Errores del corazón - Un hombre enamorado - Alma de hielo. Linda Lael MillerЧитать онлайн книгу.
cuando unos dientes agudos se clavaron en su talón. Chilló y saltó hacia delante, chocando con el ancho pecho de Josh.
—¿Qué ocurre? —Josh la envolvió en un abrazo protector, con expresión preocupada.
—Birdie me ha mordido el talón —Stacie giró la cabeza y miró con reproche a la perra.
El animal ladeó la cabeza y agitó el rabo de lado a lado, muy despacio. Su boca se curvó hacia arriba hasta dar la impresión de que sonreía.
—Morder talones es una de sus maneras de reunir al ganado —explicó Josh en tono de disculpa—. Es su naturaleza.
—Pues no me gusta esa parte de su naturaleza —Stacie agitó el dedo ante Bert—. No vuelvas a hacerlo.
La perra la miró un momento, después alzó una pata y se la lamió.
—Lo siente mucho —dijo Josh con una sonrisita.
—Ya, claro —Stacie casi pensó que la perra quería verla en brazos de Josh y había hecho lo posible para conseguir su propósito.
—Nada te hará daño nunca —dijo Josh con ojos oscuros e intensos—. No en mi presencia.
—¿Estás diciendo que el vaquero me protegerá de la gran perra mala? —bromeó ella, burlona.
—No lo dudes —miró sus labios.
Aunque sabía que estaba jugando con fuego, Stacie le rodeó el cuello con los brazos y pasó los dedos por su espeso cabello ondulado.
—Lo que me gustaría saber es quién va a protegerme de ti.
No supo si él había oído la pregunta. Porque apenas había abandonado sus labios cuando la boca de Josh se cerró sobre ellos.
Capítulo 3
LA besaste? —Seth Anderssen soltó una carcajada que resonó por todo el café Coffee Pot.
Josh hizo una mueca y cerró los dedos alrededor de la taza, deseando haber mantenido la boca cerrada. Al fin y al cabo, Anna, la hermana de Seth, era amiga de Stacie. Si Seth le decía que había comentado su cita, podía llegar a oídos de Stacie. Y ella podría suponer, erróneamente, que estaba interesado.
No lo estaba, en absoluto.
—¿Volvió a entrar en la casa? —preguntó Seth en un tono de voz exageradamente inocente—. ¿Para que pudierais empezar a conoceros mejor?
—¿Estás preguntándome si me acosté con ella? —Josh se enfrentó a los ojos azules de su amigo.
Aunque no había nadie cerca, Josh había bajado el volumen de su voz. El fracaso de su matrimonio había sido la comidilla del pueblo mucho tiempo y no pensaba repetir la experiencia.
—¿Lo hiciste?
—Claro que no —contestó Josh con voz firme, para no dejar lugar a dudas—. Acabábamos de conocernos. Además, no es mi tipo. Y yo no soy el suyo. Me lo dijo.
—Eso cuéntaselo a quien pueda creérselo —dijo Seth con una sonrisa ladeada.
—Es amiga de Anna —Josh recalcó cada palabra, irritado por las mofas de su amigo, sin saber por qué. A Seth siempre le había gustado pincharlo. Era una actitud habitual en él.
—También es muy bonita —señaló Seth.
—Es una chica de ciudad. Una flor de invernadero, inadecuada para este clima.
«Igual que Kristin», pensó para sí.
—A veces esas variedades híbridas dan sorpresas…
—Entonces, sal tú con ella… —Josh se calló al darse cuenta de que la idea de que Stacie saliera con Seth lo incomodaba en cierto modo.
—No soy su pareja perfecta —Seth tomó un sorbo de café—. Tú sí.
Las palabras flotaron en el aire un momento.
—No creo en eso —protestó Josh—. Piensa en Kristin y en mí. Todos decían que éramos la pareja perfecta. No duramos ni tres años.
Aunque había comprendido que estaban mejor separados, el fracaso de su matrimonio seguía irritándolo. Había pronunciado sus votos muy en serio y había estado dispuesto a hacer lo que fuera para que funcionase. Pero había descubierto, de la peor manera, que para que un matrimonio tuviera éxito, ambas partes debían ser partícipes de ese compromiso.
—Eso es porque a ti y a la bruja malvada no os emparejó un ordenador.
—No digas chorradas. Crees en eso tan poco como yo.
—Rellené los cuestionarios, ¿no?
—Sólo porque sabías que Anna no te dejaría en paz si te negabas.
—Hablando del rey de Roma… —Seth miró hacia la puerta—. Tenemos compañía.
Josh supo, sin girar la cabeza, quién estaba allí. El ruido de los tacones había sido la primera pista. El leve olor a jazmín, mezclándose con el de la comida grasienta del café, fue concluyente.
—Stacie, Anna, ¡qué sorpresa! —Josh empezó a levantarse, pero Anna hizo un gesto negativo.
—Tranquilo. No vamos a quedarnos. Vi la furgoneta de Seth aparcada en la puerta y quería hacerle una pregunta rápida.
—¿Qué puedo hacer por ti, hermanita? —Seth se recostó en la silla y se llevó la taza a los labios.
—Necesito más hombres —Anna miró de reojo a Stacie—. Es decir, necesitamos más hombres.
—Siento que Josh no fuera lo bastante hombre para ti —dijo Seth con voz compasiva, mirando a Stacie.
Josh le lanzó una mirada fulminante. Los ojos de Seth chispearon.
—Yo no he dicho eso —las mejillas de Stacie adquirieron un favorecedor tono rosado.
—Seth es un bromista —la tranquilizó Josh con una sonrisa. Odiaba verla incómoda. Su expresión preocupada hacía aflorar su instinto protector y deseó tomarla en brazos…
Atónito, controló sus pensamientos diciéndose que no eran más que una reacción a su aspecto.
Estaba tan bonita como los jacintos silvestres que alfombraban su prado. En vez de llevar pantalones vaqueros, como la mayoría de las mujeres de Sweet River, llevaba unos pantalones cortos del color del cielo de verano y una blusa suelta y sin mangas, blanca, con algo azul debajo.
Aunque los pantalones le llegaban a medio muslo y la blusa era discreta, Josh recordó la sensación de ese cuerpo contra el suyo. De hecho, aún saboreaba la dulzura de sus labios y la caricia de su sedoso cabello en la mejilla.
—Por mí, de acuerdo —dijo Seth—. ¿Qué dices tú, Josh?
Josh volvió a centrar su atención en las tres personas que lo contemplaban, expectantes. Pensó que podía admitir que su mente había estado divagando por un camino sin salida o aceptar. Al fin y al cabo, Seth ya había accedido.
—Me parece bien —dijo.
—Fantástico —Anna sonrió—. Os veremos a las ocho.
Una vez concluida su misión, las mujeres fueron hacia la puerta levantando miradas de admiración a su paso.
—Podría resultar interesante —dijo Seth.
—¿El qué?
—Ya sabía que no estabas escuchando.
A Josh no lo preocupó la sonrisa irónica de Seth, sino el brillo travieso que vio en sus ojos.
—Suéltalo —lo urgió, con el estómago encogido.
—Anna quiere que convenza a más tipos para hacer el cuestionario —dijo Seth—. La mayoría