David, La Esperanza Perdida. Serna Moisés De La JuanЧитать онлайн книгу.
unos pastores que allí cerca estaban, el fuego, acudieron a ver qué pasaba, y se encontraron con el hecho, y fue muy comentado por dos razones, una por la valentía y la segunda por la inteligencia.
No era corriente que un pastor tan joven pudiese ser tan resuelto ante situaciones tan inusuales, lo normal en aquel tiempo, y con la edad del menor es que hubiese salido corriendo a dar aviso a otros pastores para que le ayudasen con aquel animal.
Situación que no era nueva, y que normalmente cuando se volvía con ayuda, se encontraban a más de una oveja herida o muerta, ya que no tenía pastor que la protegiera.
Otros pastores quizás hubiesen tratado de espantarlo con gritos y piedras, buscando que este se asustase y se retirase del lugar ante la imposibilidad de atacar al rebaño.
La alternativa de enfrentar al animal, sólo se solía hacer cuando se estaba muy seguro de poder ganar la contienda, y siempre manteniendo la distancia que permite el brazo estirado sujetando el palo, ya que, de acercarse más, el animal podría contagiarle con algún arañazo o mordisco.
No era la primera vez que algún pastor no supo medir bien sus fuerzas, o la velocidad de movimientos del animal, y fue atacado en vez de su rebaño, contagiando la rabia a la persona, con consecuencias desastrosas.
Pero David, quizás calculando sus posibilidades o llevado por su valentía, tomó la decisión más difícil y arriesgada, y a pesar de ello salió victorioso de aquel enfrentamiento.
Aspecto que fue comentado entre los pastores y que hizo enorgullecer a su padre que vio cómo el menor de sus hijos se estaba haciendo un hombre antes de lo esperado.
Esto es únicamente una señal de que el menor era especial de alguna forma, y en ese momento el niño tenía cinco años.
Pues David, a pesar de no quejarse nunca, tenía que tratar de destacar para ser tenido en cuenta, ya que los demás por años y experiencia le superaban en todo, ya fuese en actividades de fuerza o velocidad.
Pero este joven no estaba dispuesto a ceder en su contienda por ser reconocido por sus hermanos por lo que desarrolló el ingenio como forma de destacar.
Mirar ahora, otra cosa que sucedió cuando ya habían pasado unos años desde este evento, y que, aunque pueda extrañar las labores que realizaban a tan corta edad, pensar que era otra época, y que cualquier mano que ayudase en el trabajo era bienvenida.
Así los menores se iban curtiendo en el oficio, el cual aprendían casi desde que podían tener un palo en el que sujetarse en el caso de los pastores, si bien, las tareas encomendadas al principio se basaban en el cuidado del rebaño en áreas próximas, para poco a poco ir adquiriendo nuevas responsabilidades.
Otros oficios que requerían de más fuerza eran realizados por los mayores, pero con la ayuda, en la medida de sus posibilidades de los menores en dichas labores.
De esta forma se iba enseñando el oficio y adiestrando para que el menor cuando llegase el momento pudiese seguir la tradición familiar o ir a otra localidad, pero sabiendo valerse con su trabajo.
En esta ocasión David se marchó junto con otro muchacho un día por la tarde después de comer a ver las ovejas que tenían en el monte, y que estaba cuidado por uno de sus hermanos.
Pues aún no os he dicho que tenía un montón de ellos, pues como en aquel entonces, no había televisión, se hacían muchos niños, bueno, bromas aparte.
En aquel tiempo era frecuente que las familias tuviesen cinco o más hijos, sabiendo que alguno no saldría adelante debido a las duras condiciones de vida, y en ocasiones a la escasez de alimentos.
Además, tener un hijo no se consideraba una boca más que alimentar como hoy en día, sino un brazo más para trabajar y contribuir a la economía familiar.
De forma que cuantos más hijos se tuviesen la familia se garantizaba su supervivencia, gracias a tantos trabajadores, en cambio aquellas parejas que no conseguían concebir hijos se consideraban que se extinguiría con ellos su linaje.
Pero volviendo a la anécdota, estos dos jóvenes marcharon por el campo, y para acortar camino, bajaron a una torrentera que por allí había, pero que en esos momentos no llevaba agua ninguna.
Es habitual que estos sitios permaneciesen seco durante el verano y en la época de lluvias recuperaba su caudal, siendo entonces incluso intentar atravesarlo debido a que podían llegar a arrastrar a una persona por la fuerza con la que bajaba el agua de las montañas.
Pues bien, tal y como hacen los pequeños que, aprovechan cualquier oportunidad para jugar, así hicieron los dos saltando de piedra en piedra, sin percatarse que algunas estaban sueltas, de forma que el amigo dando un salto pisó sobre una redondeada que se hundió bajo sus pies perdiendo el equilibrio y se cayó, y se hizo daño en una pierna de tal manera que chorreaba mucha sangre y no podía andar.
Ahora diríais que sería una herida externa o algo parecido, donde se había roto el hueso. Bueno, pues llamó a David que iba delante, y cuando éste estuvo a su lado, vio que la cosa era seria, y lo que hizo fue lo siguiente.
En primer lugar, darle un fuerte golpe a su amigo en la cabeza, con lo cual el otro quedó atontado, y en ese momento cogió el pie, y dio un fuerte tirón hacia él, ya que estaba situado de frente a su amigo, y éste tumbado boca arriba, y el amigo profirió un gran grito, pero al punto se le calmó bastante el dolor de la pierna.
Entonces, quitando algunas piedras que tenía allí cerca dejó un pequeño hueco limpio de ellas, y cavó con las manos en el fondo de la torrentera, y salió un poco de arena mojada, pues, aunque la superficie parecía seca, todavía por debajo quedaba la humedad de las lluvias pasadas y del rocío de la mañana.
Sacando aquella tierra mojada se la puso en la herida sangrante, y de esta forma con la arena, a modo de cataplasma, tal y como había visto hacer a su madre con algunas hierbas y barro, pero de las primeras no tenía, ni sabría cuál coger en caso de tener cerca, pero su intervención funcionó y dejó de salir sangre.
Más como seguía de todas formas saliendo un poco, resolvió poner al final un torniquete, ya que pensó que, el cuerpo humano era igual al de los animales que cuando se les ata una pata se les corta la hemorragia, y se lo puso a su amigo. Y esto sucedió cuando solo tenía siete años.
Más mirar que también pensó, y así le dijo a su amigo que, se marchaba a buscar ayuda, y éste dijo que no, pues sabía que por aquellos parajes había animales carniceros que, se alimentaban de ganado, y de los pastores cuando podían.
Por tanto, sería una presa fácil, ya que malherido y en la posición que estaba tenía difícil defenderse en el caso de que algún rapiñero le quisiese atacar, atraído por el olor de la sangre que había manchado las rocas que tenía debajo suya.
Además, tumbado como estaba le sería difícil usar bien el cayado para evitar que algún animal decidiese atacarle mientras estaba solo.
Y para complicarlo aún más y como no sabía cuánto tardaría en llegar con ayuda, pensó que, si caía la noche antes de que volviese en su auxilio, si no había sido pasto de las fieras lo sería del frío ya que en estos parajes puede llegar hasta helar, lo que unido a la debilidad que tenía el joven por la sangre perdida, hacía que fuese difícil que sobreviviese sin el calor de una candela.
Ante este panorama y viendo que no duraría mucho si se iba, insistió implorando en que no se fuese y le dejase sólo allí tirado.
David no tenía una fácil decisión, pues él no podía cargarle tanto como para llevarlo a donde recibiese ayuda, ni tampoco podía dejarle sin atender ya que su pierna estaba empezando a tomar un color diferente y eso no era buena señal, ya que, aunque conocía cómo poner un torniquete porque lo había visto hacer, nadie le había explicado que tenía que ir soltando de vez en cuando la atadura, para que la pierna no se gangrenase.
Hay que indicar que en aquel entonces, el conocimiento sobre medicina estaba reservado a eruditos y consejeros, los cuales atendían a la familia Real y a los príncipes de palacio, mientras que el resto de la ciudadanía se tenía que