Despierta a mi lado - Placaje a tu corazon. Lorraine MurrayЧитать онлайн книгу.
entre sí y luego se centraron en su amiga, que parecía perdida.
–¿Por qué dices eso? –le preguntó Catriona confundida por este hecho.
Fiona inspiró hondo antes de responderle.
–Porque me siento como una estúpida. Por eso –explicó con cierto malhumor–. Sé que bebimos demasiado, que…
–Bebiste –le corrigió Moira–. Estabas bastante animada porque te habían concedido el permiso para montar una exposición de autoretratos pintados por artistas italianos.
–Sí, eso lo recuerdo perfectamente. Por cierto, tengo que ponerme con ello de inmediato –murmuró para ella mientras se llevaba la taza a los labios.
–Decidiste pedir varias botellas de vino para celebrarlo –apuntó Eileen–. Y entonces…
–Entonces apareció él con sus amigos –intervino Catriona esbozando una sonrisa divertida–. Creo recordar que estaba con varias personas más. Pero de repente estaba mirándote como si te conociera, o como si le hubieras causado una gran impresión. Deberías haberlo visto. No te quitaba ojo –le recalcó moviendo sus cejas de forma rápida.
–Sí, y cuando os pusisteis a charlar en mitad de la taberna como si en realidad estuvierais vosotros dos solos… –aclaró Eileen entre risas.
–¿Que yo me puse a hablar con él? –le preguntó sin salir de su asombro por lo que estaba escuchando.
–Sí, y al parecer la conversación debía ser de lo más interesante. Pasaste más de quince minutos pegada a él.
–Vaya –logró decir después de unos momentos de confusión–. Pero, ¿es posible que se viniera conmigo? –les preguntó sin poderse creer que hubiera sucedido así–. ¿Y vosotras? ¿Por qué no me acompañasteis? Menudas amigas –murmuró mirándolas por encima de su taza de café, como si les reprochara que no hubieran hecho nada por evitar que se fuera con Fabrizzio.
–Te apartaste de nosotras para quedarte con él. Parecías muy a gusto –matizó Eileen asintiendo de una manera que no le hizo nada de gracia a Fiona. Una especie de venganza por su último comentario.
–¿Cómo de a gusto? –preguntó con un toque de temor, mientras entornaba su mirada hacia su amiga. Por otra parte, tampoco debía darle mucha importancia después de que hubiera amanecido en su cama, ¿no?
–Tanto como para que te hayas acostado con él –se aventuró a decir Moira con un tono convincente en su voz. Las tres la miraron como si acabara de revelar algún tipo de secreto inconfesable. Luego Catriona y Eileen volvieron sus miradas hacia Fiona, quien cerró los ojos y apoyó la frente sobre su mano. Sus cabellos se arremolinaron sobre su rostro ocultando su sonrojo.
–¿Es cierto lo que acaba de decir Moira? –se aventuró a preguntarle Catriona, mientras miraba a su amiga con los ojos abiertos, expectante por lo que pudiera decir fingiendo estar escandalizada.
Levantó la mirada hacia las tres y, por su expresión, sus amigas supieron al momento la verdad. Eileen abrió la boca para decir algo, pero su estado de sorpresa no se lo permitió. Catriona entornó la mirada hacia Fiona esperando que lo confirmara de palabra. Que había pasado la noche con él. Y Moira la miraba con toda naturalidad. Como si en verdad aquello no le sorprendiera.
–¿Te has acostado con el italiano? –le preguntó Catriona en un susurro, mientras Fiona se limitaba a asentir lentamente y parecía que se sintiera culpable por haberlo hecho.
–Lo sabía –apuntó Moira con toda naturalidad y una especie de superioridad.
–¿También lo viste en tu bola de cristal? –le preguntó con ironía mientras alzaba una ceja.
–No. Pero se notaba que anoche el italiano te gustaba. Y de verdad.
–Tanto como para llevármelo a casa –sugirió con la mirada fija en la mesa.
–Pero, entonces… –comenzó a decir Eileen esperando que fuera su amiga quien les contara lo sucedido.
Las miró a las tres durante unos segundos mientras meditaba por dónde empezar.
–Sí, eso mismo que estáis pensando las tres ahora mismo. Pero lo malo no es eso –dijo esperando a que alguna le preguntara pero al ver que las tres permanecían en silencio esperando que fuera ella quien siguiera hablando, decidió continuar–. Fabrizzio ha amanecido en mi cama. Y además me ha preparado el desayuno. ¿Contentas? Ya está. Ya lo he confesado –les dijo levantando las manos y mirándolas como si esperara sus reproches–. Podéis decirme que soy una inconsciente por haber accedido a ello con alguien a quien he conocido anoche. Vamos. Adelante.
Ninguna dijo nada al respecto. Las tres amigas la contemplaron mientras cada una pensaba en lo que había dicho y hecho. Eran amigas desde el colegio, y siempre se habían apoyado entre ellas.
–A mí me parece genial. Si Fabrizzio te gusta ¿por qué no? Eres mayor de edad y sabes lo que quieres. ¿Cuál es el problema? –le preguntó Eileen mientras se encogía de hombros.
–Recuerdo que no hace mucho eso mismo te preguntabas tú con Javier y Rowan. ¿Lo has olvidado? –le recordó Fiona con sarcasmo.
–Claro que no lo he olvidado. Por eso te lo pregunto.
–Deberías decirnos cuál es el problema –sugirió Catriona–. ¿Por qué tienes ese gesto? ¿Te arrepientes de haberlo hecho o algo así? ¿Piensas que esta vez puede durarte más de…? ¿Cuánto te duró el último ligue?
–Veinte días. Y solo digo que no debería haber sucedido. Eso es todo –le dijo recordando las manos de Fabrizzio por su cuerpo. Acariciándola como si estuviera moldeándola. Arrancándole gemidos de lo más hondo de su ser. Haciéndola palpitar de deseo entre sus brazos. Mirándola de aquella manera en el momento en que juntos llegaron al orgasmo. Y después… Sus caricias tiernas, dulces y reveladoras hasta que se quedó dormida entre sus brazos. ¡Por San Andrés, que nunca había sentido algo así antes! Eso era lo que la tenía descolocada y lo que no conseguía explicar. Y lo que en cierto modo la asustaba. Haber sentido algo por un hombre por primera vez. Y cuando lo vio sirviendo café… pensó que aquello no era real. Que aquel hombre había salido de su fantasía–. Veinte días.
–Entonces, ¿por qué lo permitiste? –preguntó Catriona desconcertada por cómo veía a su amiga. Era la primera vez que la veía tocada tras conocer a un hombre. Y que se hubiera acostado con él, y ahora tuviera ese semblante… Por lo general a la mañana siguiente de conocer a alguien solía mostrarse alegre, divertida como era ella. Pero en esta ocasión…
Fiona sonrió de manera tímida mientras jugaba con la cuchara y su mirada permanecía fija en la taza vacía de contenido. Tal vez eso era lo que le sucedía. Que una parte de su vida aún seguía vacía.
–Lo hizo porque se lo estaba pasando en grande, ¿verdad, Fiona? –respondió Moira por ella tratando de quitar tensión a la situación. Algo le había sucedido a Fiona.
–¿Piensas quedar con él? –preguntó Eileen captando la atención de su amiga.
–No lo sé. Está de paso en la ciudad para visitar a un amigo. Además, tampoco estoy segura de querer volverlo a ver –les dijo tratando de mostrarse convencida de que en realidad era eso lo que quería.
–Bueno, eso es algo que debes decidir tú. Pero si se ha quedado toda la noche y te ha preparado el desayuno… Chicas, lamento decirlo pero he de ir a trabajar –comentó Catriona mirando su reloj.
–Sí. Debo ponerme con mi exposición de retratistas italianos –recordó Fiona mientras abría los ojos al máximo y sonreía. Intentó no pensar en la relación que ello tenía con Fabrizzio, pero eso era algo que por ahora le resultaba complicado.
–Es curioso –señaló Moira entrecerrando sus ojos sin apartar la mirada de Fiona.
–¿Qué?
–Que estés preparando una exposición