Una historia popular del fútbol. Mickaël CorreiaЧитать онлайн книгу.
y de la competitividad económica.187 En 1920, el boletín corporativo de la empresa de automóviles Berliet, que lleva el evocador título de L’Effort,188 llega incluso a precisar que «una fábrica bien organizada ha de ser como un equipo de fútbol […] en el que cada uno se sitúa por iniciativa propia en el puesto que mejor le corresponde, donde cumple su cometido con orgullo, con alegría, con todo su corazón».189
Aun así, los partidos dominicales organizados por las fábricas marcan un hito en la dura semana de trabajo de los empleados y se convierten en un nuevo espacio de sociabilidad obrera: «El lunes por la mañana las conversaciones en la chapistería no giraban más que en torno al partido de la víspera: comentarios, críticas y esperanzas para el domingo siguiente se sucedían buen ritmo —testimonia un obrero de la industria del automóvil en 1932—. Aquello debía de afectar a la producción de los lunes, ¡pero por aquel entonces la productividad aún no se había convertido, como ahora, en una obsesión!».190 Trasladando al césped la analogía física y disciplinaria entre deporte y trabajo industrial, las capacidades futbolísticas de los jugadores se convierten en un factor de contratación de jóvenes obreros. Los dirigentes de las fábricas Renault utilizan así su Club Olympique de Billancourt (cob) para contratar, tal como narra en marzo de 1931 un ebanista en paro:
Acudo al estadio del Club Oympique de Billancourt, en la Île Saint-Germain, para mostrarle mis talentos de futbolista al entrenador, un tal Stutler, apodado el Cereza debido a su tez enrojecida. Es un antiguo integrante del Red Star [club de fútbol instalado en Saint-Ouen, municipio limítrofe con París], en el que llevo jugando desde hace tres temporadas en júnior, en segunda y ahora en la reserva. Me fastidia tener que dejar un gran club como el Red Star, pero de algo hay que vivir, y me han dicho que si acepto jugar en el Club Olympique de Billancourt me contratarán en Renault. […] Cuando acaba el entrenamiento, el Cereza me da a entender que la prueba ha sido concluyente. […] ¡Así que aquí me tienes, de carpintero en Renault!191
El compromiso individual con el club de la casa y las capacidades deportivas de cada trabajador contribuyen a crear un orden social paralelo dentro de la empresa, e incluso a favorecer la promoción interna de los mejores deportistas.
Estoy en el baluarte del fútbol, en el taller de chapistería de la fábrica principal —precisa el futbolista obrero de Renault un año y medio después de su contratación—. El jefe de este sector es el presidente de la sección futbolística del cob; todos sus jugadores y directivos trabajan aquí. Así que estoy en la chapistería en calidad de obrero especializado. […] Este trabajo embrutecedor tengo que hacerlo durante un año. […] De vez en cuando voy a ver a mis superiores del fútbol para pedirles que me cambien de empleo. Los amenazo con abandonar el equipo y por fin, un buen día, me ofrecen un puesto de grafista en las oficinas centrales. No tengo ni la menor idea de este trabajo.192
Inspirado por su homólogo italiano de Fiat, director de la Juventus de Turín, por la compañía holandesa Philips, que ha lanzado el PSV Eindhoven, y por el industrial químico alemán Bayer, que ha fundado el Bayer Leverkusen, Jean-Pierre Peugeot funda en 1928 el Football Club de Sochaux. En un momento en el que la empresa está acometiendo un plan de renovación y ampliación de su planta de producción, la creación de un equipo de fútbol permite a Peugeot reforzar la imagen de la firma al tiempo que moviliza al personal para su nueva estrategia industrial y comercial.
Será el deber de este equipo conseguir adeptos para nuestra causa y ganarse definitivamente a las multitudes a los encantos de un deporte que se está haciendo cada vez más popular —declaran a la prensa local los directivos de la compañía—. Tendrá que llevar bien alto por toda Francia el estandarte de los automóviles Peugeot, durante los partidos que deberá disputar contra los mejores equipos nacionales, contribuyendo a que este pequeño rincón de la región de Montbéliard sea conocido y apreciado.193
El nuevo equipo debe así convertirse en espejo de la empresa y de sus automóviles. De hecho, la prensa deportiva describe al FC Sochaux como un equipo «con una técnica perfectamente regulada», de «juego clásico» y «elegante». Jean-Pierre Peugeot pide a los futbolistas obreros, no que ganen, sino que «jueguen siempre dentro de la corrección, ofreciendo espectáculos deportivos de la más alta calidad».194 En esta óptica lanza en 1930 la Coupe Sochaux, reservada a los mejores clubes de Francia, competición que obligará a los dirigentes deportivos franceses a crear un campeonato de Francia de fútbol profesional en 1932.
¿Un nuevo campo de batalla?
Debido a la intensificación de la lucha obrera, que se traduce en la creación de grandes centrales sindicales (la cgt se crea en 1895), y a las huelgas masivas en algunos sectores de la industria, la reglamentación del trabajo en Francia experimenta una evolución durante los primeros años del siglo xx. Consideradas como las mayores conquistas sociales de la época, la ley Millerand de 1900, que limita la jornada de trabajo a 11 horas, y la ley de 1906 que instaura la semana de seis días favorecen el desarrollo de las prácticas deportivas entre los trabajadores de la industria. Sin embargo, el ideal del sportsman promovido por las clases dominantes suscita la desconfianza del movimiento obrero. Alimentadas por el obrerismo como cultura de clase y por la huelga general como práctica de lucha revolucionaria, las diferentes secciones de la izquierda obrera rechazan sistemáticamente todo lo que parezca burgués por naturaleza. El deporte, acusado de distraer los trabajadores del combate por su emancipación y de ser un instrumento del capitalismo y del militarismo, es criticado por la prensa contestataria, que arremete sobre todo contra el fútbol inglés, cuyos clubes son descritos como «empresas de espectáculo» y centros de «trata de blancas».195 Por su parte, los sindicatos, más pragmáticos, subrayan que los trabajadores no están dispuestos a consagrarse al ejercicio físico al acabar su jornada laboral en la fábrica. Al menos eso es lo que afirma Léon Jouhaux, secretario de la cgt, en 1919: «Es difícil pedirle al obrero extenuado por su labor cotidiana, que vuelve cansado del trabajo a un alojamiento poco acogedor, que perfeccione su educación. […] En cuanto a pedirle que haga deporte, eso sería una amarga burla, ¿no es cierto?».196
Sin embargo, cada vez más militantes toman conciencia de que las fuerzas de la izquierda pueden utilizar en su provecho las virtudes físicas del deporte. En 1903, en el diario socialista La Petite République, el periodista y profesor de educación física Albert Surier argumenta que «el deporte, accesible al pueblo, es indispensable para su perfeccionamiento intelectual y moral. […] El proletariado de hoy es considerablemente inferior en fuerza física a la media burguesa, que desde hace unos años se ha entregado con pasión a los deportes».197 L’Humanité enaltece regularmente al esférico, ya que, «sobre todo con el fútbol, el joven aprende la necesidad del esfuerzo individual al servicio de una colectividad».198 Lo que no impide al periódico de Jaurès denunciar que, a través del deporte, una parte de la juventud haya caído bajo el control de los patronatos, que la mantienen prudentemente alejada de los círculos de captación de militantes:
Los patronatos, tanto laicos como religiosos, son hábiles, perseverantes. Desde la escuela atraen a su seno a los niños todos los jueves y domingos. El niño crece, se convierte en aprendiz y entonces lo retienen ofreciéndole, según sus gustos, clases de deporte, gimnasia o música. El aprendiz se convierte en joven y ellos le facilitan la obtención del certificado de aptitud militar. Lo convierten en su soldado. Lo siguen incluso al regimiento, sobre todo los religiosos. Han hecho de él su cosa. Adulto, tienen todas las de ganar para que se quede en su bando. Para nosotros se ha perdido, casi siempre porque no hemos sabido preparar a ese niño para convertirlo en uno de los nuestros.199
Cuando en 1905 el movimiento obrero se unifica bajo el estandarte de la sección francesa de la Internacional Obrera (sfio), algunos miembros del partido se muestran receptivos a la idea de ver en el deporte un nuevo frente en la lucha de clases y afirman que como «deportistas socialistas» su deber es «combatir el capitalismo en el deporte del mismo modo que lo combatimos en la vida política y económica».200 En 1907 algunos militantes de la sfio, entre ellos Abraham Henri Kleynhoff, periodista deportivo de L’Humanité, proponen crear la Union Sportive du Parti Socialiste, primer hito del deporte obrero autónomo francés. En noviembre, estos militantes lanzan en las páginas de L’Humanité un llamamiento a reunirse