Una historia popular del fútbol. Mickaël CorreiaЧитать онлайн книгу.
Pierre Lanfranchi, «La réinvention du foot en Italie», Football et Sociétés, n.º 7, diciembre de 1998.
123. Fabien Archambault, «L’autre continent du football», Cahiers des Amériques Latines, n.º 74, 2014.
124. Peter Alegi, African soccerscapes. How a continent changed the world’s game, Ohio University Press, Athens, 2010.
125. Allen Guttmann, Sports. The first five millennia, University of Massachusetts Press, Amherst, 2007, p. 241.
126. James Walvin, o. cit., p. 105.
127. Ib., p. 98.
128. Ib.
129. Alfred Wahl, Les archives du football. Sport et société en France (1880-1980), Gallimard Julliard, col. «Archives», París, 1989.
130. Citado en Joseph Mercier, Le football, puf, col. «Que sais-je?», París, 1966, p. 13.
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Las Munitionnettes
La epopeya de las primeras futbolistas británicas
«El fútbol es un juego adecuado para muchachas ásperas, pero poco indicado para chicos delicados.»
Oscar Wilde131
«Desde el punto de vista futbolístico, el partido fue un fiasco, a pesar de que algunas parecieran comprender el juego». Este fue el mordaz comentario del Glasgow Herald tras el primer partido internacional de fútbol femenino, que enfrentó el 9 de mayo de 1881 a Escocia e Inglaterra en el Easter Road Stadium de Edimburgo. El diario escocés prefiere concentrar su atención en la vestimenta de las futbolistas: «Las jóvenes, que debían tener entre 18 y 24 años, estaban muy bien vestidas. Las escocesas llevaban camisetas azules, pantalones cortos de color blanco, leotardos rojos, cinturón rojo, botas de tacón y una capucha azul y blanca. Sus hermanas inglesas vestían camisetas blanquiazules, leotardos azules y cinturón a juego, botas de tacón y una capucha blanca y roja».
Aunque en Carstairs, en el Lanarkshire, existen referencias a juegos de balón entre mujeres solteras y casadas que datan de 1628, y más tarde también en Inverness, en los Highlands, en el siglo xviii,132 en los años 1880 el fútbol moderno, codificado hacía apenas veinte años, era un asunto exclusivamente masculino. Mientras que el golf, el tenis o el hockey empiezan a ser practicados por las jóvenes de la élite burguesa como símbolo de distinción social,133 en el seno de la sociedad victoriana el fútbol sigue siendo un feudo exclusivamente masculino y sigue estando profundamente marcado por una estricta división de sexos.
Bajo el yugo de la dominación masculina
A finales del siglo xix, la condición femenina está estructurada por la institución del matrimonio, dentro del cual toda mujer, cuyos derechos jurídicos son similares a los de un niño, debe obediencia ciega a su esposo y está obligada someterse a su papel social de protectora del hogar. Las mujeres de la working class están reducidas desde su más tierna infancia a un estado de semiesclavitud, mientras que entre la burguesía el género femenino está obligado al aprendizaje en régimen de internado de los accomplishments —«artes recreativas» como el bordado, el canto o la acuarela— con el fin de convertirse en esposas respetables y buenas madres de familia. En cuanto al cuerpo femenino, es propiedad absoluta del marido y se considera como un verdadero santuario de pureza consagrado exclusivamente a la procreación. Esta desposesión del cuerpo femenino fruto del puritanismo victoriano redunda, entre otras cosas, en un código vestimentario extremadamente estricto, sobre todo dentro de la upper class, cuyas mujeres están obligadas a llevar pesados e incómodos miriñaques, unas amplias faldas que incluían una estructura de aros metálicos.
El comentario poco elogioso y la obsesión vestimentaria del Glasgow Herald a propósito de las futbolistas del partido Escocia-Inglaterra no son otra cosa que el reflejo de la desaprobación moral de la sociedad patriarcal británica hacia aquellas jóvenes mundanas que se entregaban a una práctica deportiva masculina y, lo que es peor, ante una multitud de hombres. Las jugadoras despiertan tal hostilidad que, para protegerse, utilizan nombres falsos. Por ejemplo, la militante sufragista Helen Matthews, organizadora de este torneo de fútbol y guardameta del equipo escocés, se hace llamar la «señora Graham».
Tan solo unos días después de este primer partido, los cinco mil espectadores de un segundo encuentro femenino Inglaterra-Escocia celebrado en Glasgow invaden el césped con gran alboroto, interrumpiendo así el trascurso del partido.
Hacia el final, unos bestias se introdujeron en el campo de juego, seguidos de otro centenar que empujó brutalmente a las jugadoras. Estas tuvieron que refugiarse en el ómnibus en el que habían venido —cuenta el Dunfermline Journal—, pero aún no lo habían visto todo, porque la muchedumbre empezó destruir los postes y a lanzarlos contra el vehículo en movimiento. De no haber sido por la presencia de la policía, habrían podido salir heridas.134
Unas semanas más tarde, el 20 de junio, con motivo de un Inglaterra-Escocia femenino en Mánchester, estallan nuevos disturbios en las gradas, poniendo una vez más en peligro a las temerarias futbolistas, blanco de la ira de la prensa británica, que promueve peligrosos excesos en los estadios al describirlas —como el Manchester Guardian— como una «curiosidad vulgar» y como mujeres «con atuendos tan feos como inapropiados».135 Estos pioneros intentos de Helen Matthews por impulsar el fútbol femenino son rápidamente suspendidos hasta mediados de los años 1890.
A finales de la década de 1880, el fútbol masculino se ha popularizado extraordinariamente entre la clase obrera y se ha profesionalizado gracias a la creación, en 1888, de la Football League, que atrae, ya desde su primera temporada, a más de seiscientos mil espectadores.136 En el mismo año se fundan los Polytechnic Clubs, clubes deportivos londinenses que proponen actividades de baloncesto, críquet y natación a los empleados de comercio y a los profesores de la capital. En las instituciones educativas para niñas, el esférico hace una tímida aparición en la Brighton High School for Girls, y también en el Girton College y en el Rodean College. Pero esta práctica es rápidamente prohibida por las instancias directivas, antes de que el British Medical Journal proclame, en diciembre de 1894, que «el fútbol debería ser proscrito [entre las mujeres] porque es peligroso para los órganos reproductores y para el pecho, debido a las brutales sacudidas, torsiones y golpes inherentes al juego».137 Por si esto no fuera suficientemente sexista, en el mismo año Robert Miles, conocido sportsman y eminente jugador de críquet del equipo de la Universidad de Oxford, declara que «la maternidad también es un deporte, el verdadero deporte de la mujer».138
Es en este pernicioso contexto socio-deportivo en el que se implanta, a finales de 1894, el primer club de fútbol femenino de la historia: el British Ladies’ Football Club, fundado por Nettie Honeyball, militante feminista cuyo verdadero nombre era Mary Hutson, y por Florence Dixie, escritora política, corresponsal de guerra e hija del marqués de Queensberry. Desde el primer momento, durante una entrevista concedida al Daily Sketch el 6 de febrero de 1895, la secretaria del club, Nettie Honeyball, manifiesta su intención militante.
El British Ladies’ Football Club no tiene nada de grotesco —afirma—. Fundé la asociación el año pasado con el firme propósito de probar al mundo que las mujeres no son esas criaturas «ornamentales» e «inútiles» que los hombres imaginan. Debo confesar que en lo que concierne a los temas en los que sigue imperando la división de sexos, todas mis convicciones se inclinan del lado de la emancipación y espero con impaciencia el momento en el que las mujeres estarán presentes en el Parlamento para hacer oír su voz en todos los