Educación, filosofía y política en la Argentina 1560-1960. Juan Carlos Pablo BallesterosЧитать онлайн книгу.
de 1492 por los reyes católicos en las afueras de Granada, ciudad que se había rendido el 2 de enero del mismo año, poniendo así término a ocho siglos de dominación musulmana en España. En estas Capitulaciones se establecen los acuerdos con Cristóbal Colón relativos a su expedición marítima hacia occidente.
En el ordenamiento jurídico posterior para las Indias tuvo mucha influencia la enseñanza y los escritos de Francisco de Vitoria (1483 o 1485-1546), fraile dominico, profesor en las universidades de Valladolid y Salamanca, a quien se considera el fundador del Derecho Internacional de Gentes (o Derecho Internacional Público). Si bien Vitoria no estuvo nunca en América, tuvo una gran influencia a través de sus discípulos y sobre todo en el pensamiento y las decisiones de Carlos V, quien llegó a sentarse en el aula de Salamanca para escucharlo. Escribe al respecto Enrique de Gandía: “…Carlos V, el viernes siguiente a la octava de Corpus del año 1536, se sentó en el tosco banco del aula de la Universidad de Salamanca a escuchar a Francisco de Vitoria. Ahí estaban, en medio de los estudiantes, el emperador más poderoso del mundo y un humilde fraile.”34 Su influencia fue de tal magnitud que Carlos V, por sugerencia del padre Las Casas, estaba dispuesto a dejar Perú a los incas, hasta que Vitoria le aconsejó no hacerlo, a fin de que no muriera allá el cristianismo.35
Vitoria sostuvo en sus famosas conferencias (las Reelecciones) en Salamanca que todos los hombres son libres, tanto para trasladarse a voluntad como para expresar sus opiniones; podían creer lo que quisiesen sin que nadie tenga derecho a imponer por la fuerza cosa alguna. Que los españoles podían recorrer América y predicar la fe de Cristo, pero que los indios podían aceptarla o rechazarla; eran libres de reconocer como monarca al rey de España o no hacerlo; que América les pertenecía (a los indios) y eran libres en sus tierras. Los españoles solamente podían defenderse si eran injustamente atacados por ellos. En 1542 una junta de teólogos confirmó estos principios y ese mismo año Carlos V promulgó las llamadas Leyes Nuevas, que reducían mucho las encomiendas, al punto que muchos españoles comerciantes decidieron volver a España y no pocos religiosos se manifestaron en contra de éstas, las Leyes y ordenanzas nuevamente hechas por su Majestad para la gobernación de las Indias y buen tratamiento y conservación de los indios, tal el nombre completo de las Leyes Nuevas, que habían sido precedidas con el mismo espíritu por las Leyes de Burgos de 1512 firmadas por Fernando II, el rey católico, pero que no establecía principios sobre los derechos de los indios como las de Carlos V, que condujeron casi a una revuelta en México y a una rebelión en Perú por parte de los españoles, que veían seriamente limitadas sus ventajas económicas por la explotación de los indios. Con toda justicia puede considerarse a Carlos V el defensor de la idea de libertad de los americanos, pero sus disposiciones eran demasiado adelantadas para su época y provocaron un alto incumplimiento por parte de los españoles. No obstante, Carlos V siguió impulsando su idea, en cuyo apoyo creía que era necesario convocar a la cristiandad a un gran concilio, lo que logró con el papa Paulo III. Dicho concilio, para comodidad de los teólogos alemanes, se reunió en Trento, actualmente en el extremo norte de Italia, en diciembre de 1545. En este Concilio tuvieron una participación destacada los teólogos españoles, en particular los dominicos y jesuitas, que defendieron los principios de libertad en el Nuevo Mundo. Entre ellos se destacó al respecto el jesuita Diego Laínez, que llegó a ser general de la Compañía, quien el 26 de octubre de 1546 defendió en el Concilio los fundamentos de la libertad del hombre, de su libre albedrío y de la gracia de Dios para que pueda salvarse con su voluntad. Sostiene de Gandía que “Fue el día en que España por medio de un humilde sacerdote, con antepasados judíos, afianzó en el mundo y en el catolicismo, frente al fatalismo de los protestantes, los principios fundamentales de la libertad del hombre.”36
En julio de 1573 Felipe II promulgó las “Ordenanzas de descubrimientos, nueva población y pacificación de las Indias”, con la intención de reemplazar la legislación anterior que se había manifestado ineficaz para resolver los problemas que planteaba la colonización y lograr una solución política que armonizase los distintos planteos de los teólogos y juristas de la época. Estas ordenanzas incluían una encuesta sobre las costumbres de los naturales, con el objeto de legislar sobre realidades concretas y no sobre abstracciones. Es importante observar que en estas ordenanzas se establecía que en las capitulaciones no debía utilizarse la palabra “conquista”, “y en su lugar se use de las de pacificación y población, pues haciéndose de hacer todo en paz y caridad, es nuestra voluntad que aún este nombre interpretado contra nuestra intención, no ocasione, ni dé color a lo capitulado, para que se pueda hacer fuerza y agravio a los indios.” Indica Sierra que esta declaración pasó a ser la Ley VI, Tít. I, Lib. IV de la Recopilación.37
En mayo de 1680 Carlos III sanciona la Recopilación de leyes de los Reynos de las Indias, promulgada para regular sus posesiones en América y Filipinas. Esta Recopilación comprendía Cédulas Reales, Reales Órdenes, Pragmáticas, Provisiones, Autores, Resoluciones, Sentencias y Cartas relacionadas con el derecho público y privado. No legislaba en general sino en particular, tratando que luego el caso se transformara en norma jurídica. Incluía las Leyes de Burgos, las Leyes Nuevas y las Ordenanzas de Alfaro. Toda esta legislación recopilada fue promulgada durante los reinados de la Casa de Austria. Con la llegada de los Borbones todo cambió radicalmente.
En las llamadas Leyes de Indias se procuraba asegurar la libertad y los derechos de los indígenas americanos. Según estas Leyes, ningún español, por ninguna causa, podía cautivar indios ni tenerlos por esclavos (Ley I, Tít. II, Lib. VI); nadie podía trasladar a los indios fuera de sus domicilios habituales ni impedirles que se fuesen adonde ellos quisiesen (Ley XVI y Ley XII) y había que “enseñarles buenas costumbres, apartarlos de vicios y comer carne humana, instruirlos en nuestra santa fe católica y predicarla para su salvación (Ley II, Tít. I, Lib. I).38 Estas Leyes de Indias procuraron responder a los particularismos locales y su aceptación permitió a la legislación su casuismo, su regionalismo y la asimilación del derecho indígena, con lo cual el Derecho Castellano quedó como supletorio.
Las pocas disposiciones que incluyeron las Leyes de Indias sobre educación fueron sobre la educación de los indígenas. España misma en la época carecía de legislación escolar. Solamente se puede mencionar lo que disponía la Hermandad de San Casiano, el gremio que agrupaba a los maestros de Madrid de cuya existencia tenemos noticia ya en 1587 cuando elevaron a Felipe II una petición para que se examine a los maestros en ejercicio y a los que quieran abrir escuelas públicas. El rey otorgó los privilegios que gozarían solamente los que tuviesen título, pero esto nunca se aplicó en nuestro territorio, donde los cabildos se limitaban a constatar que los postulantes para la docencia (escasos, por otra parte) tuviesen al menos los conocimientos que debían aprender sus alumnos.
Con los Borbones, a partir de 1700, el sistema jurídico sufrió profundas modificaciones, orientadas por el espíritu ilustrado y absolutista de los nuevos gobernantes.
El siglo XVIII en España y América
El siglo XVIII en España comienza con un cambio significativo: en 1700 asume como rey Felipe V, bisnieto de Felipe IV y nieto de Luis XIV de Francia, con lo que se inicia el gobierno de los Borbones. La influencia de las costumbres francesas comenzó a predominar en la corte española, pero la situación general del país no varió bruscamente, aunque puede advertirse la centralización y el absolutismo que tan mal terminará en Francia en 1789. En la primera mitad del siglo se destaca la figura casi solitaria del benedictino Benito Jerónimo Feijóo (1676-1764) que fue profesor en la Universidad de Oviedo por unos cuarenta años. Tuvo una actitud crítica sobre el nivel intelectual de la España de su época, que atribuía a la mediocridad de los que enseñaban, el rechazo de toda novedad y el sentimiento generalizado entre filósofos, teólogos y científicos de que las nuevas ideas no eran más que curiosidades inútiles. Feijóo podría considerarse en parte como un “ilustrado”, aunque no llegó a formular ningún sistema superador al que objetaba. En lo que respecta a la religión, se mantuvo en la ortodoxia, si bien criticaba la inclinación de los españoles de su tiempo a las falsas reliquias y milagros.
En España, desde la segunda mitad del siglo, comienza a advertirse con mayor claridad la presencia de las ideas ilustradas y es muy marcado el intento de reformar la sociedad desde una administración cada vez más centralista.