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La primera sociedad. Scott HahnЧитать онлайн книгу.

La primera sociedad - Scott  Hahn


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los aspectos de la vida que caracterizó a la mayor parte de la Edad Media es un claro reflejo de la verdad que la lógica sacramental de la Iglesia puede y debe aplicar en la sociedad. No obstante, cualquiera con un somero conocimiento de la historia medieval sabe que muchas veces esa primacía generó una gran corrupción dentro de la Iglesia. Dado que no queremos recrear un pasado necesariamente idealizado, hay unas cuentas preguntas que nos deberían guiar. ¿Cómo podemos aplicar la lógica sacramental de la fe a las circunstancias concretas del siglo XXI sin dejar de aprender al mismo tiempo de las trampas del pasado? ¿Cómo puede servirse la Iglesia de esa lógica no solo para dialogar con el secularismo, sino para derrotarlo? ¿Podemos encontrar ahí los recursos intelectuales y espirituales para un renacimiento de la civilización cristiana?

      Buena parte de lo que queda de este libro reflexiona sobre las respuestas a estas preguntas. Pero antes retrocedamos a los inicios, al primer matrimonio de los primeros seres humanos.

      [1] Serie norteamericana emitida por la cadena de televisión CBS entre 1957 y 1963 que traslada una imagen idílica de las típicas familias de clase media instaladas en las afueras de las ciudades estadounidenses en los años 50 del siglo pasado (N. de la T.).

      [2] Programa nocturno de variedades estrenado en 1975 por la NBC con un carácter totalmente innovador para esa época. Incluye entrevistas a invitados famosos, sketches, parodias, actuaciones musicales, etc., y se sigue emitiendo en la actualidad (N. de la T.).

      2.

      LA PRIMERA SOCIEDAD

      ESTE ES UNO DE LOS EJES FUNDAMENTALES DE LA BIBLIA: «No es bueno que el hombre esté solo» (Gn 2, 18). Hasta ese momento, en el doble relato de la creación —los seis días de Génesis 1 y el jardín de Génesis 2 y 3— Dios declara «buenos» todos los aspectos de su creación; y, en el caso del hombre, «muy bueno». Es ahora cuando, por primera vez, el Señor considera que en su creación hay algo que «no es bueno»: la soledad.

      Aparentemente, todo estaba terminado y ocupando su sitio. Gracias al jardín, Adán tenía una casa, toda la comida y la bebida que era capaz de comer y beber, y tantas mascotas como para no saber qué hacer con ellas. Es más: tenía a Dios, a cuya imagen y semejanza estaba hecho. No obstante, ni la creación ni Adán estaban acabados. Adán se encontraba solo, y eso no era bueno.

      Todos sabemos qué ocurre a continuación: Dios seda a Adán y le quita una costilla. Y convierte ese hueso en la pieza básica del único ser idóneo para hacer compañía al hombre: la mujer. Como dice Adán, «esta sí es hueso de mis huesos, y carne de mi carne» (Gn 2, 23). Ahora el hombre está completo. La imagen y semejanza de Dios es plena.

      Y aún hay más. Eva no fue solo la primera mujer: Eva fue también quien completó la primera familia. La primera comunidad humana creada por Dios no era una pareja formada por compañeros de piso o por simples amigos, sino una pareja casada. La unión del hombre y la mujer como esposo y esposa (y, si es voluntad de Dios, como padre y madre) constituye el fundamento no solo de cualquier sociedad humana, sino de toda la humanidad.

      El orden divino de la creación no es arbitrario. Hemos sido creados para la comunidad, es decir, nuestra naturaleza halla su máxima expresión en comunidad con otras personas. A Aristóteles no le hizo falta la revelación divina para entenderlo así: el hombre es un ser social. Y ha seguido siéndolo desde entonces hasta hoy: la familia es la primera sociedad, tanto en el orden del tiempo como en orden de importancia.

      ***

      El postulado de la teoría del átomo —la unidad de materia indivisible y discreta— se remonta a la Antigüedad. Los científicos no encontraron una evidencia real de esta teoría hasta principios del siglo XIX y, durante buena parte de los cien años siguientes, supusieron que los átomos eran las partículas más pequeñas del universo.

      Hoy sabemos que existen electrones, protones, neutrones y bosones de Higgs, y un sinfín de partículas subatómicas. Pero, en su significado más básico, la teoría de los antiguos y el modelo de los primeros científicos estaban en lo cierto: el átomo es la unidad de materia más pequeña que conserva todas las propiedades de un elemento. Y, aunque puede que no sea la partícula más pequeña del universo, sí es la unidad básica de la materia.

      Mientras los científicos iban acumulando evidencias de la teoría atómica, otros pensadores fueron formulando nuevos modos de concebir las sociedades humanas. Estas nuevas ideas liberales hacían más hincapié en el individuo que en la familia, el clan o la comunidad. Hoy damos por sentada la primacía del individuo; es decir, damos por sentado que la unidad básica de la sociedad es el individuo. Los sociólogos toman prestado un término científico para describir el desmantelamiento de la sociedad civil provocado por el individualismo: atomización.

      Aunque no se debe ignorar la importancia del individuo, lo cierto es que reducir la sociedad a un conjunto de individuos independientes equivaldría a intentar reducir la naturaleza a un conjunto de átomos independientes. Lo cual no nos llevaría demasiado lejos. No cabe duda de que existirían el oro, el nitrógeno y los diamantes (que no son más que una estructura ordenada de carbono). Pero no existirían moléculas como el agua, los azúcares o las proteínas indispensables para la vida, todos ellos combinaciones de átomos. Hasta el gas oxígeno es la mezcla de dos átomos de oxígeno, y no partículas individuales que flotan en el espacio.

      Del mismo modo, nadie se pasa toda la vida solo. Tenemos comunidades de amigos, de compañeros de estudios y de colegas de trabajo. Nos adherimos con entusiasmo a algún equipo deportivo o a un programa de televisión. Necesitamos ayudarnos unos a otros cuando surgen dificultades, tanto a título personal como a través de sistemas de apoyo social. Y, naturalmente, rendimos culto juntos (aunque no tanto como en el pasado).

      Y lo más importante: nacemos dentro de una comunidad. Una comunidad (idealmente) formada por la madre, el padre y el hijo. Nadie —ni siquiera Jesucristo— ha nacido plenamente formado de un modo estrictamente aislado. Nacemos totalmente indefensos dentro de una comunidad. A esa comunidad la llamamos familia. Y, así como la unidad básica de la humanidad es el individuo, la unidad básica de la sociedad es la familia.

      ***

      Cualquier familia, cualquier comunidad, cualquier sociedad empiezan de uno u otro modo con un hombre y una mujer: un Adán y una Eva. Así nos ha creado Dios. Y, de hecho, es así como compartimos más plenamente su imagen y semejanza, tal y como dice el Génesis: «Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó» (Gn 1, 27).

      Ya he dicho antes que la pareja casada es la primera sociedad en el orden del tiempo y en orden de importancia. Pero ¿qué quiere decir eso exactamente?

      Empecemos por el orden del tiempo. Es obvio que eso significa que, en los primeros tiempos del jardín, Dios no le dio al hombre un colega o un mentor, sino una esposa. Dios podría haber establecido como la primera entre sus nuevas creaciones cualquier tipo de relación, pero optó por la de la familia. Y no lo hizo arbitrariamente: de ese modo quería indicar que, dentro de su valiosa creación, la unión del hombre y la mujer poseía un valor especial y permanente.

      Pero el concepto de la pareja casada como espacio inicial no terminó en el jardín. Con cada matrimonio se vuelve a establecer algo totalmente nuevo. Puede que Dios no vuelva a montar nuestras piezas, como hizo en el caso de Eva, pero sí reorganiza de un modo real nuestras almas. Cada pareja casada es una nueva creación: «Por eso, dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán una sola carne» (Gn 2, 24).

      La consumación del matrimonio es en un sentido real y radical un nuevo comienzo: la creación de una nueva familia, reflejo de la creación original de toda la humanidad; solo que esta vez colaboramos con Dios. Tanto si Dios bendice esa unión con hijos como si no, la pareja ha creado algo nuevo que no había existido nunca antes ni volverá a existir nunca. Esta participación en el poder creador de Dios es el fundamento de la sociedad humana.

      Por eso la pareja casada no es solo la primera en el


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