio de Humble Pie y ZZ Top, que Ginn ya no podía tolerar. Cadena dejó el grupo en agosto de 1983 para formar su propio grupo, DC3, que grabó varios discos para SST inspirados en el rock clásico.

      Y en otoño, Chuck Dukowski también dejó el grupo. Ginn era un hombre con el que era difícil trabajar, pero a esas alturas


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