Nuestro grupo podría ser tu vida. Michael AzerradЧитать онлайн книгу.
da miedo», escribió Michael Goldberg, periodista de Rolling Stone. «Unos ojos que te perforan. El pelo, una melena enredada que le cae por la espalda más allá de los hombros. Ropa andrajosa y rasgada. Muchos tatuajes: calaveras y serpientes, demonios, una araña, un murciélago. Y grabada en la parte superior de la espalda, con letras de tres centímetros, la filosofía de vida de Henry Rollins: SEARCH AND DESTROY16.»
Tristemente, tal y como ocurre con tantos hijos del abuso, el masoquismo era una parte esencial de la psique de Rollins: «Espero que me den una paliza pronto», escribió Rollins en una de las primeras giras. «Necesito el dolor para actuar. Necesito actuar como si me fuera la vida en ello o no vale la pena.» Antes de un concierto en un pueblecito del Norte de California, Rollins encontró un trozo de vaso roto y se rasgó el pecho con él. «Empezó a brotar sangre por todos lados», escribió. «Experimentar puro dolor me hizo sentir bien. Me ayudó a ver las cosas con perspectiva.» Incluso la antipatía que Ginn sentía por él se convirtió en una especie de prueba de dureza viril, una validación retorcida de la determinación de Rollins.
En 1984, durante la gira, Rollins prefería comer separado del resto del grupo. «Es imposible que me siente a oír toda esa conversación si no tengo por qué hacerlo», explicó en su diario de gira. Posteriormente, en lugar de viajar en la furgoneta del grupo, prefería la parte de atrás de la camioneta del equipo, donde permanecía totalmente a oscuras durante horas, al lado de los altavoces y los amplificadores.
Como cabía esperar, empezaron a surgir tensiones entre Rollins y el resto del grupo. La primera vez que Rollins lo percibió fue en la primavera de 1984, durante una gira por Europa. «Bill y Kira son difíciles de soportar», escribió Rollins en su diario. «Me la suda. Son como son.» Por lo visto, Rollins no afrontaba directamente los problemas con sus compañeros de grupo y, en su lugar, prefería añadirlos al formidable arsenal de arcos y flechas que acosaban su alma atormentada.
Black Flag tocaban en todas las ciudades en las que eran bienvenidos, y en muchas otras también, con lo que dieron prácticamente doscientos conciertos en 1984.
—Tocaban en todas las ciudades que podían —explica Jeff Pezzati, de Naked Raygun—. Cada vez que íbamos a una ciudad de la que jamás había oído hablar, algún pueblucho de mala muerte, decían: «Mira por dónde: Black Flag estuvo aquí hace dos semanas».
Todos los grupos punk de la ciudad intentaban figurar en el programa cuando tocaba Black Flag, de modo que, para evitar discusiones, generalmente iban de gira con su propio programa: Black Flag era el cabeza de cartel con otros grupos de SST de apoyo. De este modo, iban de gira con grupos que les gustaban y era una buena operación comercial para SST. Desde principios de los 80, Nig-Heist eran los teloneros. La formación rotatoria de Nig-Heist estaba formada por los roadies de Black Flag —Mugger como cantante y Davo como bajista—, Dez Cadena (con el nombre de Theotis Gumbo) era el guitarrista, Stevenson el batería y Dukowski también tocaba la guitarra. Todos llevaban largas pelucas. Era un grupo cuya presencia escénica era «comparable a un boy scout epiléptico acosando sexualmente a una vagabunda», como describió con admiración un fanzine, y que poseía «todo el humor propio de una maratón televisiva para recaudar fondos para la distrofia muscular».
Los seguidores de Black Flag quizá habían creído que habían monopolizado el mercado de la indignación, pero Nig-Heist estuvo encantado de bajarlos de la nube. Nig-Heist era el grupo que a la gente le encantaba odiar. Noche tras noche durante la gira Black Flag / Meat Puppets de la primavera de 1984, la mayor ovación llegaba cuando Mugger anunciaba que solo tocarían una canción más. El pelo largo era uno de los principales factores de la aversión que el grupo despertaba, y con canciones como «Hot Muff» y «Whore Please», ¿cómo podía alguien no odiarles?17
Y Nig-Heist no era el único grupo del cartel que dejaba flipado al personal —además de Black Flag y su controvertido sludge-metal, los Meat Puppets realizaban durante sus conciertos solos de guitarra que te hacían estallar la cabeza, versiones alucinantes de El mago de Oz y country rock trascendental—. Las giras Black Flag / Meat Puppets / Nig-Heist eran un poderoso recordatorio de que el punk rock podía ser cualquier cosa que uno quisiera.
Nig-Heist, sin embargo, puede haber sido una especie de manifestación de la identidad colectiva de Black Flag. Aunque eran pocas y muy espaciadas, canciones extraordinariamente obscenas como «Slip It In» y «Loose Nut» («I’ll be back in a little while / But first I gotta get some vertical smile18») eran un buen indicador de la reputación de Black Flag como acosadores de groupies.
—Queríamos follarnos a vuestra mujeres —presume Rollins—. Y de qué manera. Si podíamos, lo hacíamos. En cualquier momento y lugar, intentábamos echar un polvo.
El sexo suponía un respiro al estrés y las privaciones de la vida en Black Flag, especialmente cuando estaban de gira.
—En aquellos días no conseguías muchas cosas más bonitas o divertidas en tu vida —explica Rollins—. Los conciertos eran divertidos, aunque siempre cargados de tensión. Pero… ¿encontrar una chica bonita que fuera amable contigo y quisiera follar? Oh, Dios, eso era como un oasis.
Después de los conciertos, la furgoneta desordenada y hedionda se convertía con frecuencia en una suite nupcial de chapa de acero.
—Muchas noches follaba en la furgoneta, a veces al lado de otro tío que también estaba follando —cuenta Rollins—. Y tienes que tener una pareja muy comprensiva o muy entusiasta para estar contigo en semejante situación de proximidad.
Todos los discos de Black Flag, excepto Damaged, estaban diseñados por Raymond Pettibon, y SST vendió libros de panfletos de la obra de este, con títulos como Tripping Corpse, New Wave of Violence y The Bible, the Bottle and the Bomb. Al igual que el arte psicodélico de San Francisco de los 60, las obras a tinta de Pettibon eran una perfecta analogía visual de la música que promovían: valientes, crudas, violentas, inteligentes, provocadoras y profundamente americanas.
Pettibon generalmente trabajaba sobre un único panel, de modo que el mensaje tenía que ser directo y poderoso. Un cartel mostraba a la víctima de una ejecución, muerta, recostada en un árbol mientras un hombre con una pala aparecía de pie al fondo; el texto decía: «LOS SUMISOS HEREDAN LA TIERRA». En un flyer de un concierto para recaudar fondos para la defensa legal contra Unicorn aparecía un joven bien vestido al que se llevaban encadenado mientras un grupo de mujeres le miraba con admiración. «Todo el mundo ama a un asesino guapo», rezaba la leyenda.
Un flyer de Raymond Pettibon para un concierto de Black Flag de 1982. Nótese el impresionante cartel compuesto por grupos que, por aquel entonces, eran prácticamente desconocidos. Diseño e ilustración: Raymond Pettibon.
El hecho de que Black Flag, caricaturizado como un grupo punk absurdamente agresivo, se pudiera aliar con una obra gráfica de alto nivel conceptual demostraba que en el grupo había más inteligencia de lo que muchos observadores sospechaban. «Algunos creen que algo tan físico como nuestros conciertos debe querer decir que no hay ninguna reflexión en el proceso, pero eso no es verdad», comentó Ginn a Robert Hilburn, del L.A. Times. «Es cierto que queremos proporcionar una liberación física y emocional, pero también queremos crear una atmósfera en la que se anime a la gente a pensar por ella misma en lugar de aceptar lo que les han contado.» Incluso la reacción de los medios a los conciertos jugaba a favor del grupo, ya que cuando los chicos que realmente habían estado allí veían cómo las noticias dramatizaban lo que en realidad había ocurrido, pensaban que los medios también podían exagerar y distorsionar otras noticias.
Patrocinado por el legendario agitador cultural de Los Ángeles, Harvey Kubernik, Rollins había empezado a dar recitales de spoken word (una nueva expresión en aquella época) de sus poemas y sus entradas de diario en noviembre de 1983. Family Man, editado a finales de septiembre de 1984 y el cuarto álbum que el grupo había sacado ese año, dividía a Black Flag en sus componentes cada vez más diferenciados —el grupo y Rollins—, con una cara instrumental y otra recitada. El verano siguiente,