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Nuestro grupo podría ser tu vida. Michael AzerradЧитать онлайн книгу.

Nuestro grupo podría ser tu vida - Michael  Azerrad


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A SNAKE CONSUMING ITS TAIL…19» o «THE DAYS / PASS LIKE / PASSING YOUR / HANDS THRU / BROKEN / GLASS. / A LITLE / BLOOD / SEEPSOUT. / I FEEL SOME / PAIN HERE / AND THERE…20».

      En 1986, Rollins hacía cada vez más cosas por su cuenta, ya fueran recitales o artículos para revistas, incluido uno sobre las tiendas 7-Eleven para la revista Spin que tuvo amplia repercusión. Eso chocaba frontalmente con la ética de uno para todos y todos para uno de Ginn. Y con la sección rítmica cambiando con tanta frecuencia, Ginn no tenía ningún aliado fuerte en el grupo. Black Flag había acabado cayendo en el arquetipo de grupos anacrónicos como The Rolling Stones y Led Zeppelin: un líder carismático y un guitarrista enigmático y genial, con el apoyo de una sección rítmica relativamente anónima. Y aunque la autoflagelación de Rollins parecía invertir la postura egoísta del metal, su ensimismamiento no era más que la cruz de la misma moneda.

      Quizá como antídoto a las aspiraciones de bardo de Rollins, el EP de 1985, The Process of Weeding Out, completamente instrumental, nos muestra al grupo alargando al máximo cuatro temas (e incluye algún fragmento admirable de Roessler). El título tiene un triple significado. Además de deshacerse de Rollins y de la referencia evidente a la hierba, se refiere a la forma en la que la música más exigente excluía a los seguidores menos perspicaces del grupo.

      En las notas de la carátula, Ginn denuncia el auge del Parent’s Music Resource Center, un grupo dirigido por Tipper, la mujer de Al Gore, senador por Tennessee, que pretendía censurar las letras rockeras que personalmente consideraba ofensivas. «Tengo fe en que los tipos que van de policías por la vida», escribió Ginn, «con sus mentes estrictamente lineales y su apego a las normas, no tengan la capacidad necesaria para descifrar los contenidos intuitivos de este disco.»

      La música tortuosa quería representar el compromiso intenso del grupo —la mayoría de sus miembros se habían tatuado las barras de Black Flag en sus cuerpos— y la frustración de seguir luchando contra la pobreza y la indiferencia. La ética de trabajo de Black Flag —las giras constantes, los conciertos en los que se dejaban la piel, los ensayos incesantes— era una manera de soportar el dolor, ahogándolo en oleadas de ruido y adrenalina. Tal y como dice el viejo chiste, Black Flag sufría por su arte, y ahora el público también tenía que sufrirlo. Ginn incluso tenía un nombre para ese enfoque: «el concepto destructivo», es decir, un ataque sónico dirigido hacia el público. Joe Carducci recuerda un concierto en el que el grupo tocó durante más de dos horas.

      —Al final —dice—, la gente sencillamente se iba quedando rezagada, como en un campo de batalla.

      El grupo se había alejado tanto de su público como lo estaba de la sociedad en general. «Intentábamos tocar a través del público en lugar de hacerlo para el público», dijo Stevenson. «Bajábamos la cabeza, tocábamos tan fuerte como podíamos y hacíamos caso omiso de su existencia.» «Intentaba empujar al público con mi bajo contra la pared del fondo», dijo Roessler. «Obligábamos a la multitud a someterse a la voluntad del grupo durante más tiempo del que podían soportar.»

      Los conciertos se convirtieron en unas pruebas de agonizante tormento para el grupo y para el público. Roessler se hizo daño en la mano de tocar tanto el bajo y desde entonces le duele cada vez que toca. El sudor y la sangre de Ginn se filtraban dentro de la guitarra y provocaban cortocircuitos. Finalmente, fijó el control del tono del instrumento donde le gustaba, subió el potenciómetro de volumen hasta diez, lo soldó todo e instaló un interruptor hermético. Desde entonces, cuando la guitarra de Greg estaba enchufada, estaba a tope.

      «En el escenario, todo el mundo estaba retorciéndose y gimiendo», escribió Patty Stirling sobre un concierto del 26 de julio de 1984. «Yo quería decir: “No pasa nada, no tenéis que hacerlo. Iros a casa, tomad una cerveza, mirad algo divertido en la tele o id a visitar a un amigo”. Bien, si yo estuviera rodeada por esa música gran parte del tiempo, también sufriría. El ritmo se arrastraba tanto que parecía que fuera hacia atrás.»

      Lanzado a principios de mayo de 1985, Loose Nut contiene parte del hard rock más convencional de la historia de Black Flag, aunque compensado por el habitual autoodio histriónico de Rollins. Pero la pandilla original de SST empezaba a disolverse. A Raymond Pettibon, hermano de Ginn, no le importaba demasiado que SST jamás le pagara por su trabajo, pero se mostraba cada vez más frustrado porque, aunque era un artista reconocido por méritos propios, todavía se le conocía básicamente como «el tío de Black Flag».

      La gota que colmó el vaso llegó con la portada de Loose Nut. Resulta que es un autorretrato: un hombre guiña el ojo mientras dos mujeres ligeras de ropa se sientan en su regazo. La leyenda dice: «Las mujeres son capaces de crear grandes artistas». Esa obra se había utilizado originariamente en un flyer unos cuantos años antes y Ginn había decidido recuperarla sin decírselo a su hermano. Entonces Stevenson, ahora en su rol de maquetador, recortó la obra original de Pettibon y utilizó las piezas como elementos para la hoja con las letras. Pettibon se encolerizó al ver la profanación de su obra y ese año él y Ginn dejaron de hablarse.

      Eso ocurrió aproximadamente en la época en que Spot también dejó la familia de SST.

      —El grupo se tomaba a sí mismo demasiado en serio —comenta Spot—. Y algunos del grupo se tomaban a sí mismos demasiado en serio. Lo que los convirtió en unos indeseables. Ya no podía estar con ellos.

      Ginn echa toda la culpa a Rollins. Aunque los recitales de Rollins eran, por lo general, divertidos, Rollins estaba «recortando cada vez más cualquier cosa con sentido del humor» en la música de Black Flag, afirma Ginn. «Se volvió negativo sobre ese tipo de cosas o sobre las canciones que unían a la gente.» Aunque cantaba canciones como «Six Pack» y «TV Party» en los conciertos, Rollins no soportaba las canciones nuevas que olían a diversión. El humor no se ajustaba al personaje que Rollins estaba creando para él mismo.

      —Empezó a dárselas de Jim Morrison más que de Iggy Pop —cuenta Ginn—, con ese tipo de comportamiento en plan «Yo soy poeta».

      Un poco de ligereza habría conseguido que los aspectos más oscuros del grupo fueran más creíbles y, por tanto, más poderosos, tal y como había ocurrido en el memorable Damaged. En lugar de eso, Rollins se movía indulgentemente entre la autocompasión y los excesos machistas.

      —Eso es todo lo que le quedaba, siempre los mismos temas: «Te mataré, me haré daño» —explica Ginn—. Yo no quería formar parte de eso.

      Bill Stevenson abandonó el grupo a finales de abril de 1985. «Había mucho mal rollo, y el grupo empezó a desmoronarse después de eso», explicó. «Había una gran lucha de personalidades que ninguno de nosotros quería resolver, de modo que Greg empezó a sustituir a la gente.»

      Ginn explica esta afirmación un poco vaga asegurando que Stevenson, que en el pasado había estado próximo a Rollins, cada vez se sentía más alejado de él y quería que Ginn buscara a un nuevo cantante. Claramente, uno de ellos tenía que irse. Ginn echó a Stevenson.

      Henry Rollins dándolo todo en el 9:30 Club de Washington D. C., en 1983. Foto: Jim Saah.

      De todos modos, a Stevenson no le había gustado el rumbo que el grupo había tomado cuando se había unido a él. «Black Flag haciendo heavy metal distorsionado no era tan bueno como Black Flag haciendo versiones distorsionadas de punk rock», dijo. «No creo que sonáramos tan bien despacio.»

      Resultó que The Descendents empezaron de nuevo, de modo que era el momento lógico para irse, aunque, según cuentan, Stevenson se mostró muy enfadado cuando Ginn le echó.

      Con Anthony Martínez como nuevo batería, empezaron una larga gira en mayo de 1985, recorriendo el Suroeste, el Sur, el Noreste, de allí fueron a Michigan y luego a Canadá, bajando hasta el Noroeste y desde allí hasta California; noventa y tres conciertos en ciento cinco agotadores días de verano.

      En esa gira, Rollins ya bebía café literalmente de la cafetera, con lo que no era extraño que padeciera unos dolores de cabeza terribles. Se rompió


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