Pequeño circo. Nando CruzЧитать онлайн книгу.
del Paisley Underground…
Manipulábamos lo que escribíamos a base de fotocopias, hacíamos los montajes y… ¿dónde imprimíamos? Esa era otra… De crío no sabes nada del mundo de las imprentas. En Bilbao, cerca de la facultad, había una copistería. Allí nos hicieron el primer número. Salían Psychic TV, R.E.M., críticas de discos y maquetas de grupos locales.
El primer número lo hicimos con fotocopias. Luego ya los hicimos con fotolitos porque las tiradas lo requerían y la fotocopia era un lujo del copón. Sin embargo, la impresora Repromaster era manual y se utilizaba para hacer flyers políticos. Cuando empezamos solo hacían fotocopias en algunos sitios. Las usábamos para componer algún texto y hacer la maqueta, pero luego con eso íbamos a un sitio donde nos hacían los fotolitos… Hasta que descubrimos que hacer fotocopias sobre acetato valía como fotolito. Ahí ya nos ahorramos mucho coste y pudimos hacer más colores.
En Madrid había un fanzine, el Garageland, que tenía la portada en dos colores. Y pensabas, «¿cómo coño se hace eso?». Ibas por las imprentas y preguntabas. Y un señor con una bata te decía, «haz el fotolito, lo traes y te lo imprimo con este papel que me ha sobrado». Estábamos condicionados por el presupuesto de impresión, así que salían los que podías pagar: trescientos, quinientos, mil o dos mil, como llegamos a hacer al final.
UNAI FRESNEDO: Con Gorka me empecé a interesar por el garaje, el sixties, el punk del 77… y más adelante ya por Sonic Youth, Sub Pop, Mudhoney… Iba a su casa y nos pasábamos la tarde escuchando discos, mirando, fumando… Nada del otro mundo. Un porrito y poco más. Llegaba a las cuatro y a las diez ya tenía que irme para mi casa. Igual salíamos a dar una vuelta y comprábamos una palmera en un horno muy goloso que había debajo de su casa. Lo más importante era la música. Las drogas eran algo muy secundario. Si había mil pelas era mejor comprar un disco que diez porros. Además, estaba su padre en casa y podía vernos.
IÑIGO PASTOR: Mis gustos musicales iban unidos a la tradición del fanzine. En cada país hubo grupos con sonido underground, posterior al punk, que miraban hacia atrás y hacían cosas basándose en unos referentes comunes. Las compañías donde grababan eran normalmente independientes y estaban distribuidas de forma paralela a los fanzines.
Leías de muchos de esos grupos, aunque fuera en inglés o en francés, antes de escucharlos. Inglés sabía lo justo. Tenía un inglés de bachiller. Iba aprendiendo con los discos y en las primeras excursiones que hice al extranjero.
Hicimos muchas entrevistas por correo. En Santurce no había mucho paso de grupos, y a los pocos que pudimos entrevistar en persona —grupos como Los Raros o Como Huele— les resultaba tan raro como a nosotros estar haciendo una entrevista. A algunos los contactamos por carta. Buscábamos grupos de los que teníamos alguna referencia, mirábamos la información de los discos, escribíamos a la compañía y esta a veces te respondía y te ponía en contacto con ellos.
Más entrados los años 80, coincidiendo con la aparición del Ruta 66, ya se empezó a hablar de los grupos de Madrid: Los Enemigos, Los Nativos, Sex Museum…
UNAI FRESNEDO: En casa de Gorka veía cómo él y su hermano hacían el fanzine. Para mí fue un aprendizaje total. Como veía todas las cartas y discos que les enviaban, pensé: yo también quiero hacer uno.
METER LA LLAVE EN EL APARTADO DE CORREOS
IÑIGO PASTOR: Lo primero que hicimos, antes de tener un fanzine, fue pedir un apartado de correos. En Correos ya nos conocían a mi hermano Gorka y a mí. Nos gastábamos muchísimo dinero en sellos. Más, incluso, que en discos. Pensábamos que esos sellos se convertirían en discos.
Hicimos un número bilingüe: castellano e inglés. Aunque al principio casi todo lo escribíamos en castellano, ya mandábamos el fanzine al extranjero con el ánimo de que nos mandasen discos promocionales. Y en muchos casos ocurría. A principio de los 80 recibíamos promos de Beggars Banquet en Inglaterra, de BOMP! en Los Ángeles, de Citadel en Australia, de New Rose en Francia… Los sellos mandaban un paquete de discos a un fanzine, el fanzine hacía un reportaje y la gente se enteraba. Nunca hubo ánimo de lucro en esos años. Mandabas tu fanzine a un fanzine de Nueva York, sacaba tu dirección en su columna de fanzines y los grupos que la veían te escribían y te mandaban su disco o su maqueta. Nos llegaban mogollón de cosas: cartas, maquetas, discos… Mi momento favorito, durante muchos años, fue meter la llave en el apartado de correos, abrir y mirar qué había llegado.
Todo fanzine, por lo general, tenía su sección de otros fanzines en la que aparecía el contacto y de qué iban. Era como una red, como cuando recibes esa carta de «manda esta carta a seis personas». Mandábamos muchos ejemplares fuera para ver qué pasaba. Y empezaron a pasar cosas. Lo mandábamos a Edimburgo y los Pastels nos mandaban sus discos. Viéndolo ahora parece la Edad Media, pero es algo que funcionó. Y aprendías mucho. Te llegaban cosas muy distintas, cosas que descubrías y que, a la vez, transmitías. Esto último era lo más bonito: la transmisión.
Nuestro fanzine se veía en muchos sitios de España. Mandabas cincuenta ejemplares a gente de grupos y otros fanzines, y al cabo de dos meses te decían, «he vendido tantos, te mando el dinero». Era una distribución totalmente alternativa; un poco anárquica, pero funcionaba. También teníamos puntos de venta fijos. Yo mismo llevaba los fanzines a los bares.
ROBER!: Los fanzines se vendían en las tiendas que tenían discos más underground, pero, sobre todo, en bares. Los compraba en el Muga de Bilbao, en el Mellid de Barakaldo… La herencia de los Munster fue de los que más me marcó. Es el primero que marcó la línea del garaje, el rock australiano… A los Scientists los descubrí ahí. También estaba el Ruta del principio, que era un poco como un fanzine, Romilar-D…
Tuve un programa en una radio libre que montaron en una casa okupada. Se llamaba Eau de cloac: sin ka. Lo de la ka lo llevaba mal. Ahora me gustan muchos grupos del rock radical, pero entonces era la reacción contra lo que había. Y si a todo el mundo le gustaba el rock radical, a mí no. En la radio poníamos Spacemen 3, Sonic Youth, The Lime Spiders… La gente llamaba preguntando si esa música la hacíamos nosotros, porque eran cosas muy ruidosas. Entre canción y canción leíamos noticias de El Caso con eco. Nos poníamos pedo en el programa.
Duró dos años. Luego tiraron el local, lo remodelaron y lo convirtieron en la Escuela de Idiomas de Barakaldo.
IÑIGO PASTOR: Decidí meter un single en el fanzine cuando vi que los fanzines de fuera lo hacían. El primer flexi fue una coproducción con un sello sueco. Lo conocí porque me escribió un emigrante español: Juan Capel, del fanzine Eye. Era un tipo bastante más mayor que yo que se había ido a estudiar allí en los años 60. Iba a hacer un flexi para el siguiente número de un grupo llamado Puss Twangers y quedamos en que hiciese quinientos más y me los mandase. El flexi lo fabricó él. En el extranjero estaba todo más desarrollado y era más accesible. Aquí preguntabas a cualquiera cómo hacer un disco y era ciencia oculta. Pero así dimos con la fábrica de flexis.
Cuando empezamos a hacer discos, usamos la marca Teenagers From Outer Space4. Era totalmente así como nos sentíamos Gorka y yo. Son cosas con las que conectas. Es algo muy adolescente. La estética de serie B no estaba nada difundida. Nos identificamos instantáneamente con todo aquello, nos parecía música de otro planeta. Lo mantuvimos algunas referencias, pero luego nos pareció muy largo y complicado y lo abandonamos.
Nunca me consideré el raro del instituto. Grababa casetes a muchos compañeros. Y cuando empecé a sacar discos, les vendía a todos mis amigos. Hace no mucho me encontré a uno que ahora es un ejecutivo de la hostia y me dijo, «el otro día le pasé todos los discos de Munster a mi sobrino y flipó».
UNAI FRESNEDO: En 2.º de BUP vi circular el single de La herencia de los Munster con Sex Museum y Enemigos. Lo tenía una chica de Santurce, que lo había comprado. Se lo habrían colocado.
IÑIGO PASTOR: Cuando veraneábamos en Pasajes, mi hermana pasaba a Hendaya a comprar sus vaqueros Levi’s, que no se encontraban aquí, y yo iba a una tienda de discos donde veía cosas increíbles.