Un amor para recordar - El hombre soñado - Un extraño en mi vida. Teresa SouthwickЧитать онлайн книгу.
empezar por ahí.
Cal odiaba tener que admitirlo, pero ésa era otra de las razones por las que había llamado. A pesar de lo que Emily estaba tratando de hacer, no le gustaba el hecho de que estuviera enferma.
—¿Qué quieres de mí, Emily?
—No quiero nada.
Cal agarró su taza de café frío.
—¿Cómo sé que la niña es mía?
—Estoy más que dispuesta a hacerme la prueba de ADN si con eso te quedas tranquilo.
Cal no creía que existiera una prueba capaz de dejarlo tranquilo desde que había vuelto a verla.
—Eso sería buena idea. Me encargaré de ello.
—De acuerdo entonces —asintió Emily.
Si estuviera tratando de engañarle, no hubiera accedido tan deprisa a hacerse la prueba. Eso acalló algunas dudas, pero no todas. Cal no quería que volvieran a reírse de él nunca más.
Era un adolescente la última vez que una mujer quiso engañarle. Le dijo que estaba embarazada y Cal la creyó, se casó con ella. Pasaron los meses y ella no engordaba, aunque se lanzaba sobre él a la menor oportunidad. Cuando Cal descubrió que no había ningún bebé, supo que estaba intentando quedarse embarazada. Su mentira quedó al descubierto, pero también la creyó cuando le dijo que lo había hecho por los dos, para que pudieran estar juntos. También se tomó en serio los votos que pronunció de permanecer a su lado en lo bueno y en lo malo. Y lo que obtuvo fue lo malo. Ella se volvió más creativa en sus manipulaciones mientras su matrimonio fallecía de una muerte lenta y dolorosa. Cuando cerró aquel capítulo de su vida, borró la palabra «compromiso» de su vocabulario.
Desde entonces se había cuidado mucho, protegiéndose en sus relaciones sexuales. Era casi una obsesión, y por eso nunca se le había pasado por la cabeza la idea de tener un hijo. Pero eso no exoneraba a Emily de su culpa. Tenía la obligación de haberle contado que iba a tener un hijo. Había pasado demasiado tiempo como para que ahora creyera que la niña era suya. No era más que otra mujer tratando de hacerle bailar a su son.
—Entonces esperaremos a ver qué dicen las pruebas —le dijo Cal.
—No tengo ninguna duda de que confirmarán lo que te estoy diciendo. Y siento haber esperado tanto para hacerlo. Pero necesito saber que tendrá un padre que cuidará de ella si llega el caso —Emily se levantó del taburete—. Avísame dónde y cuándo tengo que llevarla para las pruebas.
Se dio la vuelta para marcharse y se abrió camino entre los taburetes de la barra. La mirada de Cal se deslizó inconscientemente hacia el sensual balanceo de sus caderas. Sintió un estremecimiento interior, un dolor que no sabía que estuviera allí.
—Emily.
Ella se detuvo y se giró para mirarlo.
Entonces Cal dijo algo que no se le había cruzado por la mente de manera consciente.
—Quiero ver a tu hija.
Capítulo 2
EMILY estaba recorriendo arriba y abajo el salón de su apartamento de la planta baja mientras esperaba a Cal. Con lo enfadado que estaba, no esperaba que padre e hija fueran a encontrarse hasta las pruebas de ADN, así que su solicitud de ver a Annie la había pillado por sorpresa.
Escuchó un grito enfadado en el pasillo y corrió para encontrarse con Annie intentando gatear para salir de su habitación. La niña llevaba un vestido de encaje blanco y sin mangas que sin duda suponía una tortura para ella. Las rodillas le pisaban el bajo, lo que minimizaba sus progresos y aumentaba su frustración.
Emily la agarró en brazos. Sus rizos dorados le rodeaban el rostro de ojos azules y mejillas sonrosadas.
—Siento lo del vestido, pequeña. Ya sé que no es tu estilo, pero tu papá llegará en cualquier momento y sé que quieres impresionarle.
—Uh —respondió Annie agitando los brazos para que la bajara.
Emily colocó a la niña en el suelo con delicadeza, agarrándole la manita mientras la niña caía sentada.
Había perdido la cuenta de la cantidad de veces que le había cambiado de ropa a Annie para la ocasión. Pero conocer a tu padre era un momento importante. Emily no lo sabía por propia experiencia, porque nunca había visto al suyo. Pero seguro que había que hacerlo con las mejores galas. Era muy consciente de que ella era la razón por la que aquel encuentro no había tenido lugar antes, y tenía que vivir con sus consecuencias. Pero no podía añadir aquella culpa a todas las que ya tenía. Más valía tarde que nunca.
El áspero sonido del timbre provocó que a Emily le diera un vuelco el estómago como si se hubiera montado en una montaña rusa. La buena noticia fue que el sonido llamó la atención de Annie, que dejó de tratar de escapar de su vestido.
—Vamos allá, cariño —llevó a la niña hacia la mirilla para ver quién era. Cal llegaba puntual. Cuando lo vio, suspiró profundamente antes de abrir.
—Hola, Cal.
—Emily.
Se había cambiado la ropa del hospital por pantalones vaqueros y una camisa azul clarito. Tal vez, sólo tal vez, para él también fuera importante aquel encuentro.
—Pasa —dijo ella echándose a un lado para abrir más la puerta antes de cerrarla tras echar un vistazo al sol del atardecer que comenzaba a descender—. Hace mucho calor fuera.
Y también dentro, pensó mirándolo. Aquella visión no le proporcionaba ningún alivio del calor. Había pasado algún tiempo, pero su cuerpo seguía siendo susceptible a él. Pero aquella visita no era para ella.
Había llegado el momento de hacer las presentaciones.
Emily miró a su hija, que estaba chupándose el dedo índice y miraba con incertidumbre a aquel desconocido tan alto.
—Cal, ésta es Annie.
Él la observó fijamente durante largo rato. Emily no era consciente de que estaba conteniendo la respiración hasta que la dejó escapar cuando él también lo hizo.
—No mencionaste que se parece a mí —dijo sin apartar los ojos de su hija.
—¿Me hubieras creído?
—Seguramente no —Cal deslizó la mirada hacia Emily—. Yo tenía ese color de pelo cuando era pequeño. Y los ojos son como los míos. Incluso esto —dijo alzando un dedo para tocar suavemente el hoyuelo de la barbilla de Annie, idéntico al suyo.
La niña apartó la cabeza y escondió la cara en el cuello de Emily.
—Es un poco tímida. ¿Quieres agarrarla en brazos?
—Sí —Cal estiró los brazos para recibir a la niña, pero Annie se retorció cuando él trató de sujetarla en su antebrazo. Luego empezó a llorar histéricamente y estiró los brazos para que su madre la rescatara—. Quiere irse contigo —dijo él con voz fría como el hielo.
Emily sujetó a su hija y sintió cómo se relajaba. No así Cal.
—No te lo tomes como algo personal. Es que no te conoce.
—¿Y de quién es la culpa?
Aquel comentario mordaz consiguió su objetivo, y Emily volvió a sentirse culpable una vez más. Cuando se sentía acorralada, salía la adolescente peleona que se había criado en las calles.
—Mira, ya te he pedido disculpas. No volveré a decirte que lo siento. Annie se comporta así con los desconocidos, y sinceramente, creo que eso está bien.
—¿Está bien que no conozca a su propio padre? —Cal la miró entornando los ojos.
—Lo que quiero decir es que no está mal que sea precavida con la gente que no conoce.
—¿Se