Una historia popular del fútbol. Mickaël CorreiaЧитать онлайн книгу.
o mineros de Yorkshire… En el seno de su parroquia o de su empresa, todos practican el fútbol en sus horas libres del sábado por la tarde. Pero los consejos de administración de los clubes están en manos de eclesiásticos y de gentlemen que no dudan en sancionar a los jugadores cuando consideran que su vida privada es excesivamente disoluta o proclive a la subversión sindicalista. De este modo, la popularización del fútbol conlleva una enorme contradicción social: el esférico se convierte en un rasgo fundamental de la cultura de clase obrera, y al mismo tiempo su democratización es sinónimo de pacificación social y de paternalismo, corriendo el riesgo de convertirse en un «instrumento de control del mundo del trabajo por parte de la burguesía».93
Otros factores inherentes a la industrialización de Inglaterra también van a contribuir a popularizar el fútbol entre la working class. En los barrios populares de las ciudades industriales se multiplican los pubs, que se convierten en el crisol donde se forjan numerosos equipos de fútbol, reforzando los lazos de vecindad y de solidaridad obreras. Sirven tanto de vestuario como de espacio donde preparar los encuentros, celebrar las victorias o lamentar las derrotas, y también donde tomar un trago antes y después del partido. La trastienda se usa para las reuniones, la organización de apuestas deportivas o como almacén donde guardar el material futbolístico. En ocasiones el encargado del bar puede poner a disposición del equipo un terreno donde jugar los partidos o incluso patrocinar modestamente a los clubes obreros.94
A partir de los años 1880, los periódicos locales, las grandes ediciones nacionales como The Daily Telegraph (fundado en 1855) y las primeras revistas deportivas como Bell’s Life in London (que comenzó a publicarse en 1822) empiezan a cubrir el fútbol con una minuciosidad cada vez mayor, ahora que los resultados de los campeonatos regionales y nacionales pueden transmitirse rápidamente a la redacción gracias a la creciente eficacia de los servicios telegráficos. El desarrollo de los transportes públicos urbanos como el tranvía permite a los amantes del balón abandonar sus barrios para jugar en los parques municipales y en las primeras instalaciones deportivas públicas. Por su parte, las compañías ferroviarias hacen ofertas especiales en los billetes de tren, a fin de permitir a los obreros viajar por el país para asistir a los partidos de su club favorito. Ahora, cada vez que la final de la Copa de Inglaterra se juega en Londres, miles de obreros se desplazan a la capital:
Cuentan que durante una final de la Copa entre el Manchester United y el Bristol City, circularon durante toda la noche trenes atestados en dirección al sur para depositar en Londres cargamentos de obreros de Lancashire y de Yorkshire desde primera hora de la madrugada. Se precipitaban, tumultuosos y triunfantes, a través de las calles de la capital. […] Todos llevaban gorras de tela gris y lucían los colores de su equipo; eran hombres de baja estatura, con un rostro a la vez bondadoso y ordinario.95
Durante los campeonatos los estadios se llenan cada vez más: 45 000 espectadores asisten a la final de la Copa de Inglaterra en 1893, y en 1913 serán ya 120 000. La primera edición de la Football League —el campeonato inglés de fútbol—, en 1888-1889, contabiliza un total de 602 000 espectadores. Siete años más tarde se habrán convertido en unos dos millones.96
En tan solo treinta años desde su codificación como deporte moderno en 1863, el fútbol se ha convertido en una pasión popular, en una «religión laica del proletariado británico», en palabras de Eric Hobsbawm, con su iglesia —el club—, su lugar de culto —el estadio— y sus feligreses —los aficionados—.97 «El interés por el fútbol se ha hecho tan grande que ya no podemos seguir considerando el críquet como nuestro “deporte nacional” en el sentido estricto del término —escribe el jugador de críquet y futbolista Charles Burgess Fry en 1895—. Ahora el fútbol se ha ganado el primer puesto en el corazón del pueblo».98 Giro histórico sorprendente: mientras que las comunidades rurales preindustriales se ven despojadas por la burguesía agraria de sus juegos populares de folk football, la clase obrera se apasiona por el esférico, reservado en un primer momento a la élite industrial.
Pase decisivo
El dribbling game que predominaba en los campos de fútbol rezumaba individualismo y rechazaba toda sutileza: el único objetivo durante los noventa minutos de partido era enviar el balón bien lejos para que un atacante pudiera intentar, él solo, marcar un gol, una estrategia futbolística llamada kick and rush. Tal y como explica un periódico deportivo de la época: «Los métodos eran rudimentarios y consistían en pegar patadones a lo largo del campo, acompañados de carreras desenfrenadas de los delanteros que, arrasando con todo a su paso, intentaban a trancas y barrancas hacer entrar la pelota en la deseada portería».99 Imbuidos del espíritu del fair play, los clubes aristocráticos procedentes de las public schools, como los Wanderers o los Old Etonians, buscaban tanto la elegancia del gesto como la proeza individual, y el simple hecho de pasar el balón a un compañero era considerado un signo de debilidad.
Sin embargo, algunos equipos escoceses, en particular el Queen’s Park FC de Glasgow, comienzan a difundir otro tipo de juego. Desde su creación en 1867, el Queen’s Park FC siempre había prestado especial atención a su estrategia de juego. Así, el club adoptó en su reglamento la práctica de un fuera de juego más estricto —favoreciendo el pase del balón entre jugadores del mismo equipo y limitando los asaltos de los delanteros a la portería— y exhortaba a sus miembros a entrenar tres tardes por semana para perfeccionar su juego colectivo. Por otra parte, durante los encuentros clasificatorios de la primera Cup, en la temporada 1871-1872, los jugadores del Queen’s Park100 quedan muy impresionados por la «organización impecable» y la belleza del «juego inteligente» del Royal Engineers AFC, un equipo del cuerpo de ingeniería militar británica que, según el Bell’s Life in London, «ha descubierto el secreto de la victoria en el fútbol: conservar el balón».101 Rápidamente, los futbolistas estrategas de Glasgow hacen suyo este estilo de juego que apuesta por la colaboración entre delanteros y defensas.
En marzo de 1872, durante un partido clasificatorio para la Cup entre los Wanderers y el Queen’s Park, la revista deportiva The Field queda sorprendida por la técnica que emplean estos últimos: «Hacen pocos regates, y la mayor parte del tiempo se pasan el balón con una serie de chutes largos, todo ello asociado a un acertado juego de pases».102 Durante el primer partido internacional de fútbol que enfrentó a Escocia e Inglaterra el 30 de noviembre del mismo año, The Glasgow Herald describe de este modo las diferencias entre ambos equipos: «Los ingleses les sacaban ventaja física, porque pesaban de media diez kilos más que los escoceses, y controlaban el ritmo del juego. Pero el punto fuerte de nuestro equipo era que jugaban juntos en perfecta armonía». Charles W. Alcock, futbolista y administrador de la Football Association, hace un panegírico del estilo escocés, que describe en estos términos en 1874: «No hay nada como lo que llamaré el combination game, […] que consiste en seguir a un miembro de tu propio equipo para venir en su ayuda si hace falta y para recuperar el balón si el compañero es atacado o si le impiden continuar corriendo hacia delante».103
Gracias a los futbolistas escoceses, que algunos empezaron a llamar desde entonces los «Scotch Professors», el combination game se extiende a partir de los años 1880 por los clubes de fútbol del norte de Inglaterra. En aquella época numerosos jóvenes escoceses emigran en masa para emplearse como obreros en las fábricas de Lancashire y de los Midlands, atraídos por una revolución industrial que demanda cada vez más mano de obra, y en este proceso son seleccionados para jugar en los clubes de fútbol pertenecientes al patronato industrial. Algunos clubes de Lancashire llegan incluso a publicar anuncios en los periódicos escoceses con el fin de hacerse con jugadores locales, que tenían fama de ser «valientes», «robustos», «duros con el adversario» y «técnicamente hábiles».104 Estos futbolistas obreros desarrollarán rápidamente un estilo de juego propio, el passing game, en el que se fusionan el típico juego de pase de los clubes escoceses con el espíritu de cooperación y de solidaridad que reina en las fábricas. Reflejo de una cultura obrera marcada tanto por la ayuda mutua como por la división del trabajo, el passing game significa la consagración del fútbol como deporte colectivo, cuyo gesto fundador no es regatear egoístamente para intentar marcar un gol, sino pasar el balón a un compañero y construir el juego de manera colectiva.105 A diferencia del regate, que valoriza la proeza individual, el pase representa un acto de altruismo,