Las zonas oscuras de la democracia. Jorge Eduardo SimonettiЧитать онлайн книгу.
alejándose del modelo republico que exige el control y escrutinio de los actos de los gobernantes.
El conjunto de actitudes abusivas del poder, ejercitado casi de manera despótica y despiadada con carácter “hobbesiano” (con la licencia lingüística del término), es observado por el autor en las formas distorsivas que tiene el ejercicio de ese poder desbocado, que a menudo sortea los controles. De allí, entonces, el cesarismo plesbicitario, la democracia delegativa, el decisionismo, el liderazgo de popularidad, el poder encarnado, y las monarquías republicanas y repúblicas monárquicas, que son las disfuncionalidades del sistema, descriptas con precisión. El remate llega cuando dice que “el poder no se mancha”, puesto que los ciudadanos no tienen que soportar los excesos y las falencias de una clase política que no satisface las expectativas colectivas.
El autor por ello, dentro del siguiente capítulo de las zonas oscuras de la democracia, se detiene con claridad conceptual y vocación docente para desentrañar las formas y modos con que se manifiesta una crisis de representación, que desdibuja el comportamiento institucional, sea en el parlamento o en el poder judicial, donde el control (jurisdiccional o institucional), como el alfa y omega del sistema republicano, declinó notablemente, dejando una república diezmada como apunta con juicio certero. También pone foco en el cáncer del sistema democrático, la corrupción, que está presente aun cuando a veces se oculta entre los pliegues de los acontecimientos cotidianos.
Lejos de ser un “raconto” de malas noticias descriptas con maestría, cada tema nos invita a tomar partido por la defensa del sistema republicano, por la democracia como forma de vida, y la realización de la dignidad del hombre, por ello es que para el autor la lucha contra la corrupción es vital.
Esta inquietud se manifiesta en el capítulo siguiente, cuando se enfoca en la llamada corrupción política. Le pone detalles, ya que en “republicanismo vertical o federalismo clientelar”, es la corrupción del sistema del más fuerte sobre las provincias, que se manifiesta en el reparto de cargos a personas carentes de idoneidad, las formas de obtener el concurso sin consenso y carente de dialogo, se menoscaba la participación de los partidos políticos y cada sector busca que las leyes electorales sean a medida, olvidándose de lo que Bobbio nos enseñaba “reglas de juego” para la competencia -las que aportan claridad, transparencia y certeza- y “reglas de estrategia”, aquellas que permiten a un sector ganar, pero siempre respetando las reglas del juego.
El autor, por ello, rechaza toda forma de distorsión y corrupción. que colocan en peligro al sistema democrático. Advierte que existen dos fenómenos que lo agravan, como la manipulación tecnológica y las “fake news” en el marco de la globalización, sencillamente porque la democracia no debe realizarse al margen de la verdad, que debe ser cultora de los mejores ideales y más nobles propósitos y –sobre todo- el ámbito seguro de la realización de los valores que el hombre tiene en el obligado camino para alcanzar la dignidad individual y colectiva.
Casi como un devoto del sistema, nos indica que hay que recuperar una ética social – propia de la república-, que se pueden extender y profundizar los derechos cuidando el desarrollo colectivo, que siempre caminará de la mano de los mejores valores, nos indica, que sólo se logrará mediante hombres justos.
En el epílogo el autor, a modo de obligado inventario, vuelca toda su esperanza, expresa sus anhelos y pone sus mejores intenciones en esta realización colectiva que, como nos enseña, tiene una “permanente reconfiguración por la tensión entre la libertad y el poder”, pero donde tiene que salir ganando, siempre, el ciudadano.
Por último, Jorge, el querido y admirado amigo, me confirió este honor, leer su libro y prologarlo, fue ameno y fácil, es como si Jorge hablara, siempre con la ductilidad del aporte científico que mezcla lo constitucional, la ciencia política y los aportes de la sociología, solo que la grata sorpresa está en la claridad y precisión de sus aportes. No podría estar más agradecido, porque esta obra sin dudas va a contribuir a mejorar la calidad institucional, convencido que con ello se mejora la vida de carne y hueso de cada compatriota.
Armando Rafael Aquino Britos
Introducción
Democracia:
Cuántas cosas hemos hecho los hombres invocando tu nombre.
Recordarte en la ausencia nos consoló en momentos que la niebla autoritaria lo oscurecía todo y los derechos debían arrancarse a tirones, y supimos apreciar tu presencia como abanderada en las transiciones pacíficas que tus tiempos, hoy ya largos, establecen en el mando social.
Nos hemos servido de tu esencia para promover el bien, la libertad, la dignidad humana, la tolerancia, el diálogo, la visión plural, para luchar contra el autoritarismo, la injusticia, la desigualdad, también contra el flagelo del hambre y de la pobreza extrema. Lo hicimos con suerte desigual, pero siempre con la posibilidad que tu generosidad nos regala, de poder corregir nuestros errores, aprender de las caídas, emprender otros rumbos, rescatar nuevas ilusiones.
Magnánima, le pusiste el cuerpo a las inconsistencias humanas, a las que en tu nombre generaron verdaderas autocracias, a quienes, derrotados en su política incompatible con la condición humana, osaron resurgir bajo el engañoso paraguas de la radicalización democrática, a quienes pretendieron utilizarte meramente desde el discurso político y no desde los hechos concretos, a quienes no entendieron que tus males su curan con más y no con menos de tu genética pluralista.
En las buenas estuviste para brindarnos tu impronta, tu organización, tus objetivos; en las malas para iluminar las noches oscuras con tus valores.
Y yo puedo decirte, con una mano en el corazón, que comí de tu mano, curé mis heridas en tu regazo y me eduqué en los pliegues de tu infinita sabiduría. Yo supe que era verdad aquello que me decía uno de tus sacerdotes más queridos: “con la democracia se come, se cura y se educa”, ¡sí que lo supe!
También me enseñaste a identificar el engaño, la apariencia, la falsa sonrisa, el mensaje artificioso. No les creí cuando difundían la consigna de “democratización de la justicia”, querían utilizar tu buen nombre para terminar con tu hija predilecta, la república.
En tus aulas aprendí a diferenciar la autoridad del autoritarismo, el pensamiento plural de la uniformidad alienante, entendí que la solidaridad humana sólo tiene valor cuando compartimos lo que es propio, que no es con monedas de libertad que debemos pagar a los poderosos de turno el precio de la propia dignidad, que el trabajo y no la dádiva nos confiere la ciudadanía completa en tus dominios.
La democracia nace de la voluntad de la ley, se consolida con el cumplimiento de los estándares republicanos y se prolonga en el tiempo a través de la práctica social. Necesita de líderes democráticos, los autócratas sólo pueden generar seguidores, nunca ciudadanos.
En definitiva, querida democracia, no nos debes nada, somos nosotros tus eternos deudores, porque no hemos sabido completar con energía los amplios espacios que nos entregaste para que los administráramos con sabiduría, para en cambio malversar tus principios con propósitos egoístas, declinaciones éticas e inconsistencias fácticas.
Somos los hombres los que debemos defender la democracia, aunque a veces pareciera que es ella la que debe defenderse de nosotros. Diré, entonces, parafraseando a un conocido demócrata: “no preguntes que puede hacer la democracia por ti, pregúntate que puedes hacer tú por ella”.
Sé que la lucha para iluminar tus zonas oscuras nunca termina, está en permanente reconfiguración, precisa de hombres libres, libres de sus temores, de sus fragilidades, de sus egoísmos, dispuestos a no hacerles fácil a los autoritarios, a los que utilizan tu buen nombre para sus propios fines, a los que medran con el esfuerzo ajeno.
En definitiva, quiero seguir contigo, recogiendo tus girones, desplegando tus banderas, defendiendo tus propósitos, porque si te vas, si nos abandonas definitivamente, si piensas que no tenemos remedio, se habrá instalado en la república, definitivamente, la espesa niebla