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Llegada . Морган РайсЧитать онлайн книгу.

Llegada  - Морган Райс


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atrapados.

      —Si los hay, no podemos contactar con ellos —dijo Luna—… Todavía no viene ninguna señal de las pantallas y todos esos aparatos de comunicación son inútiles si no sabemos con quién nos estamos poniendo en contacto.

      —Quizás no los encendéis correctamente —dijo Chloe.

      Luna le echó una mirada intencionada.

      —De todos modos, podemos quedarnos aquí todo el tiempo que necesitemos —dijo Luna—. Aquí estamos a salvo. Ayer hablamos de esto, Kevin.

      Lo habían hecho, y entonces había sido un pensamiento reconfortante, pero ¿lo era? ¿Iban a quedarse los tres allí para el resto de sus vidas?

      —Puede que yo conozca un lugar —dijo Chloe entre bocados de tortita.

      —Resulta que conoces un lugar —dijo Luna—. ¿Del mismo modo que habías oído hablar de aquí?

      A Kevin eso le sonó sospechoso. Quería darle a Chloe el beneficio de la duda, pero parecía que Luna confiaba mucho menos en ella.

      Chloe dejó el tenedor.

      —Oí hablar de esto a algunas personas que conocí cuando venía de camino. Supuse que esto estaba más cerca y era más seguro. Pero si no hay nadie aquí…

      —Nosotros estamos aquí —dijo Luna—. Aquí estamos a salvo.

      —¿Seguro? —exigió Chloe, mirando hacia Kevin como para que lo confirmara—. Se supone que hay un grupo hacia LA. que esta ayudando a los refugiados a agruparse y a estar a salvo. Se llaman a sí mismos los Supervivientes.

      —¿Así que quieres que vayamos todos a LA y busquemos a esa gente? —preguntó Luna.

      —¿Y cuál es tu plan? ¿Quedarte aquí sentada y esperar a que las cosas mejoren?

      Kevin miraba de la una a la otra, intentando pensar en la mejor manera de mantener todo esto en calma.

      —Tenemos la comida suficiente como para durar para siempre y tal vez consigamos que la radio funcione pronto. No podemos simplemente salir allí donde podría haber cualquier cosa.

      Chloe dijo que no con la cabeza.

      —Las cosas no mejoran. Confiad en mí.

      —¿Qué confiemos en ti? —dijo Luna—. Ni tan solo te conocemos. Nos quedaremos aquí.

      Kevin conocía ese tono. Significaba que Luna no iba a bajar del burro.

      —Escuchad a la pequeña animadora perfecta, piensa que ella es la que manda —replicó Chloe.

      —Tú no sabes nada de mí —insistió Luna con un tono de voz peligroso.

      Kevin apenas podía entender por qué estaban discutiendo. Había intentado no meterse, pero ahora parecía que podría tener que hacerlo.

      Se levantó para decir algo, pero se detuvo, pues un dolor salió disparado hacia su cabeza, junto con algo más, una sensación que hacía días que no tenía.

      —Kevin? —dijo Luna—. ¿Estás bien?

      Kevin negó con la cabeza.

      —Creo… creo que viene otra señal.

      CAPÍTULO TRES

      Unos números destellaron en la mente de Kevin, irrumpiendo en ella en una rápida secuencia, que casi parecía que se le grababa en el cerebro. Parecían demasiado rápidos para pillarlos, pero Kevin sabía que tenía que intentarlo. Fue a por ellos…

      Kevin despertó y miró parpadeando a la litera de arriba de la cama que había escogido desde el suelo. Le dolía la cabeza como si se la hubieran golpeado, pero no era eso. Solo era el dolor que venía de que su cuerpo intentaba procesar una señal alienígena que no podía manejar e intentó entenderla en vano. Se llevó una mano a la nariz y, al apartarla, estaba manchada por un fino chorro de sangre.

      —Toma —dijo Luna, pasándole un trapo.

      —Gracias —respondió Kevin.

      Chloe lo observaba desde el otro lado de la litera, como si esta fuera una barrera entre Luna y ella.

      —¿Estás bien? —preguntó—. ¿Qué pasó?

      —Ya te dije lo que pasó —dijo Luna. Kevin notó su enfado.

      Chloe negó con la cabeza.

      —Quiero oírlo de él.

      Kevin tragó saliva.

      —Creo… creo que hay una transmisión.

      —Ya te lo dije —dijo Luna, con cierta satisfacción y, de nuevo, miró a Kevin—. Espera, ¿de verdad crees que hay una?

      Kevin comprendía su duda. Antes, todas las transmisiones habían sido muy claras.

      —No habían palabras —dijo Kevin—. Todo eran números.

      —Como la primera vez —dijo Luna.

      Kevin asintió y se esforzó por incorporarse. Cuando parpadeaba, podía ver claramente los números, quemando detrás de sus párpados, allí estaban quisiera verlos o no.

      —¿O sea que así es como sucede? —preguntó Chloe, que parecía casi emocionada por ello—. ¿Recibes transmisiones de verdad en tu cerebro?

      —Recibo indicios de cosas —dijo Kevin—, pero las transmisiones de verdad vienen a través de los radiotelescopios de la NASA. Yo solo sé traducirlas.

      —Eso es… increíble —dijo Chloe.

      Era fácil olvidar que allá fuera había gente que no le había visto hacer esto un montón de veces.

      —No es algo divertido —dijo Luna—. Ya ves lo que le hace a Kevin. Y todos los problemas que han venido de esto… no solo que los alienígenas vinieran aquí. Ha habido gente que nos ha amenazado, nos ha intentado matar, gente que no creía a Kevin. ¿Sabes lo que es que no te crean cuando dices la verdad? ¿Qué te digan que estás loco?

      Chloe había estado mirando cada vez más enojada a Luna mientras hablaba, pero cuando dijo esto, Chloe se tranquilizó.

      —Sí —dijo en voz baja—. Sí que lo sé.

      Fue a sentarse en la esquina de una de las otras camas y Kevin vio que tamborileaba los dedos como si quisiera decir muchas cosas, pero no lo hizo. Kevin podría haberle preguntado qué le pasaba, pero Luna le estaba hablando otra vez.

      —¿O sea que eso significa que hay otro mensaje a la espera? —preguntó—. ¿Otra transmisión de los extraterrestres?

      Kevin asintió.

      —Pero no de los que invadieron. Esta se parecía más al modo en que lo hicieron los otros. Los que intentaron advertirnos.

      —Ya me lo imagino —dijo Luna—. Quiero decir, ¿qué van a decir ahora los invasores? ¿Rendíos y os destruiremos, humanos esmirriados? ¿La resistencia es inútil? ¿Qué clase de alienígenas alardea cuando ya te ha vencido?

      —Todo el mundo lo hace —murmuró Chloe y, a continuación, se levantó y se fue.

      Luna torció el gesto al ver que se retiraba.

      —¿Qué problema tiene?

      Kevin dijo que no con la cabeza.

      —No lo sé. Me da la sensación de que le pasó algo malo antes de venir aquí.

      —¿Quieres decir peor que el hecho que los alienígenas invadieran el mundo? —preguntó Luna—. ¿O peor que el hecho que te coja un tío con una pistola en una rueda de prensa?

      —No lo sé —repitió Kevin. Tenía la sensación de que probablemente debería ir detrás de Chloe, pero todavía no se sentía suficientemente fuerte


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