Una historia popular del fútbol. Mickaël CorreiaЧитать онлайн книгу.
enfrentan un equipo del norte de Gran Bretaña — en el que juega la pionera escocesa Helen «señora Graham» Matthews — y un equipo del sur. Aunque el partido logra reunir a diez mil espectadores, el acontecimiento concita casi unánimemente las iras de la prensa.139 «Está claro que, a los ojos de todos, las chicas son totalmente incapaces de dedicarse a la práctica brutal del fútbol —proclama el semanario Sketch el 27 de marzo—. Como juego al aire libre, no es recomendable, y como espectáculo público es deplorable». Los pantalones bombachos que llevan las ladies en el terreno de juego son, por su parte, considerados nuevamente como el símbolo de una cierta depravación moral. La exhortación a la «feminidad», que aparece en todas las crónicas, viene acompañada por el interés creciente por una joven futbolista de catorce años, la señorita Nellie Gilbert, a la que los periodistas apodan «Tommy». «Su aspecto físico provocó carcajadas, más por su estatura y sus aires de chico que por cualquier otra razón —pormenoriza el diario londinense Pall Mall Gazette el 25 de marzo de 1895—. Para empezar, parecía ridículamente bajita para participar en un partido de fútbol. Además, tenía un físico de muchacho y corría como los niños, que pueden correr muy de prisa a la edad de diez años». Poco a poco, a medida que transcurren los partidos, comienza a ser considerada unánimemente como la mejor jugadora del British Ladies’ Football Club, aunque los medios de comunicación insistieran machaconamente en recalcar la ambigüedad de género de la señorita Nellie Gilbert. «Él (o ella) corría por todo el terreno como un potrillo, perseguía la pelota de un lado a otro del campo, se apoderaba del balón con decisión —escribe el Paisley and Renfrewshire Gazette—. Él (o ella) estaba permanentemente alerta, y se mostraba ágil y vivaz».140
Más de ciento cincuenta partidos se suceden entre 1895 y 1897, atrayendo a miles espectadores,141 pero a pesar de su popularidad deportiva las futbolistas son la encarnación de la angustia masculina ante un posible cuestionamiento de la jerarquía sexual. Esta focalización sobre el peligro moral que representa el fútbol femenino se exacerba aún más por el hecho de que la familia de Florence Dixie, presidenta del British Ladies’ Football Club, se encuentra por entonces en pleno centro de un escándalo nacional. En efecto, en 1895 su hermano había acusado públicamente de homosexualidad al novelista Oscar Wilde —este último mantenía una relación amorosa con Alfred Douglas, sobrino de Florence Dixie—, lo que le costó al dramaturgo, tras un proceso muy sonado, dos años de prisión.
Cargado con una escabrosa reputación por haber ganado partidos contra equipos masculinos y también por haber fichado a una futbolista negra, Emma Clarke, el British Ladies’ Football Club, hundido financieramente, desapareció del terreno de juego durante cerca de seis años. Pero después de que, en octubre de 1902, la federación inglesa de fútbol prohibiera expresamente a todos sus afiliados competir contra mujeres, el British Ladies’ Football Club reaparece, insolente, para jugar tres partidos contra escuadras masculinas. En su última competición oficial, el 2 de mayo de 1903, se enfrentan a los jugadores de Biggleswade, en Bedfordshire. Habiendo vencido por tres goles a uno, el acta del partido de este último encuentro indica que las ladies del fútbol estaban capitaneadas por una tal señorita Nellie Gilbert…
De las cadenas de montaje a la cancha
Aunque 1903 marca el fin de la aventura futbolística de las pioneras del esférico, también marca el nacimiento de la Women’s Social and Political Union, auspiciada por Emmeline Pankhurst, personaje clave del movimiento sufragista. Manifestaciones clandestinas, huelgas de hambre, sabotaje de las líneas de comunicación o incluso paquetes bomba…, la lucha por el derecho al voto de las mujeres sacude enérgicamente el paisaje político de Gran Bretaña hasta la llegada de la primera guerra mundial.
Aun así, habrá que esperar a que Inglaterra entre de lleno el conflicto mundial para que un viento de emancipación femenina sople sobre el fútbol inglés. En 1914, la organización industrial del país experimenta una completa reconfiguración. En nombre de los sacrificios de guerra, las fábricas siderúrgicas o textiles, reconvertidas en cadenas de montaje de armas, obuses y municiones, contratan a gran cantidad de mujeres procedentes de la working class, a fin de reemplazar la mano de obra masculina reclamada en el frente. En lo más duro de la guerra aproximadamente un millón de trabajadoras producen el 80 % del armamento militar británico; de ellas, setecientas mil trabajan en la industria de la munición.142 Apodadas «las Munitionnettes» o «los Canarios», a causa de sus rostros que el tnt ha vuelto amarillentos, estas jóvenes obreras sufren unas condiciones de trabajo físicamente agotadoras. Trabajan doce horas por día y la manipulación de explosivos las expone a frecuentes accidentes. No obstante, a partir del año 1915, el patronato industrial organiza en sus fábricas distintas actividades recreativas y deportivas con el fin de controlar a las trabajadoras, que podrían tener tendencia a ponerse en huelga o a emanciparse de todo límite patriarcal yendo al pub después el trabajo.
El esférico ya estaba profundamente arraigado en la cultura obrera de sus padres, hermanos o esposos, por lo que la práctica futbolística se gana con facilidad el corazón de una parte de las munitionnettes. Así sucede, por ejemplo, en la compañía Armstrong Whitworth & Co, que poseía fábricas en todo el norte Inglaterra: «El baile y la natación eran muy populares en todas las secciones de la fábrica, y casi todas las sucursales administraban con éxito un equipo de fútbol. […] Entre las actividades de ocio de las fábricas de munición, el desarrollo más impresionante fue quizá el del fútbol femenino».143 Implantado sobre todo en los condados de Lancashire y de Cumbria, así como en los suburbios industriales de Londres, el fútbol fabril femenino conoce un desarrollo fulgurante bajo la égida del paternalismo social de los dirigentes industriales. Entre 1915 y 1918, ven la luz más de ciento cincuenta equipos de munitionnettes.144 En la Navidad de 1916 se organiza una primera competición oficial en Dragley Beck, Lancashire, entre las atletas locales, las Ulverston Munitions Girls, y un equipo de la fábrica vecina. Unas semanas más tarde otro encuentro entre fábricas enfrenta a la formación de obreras de la Swansea National Shell Factory con las munitionnettes de Newport.
El primer ministro británico, David Lloyd George, anima a esas «valientes heroínas» a dar rienda suelta a su patriotismo practicando el fútbol en sus horas libres.145 El objetivo del Gobierno, que había establecido el reclutamiento militar en enero de 1916, era reforzar la imagen social de las obreras entregándose a un deporte nacional sano y fortalecedor, garante de su capacidad física para reemplazar a la mano de obra industrial masculina, que había sido movilizada masivamente al frente de guerra. Desde entonces, por iniciativa de superintendentes de fábricas y directoras de hospicios, se organizan numerosos partidos benéficos entre equipos de munitionnettes con el fin de recaudar fondos para las obras de guerra. El de 21 de abril de 1917, un partido entre las Carlisle Munition Girls y las Workington Munition Girls a beneficio del Cumberland Prisoners of War Fund atrae a unos cinco mil espectadores al Lonsdale Park de Workington, en el condado de Cumbria.146 En este condado se celebrarán en total unos cuarenta partidos de munitionnettes a lo largo del año 1917, cuyos beneficios se destinarán a los hospitales militares, al Soldiers’ Comforts Fund o a la Cruz Roja. «Quién hubiera podido imaginar, hace tan solo dos años, que las mujeres podrían jugar al fútbol. Pero los tiempos cambian y nosotros cambiamos con ellos —se regocija la gaceta fabril The Bombshell en junio de 1917—. En su firme esfuerzo por salvar a su país, las mujeres no solo se han echado sobre sus hombros la carga del trabajo masculino, sino que han adoptado también sus pasatiempos y entretenimientos».147
Mientras que el campeonato inglés de fútbol y la Copa de Inglaterra han quedado suspendidos hasta el final de las hostilidades, la dimensión benéfica de los partidos entre obreras obliga a las autoridades futbolísticas y a la prensa a mostrarse indulgentes con estos equipos femeninos, percibidos por la Football Association como un epifenómeno provisional e inofensivo que desaparecerá el día siguiente al armisticio. Considerado en un principio como una atracción lúdica, incluso cómica —en algunos partidos las futbolistas se enfrentan a hombres que juegan con las manos atadas a la espalda o a amputados de guerra—, el fútbol femenino va obteniendo progresivamente el reconocimiento del público, que aprecia el valor de estas jóvenes obreras en las cadenas de montaje y su compromiso altruista, pero, sobre todo, sus hazañas deportivas.
Famosa por la calidad de su juego, la formación de las Dick,