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Llegada . Морган РайсЧитать онлайн книгу.

Llegada  - Морган Райс


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en contra de dejar entrar a Chloe.

      —Hola —dijo Luna. Tendió una mano—. Yo soy Luna.

      Chloe la miró fijamente y, a continuación, encogió los hombros sin cogerla.

      —Esta es Chloe —dijo Kevin por ella.

      Chloe asintió sin mucho entusiasmo en señal de conformidad y miró alrededor cautelosamente.

      —¿Dónde están todos? —preguntó por fin.

      —No hay todos —respondió Luna—. Solo estamos nosotros. Kevin y yo.

      Dio un paso hasta ponerse al lado de Kevin como para recalcar que eran un equipo. Incluso le puso una mano encima del hombro.

      —¿Solo vosotros dos? —dijo Chloe. Se sentó en una de las sillas del centro de mando y negó con la cabeza—. Todo este camino ¿y solo estáis vosotros dos?

      —¿Tú de dónde vienes? —preguntó Kevin.

      —Eso no importa —dijo Chloe sin mirarlos.

      —Yo creo que un poco sí que importa —replicó Luna—. Es decir, has aparecido de la nada y nos pides que confiemos en ti.

      Chloe echó un vistazo rápidamente, encogió de nuevo los hombros y, a continuación, salió de la habitación. Kevin fue tras ella, sobre todo porque sospechaba que si Luna iba tras ella podría haber alguna discusión y porque había algo intrigante en Chloe. Había muchas cosas que no sabían sobre ella.

      —No tienes por qué seguirme —dijo Chloe, mirando hacia atrás mientras Kevin la seguía por uno de los pasillos.

      —Pensé que podría enseñarte el lugar —dijo Kevin—. Bueno… si quieres.

      Chloe encogió los hombros una vez más. Parecía haber matices en sus encogimientos de hombros y, al parecer, este significaba vale. Kevin no estaba seguro de qué hacer con ella.

      —Hemos estado mirando por todas partes desde que llegamos aquí —dijo Kevin—. Aquí abajo hay una cocina y un almacén, y aquí hay algunos baños. Este es el dormitorio donde dormimos. Escoge una cama si quieres. Yo estoy por allí, y Luna también.

      Chloe escogió una cama. Estaba al otro lado de la habitación de las que Luna y Kevin habían escogido.

      —No es que no me fíe de vosotros —dijo ella—, pero no os conozco, y… —Negó con la cabeza y no terminó. Tenía una mirada afligida al hacerlo.

      —¿Estás bien? —preguntó Kevin.

      —Estoy bien —replicó Chloe, pero después suavizó un poco su voz—. Estoy bien. Hace un tiempo que me he acostumbrado a cuidar de mí misma. Supongo que no se me da muy bien abrirme a la gente.

      —Vale —dijo Kevin. Dio un paso atrás hacia la puerta—. Me puedo ir si no quieres…

      —Me escapé de casa —dijo Chloe. Esto bastó para que Kevin se quedara quieto.

      —¿Qué?

      —Quiero decir, antes de que vinieran los extraterrestres —continuó Chloe—. Mi madre siempre me gritaba y mi padre era… bueno, pasó algo y todos dijeron que yo estaba loca… bueno, tengo un primo en el norte. Pensé que si podía llegar hasta él, estaría bien y entonces llegaron los extraterrestres.

      A Kevin, le sonaba como si se estuviera saltando bastantes cosas, pero lo dejó pasar. Muchas de las pausas daban la sensación de ser agujeros que escondían el tipo de cosas que dolían demasiado, como si fingir hiciese que todo esto marchara. Él sabía de eso. Como si fingiendo que todo iba bien su enfermedad no estuviera realmente allí.

      —¿Cómo sobreviviste allá fuera? —preguntó Kevin.

      —Hice lo que tenía que hacer —dijo Chloe, sonando a la defensiva y de nuevo un poco afligida también. Estaba a cubierto lejos de todo el mundo cuando esto empezó a pasar, y la gente decía que había un gas o algo así, pero para cuando yo salí, solo estaban esas cosas intentando agarrar a la gente y exhalar encima suyo.

      —¿Para cuando saliste? —dijo Kevin.

      —Un carnicero me encerró dentro de su congelador de carne. Dijo que estaba intentando robarle.

      —¿Era ese un lugar que podía no dejar pasar el vapor? ¿Significaba esto que Luna y él ya no necesitaban sus máscaras?

      —Irá bien —dijo Kevin.

      Chloe le dedicó otro de sus encogimientos de hombros.

      —Tú eres el niño de la tele, ¿no? Cuando dijiste que te llamabas Kevin, no lo pillé, pero creo que te reconozco. ¿Por eso estás aquí? ¿Te guardaron en un lugar seguro porque eres el chico que conoce a los extraterrestres?

      Kevin negó con la cabeza y se dirigió hacia ella.

      —Ellos no me metieron aquí. La Dra. Levin me dio una llave que encajaba con los búnkeres que tienen y me habló de uno que está debajo del centro de investigación de la NASA, pero eso salió mal. Luna y yo tuvimos que encontrar este lugar solos.

      Chloe asintió.

      —Luna… ¿es tu novia?

      La gente siempre lo daba por sentado. Kevin no entendía el porqué. A él le parecía evidente que Luna nunca sería su novia.

      —Es mi amiga —dijo Kevin—. No somos… quiero decir…

      Resultaba extraño que hablar de los extraterrestres fuera más fácil que hablar de qué eran exactamente Luna y él.

      —Extraño —dijo Chloe—. Quiero decir, pareces majo. Yo desde luego no te dejaría solo como a un amigo. Me pregunto…

      Kevin no consiguió descubrir lo que se preguntaba, pues vino una tos penetrante desde la puerta. Casi tan penetrante como la mirada que les lanzó Luna cuando Kevin se giró.

      —Quería ver por qué estabais tardando tanto —dijo, y no parecía contenta. Parecía… casi celosa, y eso no tenía sentido, pues allí no estaba pasando nada y, en cualquier caso, Kevin y Luna no eran así. ¿O sí?

      —Hola, Luna —dijo Kevin—. Chloe me estaba hablando de ella.

      —Ya me lo imagino —dijo Luna—. Tal vez también podría contarme algo a mí. Y quizás, mientras tanto, podemos pensar en qué vamos a hacer todos a continuación.

      ***

      Fueron hacia la zona de la cocina, pues ninguno de ellos había desayunado todavía. Kevin fue a buscar provisiones del almacén, sin estar del todo seguro de si debía dejar solas a Luna y a Chloe ahora mismo.

      Kevin escogió un paquete en el que ponía que eran tortitas de arándanos y se lo llevó a ellas. Estaban calladas, lo que en sí mismo ya era algo preocupante –Luna no estaba callada casi nunca.

      —Encontré tortitas de arándanos —dijo.

      —Eso es fantástico —dijo Luna—. Me encantan las tortitas de arándanos.

      —A mí también me gustan —dijo Chloe, aunque Kevin tenía la sensación de que solo lo decía porque Luna lo había dicho.

      —Bueno, no sé si estarán muy buenas —dijo Kevin.

      La respuesta a eso era sencilla: tenían el gusto de algo que había estado en un paquete dentro de un almacén más tiempo de lo que debería haber estado. Aun así, tenía el hambre suficiente como para comérselo todo.

      —¿Cómo supiste de este lugar? —le preguntó Kevin a Chloe mientras comían.

      —Mi padre… en su trabajo él… oía cosas —dijo, pero no se extendió más que eso. Kevin sospechaba que si hubiera preguntado Luna en lugar de él, ni tan solo hubiera dicho eso.

      —¿Así que viniste andando hasta aquí y apaleaste la puerta hasta que alguien te dejó entrar? —dijo Luna. A Kevin


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