En la tormenta. Флинн БерриЧитать онлайн книгу.
Capítulo 61
Agradecimientos
Créditos
En la tormenta
V.1: abril, 2020
Título original: Under the Harrow
© Flynn Berry, 2016
© de la traducción, Luz Achával Barral, 2018
© de esta edición, Futurbox Project S.L., 2020
Todos los derechos reservados.
Publicado mediante acuerdo con Penguin Books, un sello de Penguin Publishing Group, una división de Penguin Random House LLC.
Diseño de cubierta: Mario Arturo
Imágenes de cubierta: Arturas Kerdokas / Emily Timmons / Yevhen Rehulian / Chris Wilkinson
Corrección: Ana Robla y Rocío Gómez de los Riscos
Publicado por Principal de los Libros
C/ Aragó, 287, 2º 1ª
08009 Barcelona
www.principaldeloslibros.com
ISBN: 978-84-17333-93-5
IBIC: FH
Conversión a ebook: Taller de los Libros
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Para J.A.B.
Vamos a ver, ¿qué adelantamos con las evasiones?
Estamos atrapados y no podemos escapar.
—C. S. Lewis, Una pena en observación
En la tormenta
Como si Elena Ferrante hubiera escrito Broadchurch
Cuando Nora se baja del tren para visitar a su hermana Rachel, lo último que espera es descubrir el cadáver de esta en el salón de su casa familiar, víctima de un brutal asesinato. Muy pronto, en medio de la investigación policíaca que rodea al crimen, Nora se sumirá en una espiral de angustia y temor, como si los secretos del pasado hubieran despertado. El miedo de Nora se transforma en una obsesión implacable: encontrar al asesino de su hermana, aunque eso suponga poner en riesgo su propia vida y no distinguir la verdad de la mentira.
Flynn Berry nos regala una narración de tono perfecto, un thriller literario de suspense psicológico y un personaje inolvidable, Nora, que transita entre heroína y víctima e inocente y culpable.
«Un emocionante thriller para fans de La chica del tren y de Perdida: una lectura compulsiva escrita por una nueva y original voz.»
The New York Times Book Review
«La trama te envuelve desde la primera línea.»
The Huffington Post
Ganadora del Edgar Award a la mejor novela debut
Primera parte
Cazadores
Capítulo 1
Ha desaparecido una mujer en Yorkshire del Este. Se esfumó de Hedon, cerca de donde nos criamos. Cuando Rachel se entere de la desaparición, pensará que ha sido él.
El cartel colgante del Surprise, un cuadro de un clíper en un mar verde, cruje con el viento. El pub está en una calle tranquila de Chelsea. Tras acabar el trabajo en la calle Phene, he venido a almorzar y a tomar una copa de vino blanco. Soy asistente de una paisajista. Su especialidad son las praderas. Quedan como si nadie las hubiera tocado.
En pantalla, un reportero se mueve por el parque donde vieron a la mujer por última vez. La policía y sus perros se dispersan por las colinas detrás del pueblo. Podría contárselo a Rachel esta noche, aunque arruinaría la visita. Tal vez no tenga nada que ver con lo que le ocurrió a ella. Incluso puede que a la mujer no le haya pasado nada malo.
Los albañiles de enfrente han terminado de comer. Las bolsas de papel blanco están hechas una bola a sus pies y se apoyan contra los escalones bajo el frío sol. Ya tendría que haber ido a tomar el tren a Oxford, pero espero en el bar con el abrigo y la bufanda puestos mientras un inspector de investigación de la comisaría de Hull pide al público cualquier información sobre la desaparición.
Cuando el programa pasa a hablar de la tormenta en el norte, salgo, dejo atrás el cartel colgante y doblo en la siguiente esquina, hacia la calle Royal Hospital. Camino por delante de los jardines de césped recortado de Bourton Court. De la agencia inmobiliaria. Casas soleadas en Chelsea y Kensington. Yo todavía vivo en una torre de edificios en Kilburn. La escalera siempre huele a pintura y las gaviotas se lanzan contra los balcones.
Obviamente, no tengo jardín. Ya se sabe, en casa del herrero, cuchillo de palo.
Por la calle Sloane bajan taxis negros. A los costados de los edificios las ventanas reflejan pequeñas esferas brillantes. En la librería están expuestas unas nuevas traducciones de Las mil y una noches.
En una de las historias un mago bebía una poción hecha de una hierba que lo mantenía joven. El problema era que la hierba solo crecía en la cima de una montaña, así que cada año el mago engañaba a un joven para que escalara la montaña. «Lanza la hierba», decía el mago. «Luego iré a buscarte». El joven lanzaba la hierba. No puedo recordar el final. Tal vez se acabara ahí. He olvidado el final de la mayoría de las historias, excepto el más importante: que Scheherazade vive.
Después de algunos minutos en el metro, vuelvo a salir, subiendo por las escaleras hasta la estación de Paddington. Compro el billete y una botella de vino tinto en la tienda Whistlestop de la estación.
En el andén, el tren comienza a hacer ruido. Ojalá Rachel se mudara a Londres. «Pero, entonces, ya no podrías venir aquí», dice, y la verdad es que adoro su casa, una antigua granja en una pequeña colina, con dos olmos viejos a los lados. El susurro de los árboles en el viento llena las habitaciones del piso