Como desees. Cary ElwesЧитать онлайн книгу.
Y no es que me muriera de ganas de ir a Alemania Oriental. Miré mapas y había áreas grises donde estaba la lluvia radioactiva; no me gustaba la idea. Y Rob decía: «No vayas si no quieres». Pero lo hice. Solo recuerdo meterme corriendo en el hotel, como si fuera a servir de algo. Y dejar atrás una chaqueta de literalmente mil dólares. No tenía tanto dinero y, desde luego, no tenía ninguna otra chaqueta como esa, pero no podía llevarla más. Así que la dejé.
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Aunque la novela se publicó en 1973 y recibió el aplauso inmediato y una respuesta apasionada por parte de los lectores, ya había cumplido trece años en el momento en que se me ofreció interpretar el papel de Westley. El guion de Goldman, que había adaptado de su propio libro, se convirtió en una especie de propiedad legendaria en los círculos de Hollywood y aquellos al mando en los estudios declararon que se trataba de una película imposible de hacer.
Goldman había escrito él mismo el guion con gran esfuerzo y había declarado hacía tiempo que era su preferido de todos cuantos había escrito. Un auténtico elogio, ya que en aquel momento su obra incluía Marathon Man, Dos hombres y un destino y Todos los hombres del presidente (con los dos últimos había conseguido incluso premios Óscar al mejor guion).
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WILLIAM GOLDMAN
Iba de camino a California y les dije a mis hijas: «Voy a escribiros una historia; ¿de qué queréis que trate?». Y una de ellas dijo: «¡Princesas!» y la otra dijo algo sobre «que estuviera prometida». Y yo dije «Vale, ese será el título». Me puse a ello, escribí las dos primeras páginas y, luego, paré. Y entonces, años más tarde, retomé y acabé el libro.
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Y así, pese al impresionante currículum y la pasión de Goldman por la obra, el proyecto parecía destinado a languidecer en lo que se conoce vulgarmente en el mundillo como el «infierno del desarrollo», es decir, a pasar de un estudio a otro sin parar, sin que ninguno de ellos fuera capaz de llevarlo a cabo o sin que nadie se interesara por él. Como el mismo Goldman dijo una vez: «Ni siquiera François Truffaut pudo hacer esta película».
Se convirtió en ese guion legendario sin producir, e incluso se lo etiquetó como tal en la prestigiosa revista francesa de cine Cahiers du Cinéma. Así pues, parecía que el libro favorito del autor estaba destinado a no ver nunca la luz del día…, es decir, hasta que cayó en las manos correctas.
Para aquellos que no lo sepan, hay que mencionar que la carrera de Rob Reiner en ese momento iba, sin ninguna duda, viento en popa. Había dejado de ser una simple estrella de comedias para demostrar ser un director de primera con una diestra habilidad a la hora de mezclar géneros con su trabajo en Juegos de amor en la universidad y, sobre todo This Is Spinal Tap, estrenada en 1984. Todo aquel al que le interesaba la música rock o la comedia se enamoró instantáneamente de la película y memorizó sus diálogos, en su mayoría improvisados. Fue la primera y, tal vez, la mejor de lo que se convertiría en una nueva categoría de cine y televisión, el falso documental, y fue Rob quien dirigió este proyecto con pericia desde su concepción hasta que alcanzó el estatus de película de culto del que disfruta ahora, incluso entre músicos. Tom Petty declaró una vez su debilidad por las viejas y atontadas estrellas del rock y reveló que, a menudo, él y los miembros de su banda se juntaban y recitaban frases de la película antes de salir al escenario. Rob también me dijo que cuando se reunió con Sting para ofrecerle el papel de Humperdinck, el músico le dijo que había visto Spinal Tap más de cincuenta veces y que nunca «sabía si reír o llorar». Para un director o guionista (los coautores de esa película fueron Harry Shearer, Michael McKean y Christopher Guest, que también formaría parte del elenco de La princesa prometida), ese debe de ser el mayor elogio posible.
Hacia la misma época, Rob estaba dando los toques finales a Cuenta conmigo, una adaptación de una novela de Stephen King que sería reconocida como una de las mejores historias que Hollywood jamás ha producido sobre el paso de la niñez a la madurez. Tras mi llegada a Londres, Rob organizó un pase privado para mí en los estudios Pinewood, y recuerdo que me conmovió profundamente. No había visto a unos niños actuando de manera tan honesta desde Los 400 golpes de Truffaut. Al ver This Is Spinal Tap, Juegos de amor en la universidad y Cuenta conmigo, supe que Rob estaba teniendo una buena racha. Sus películas eran muy diferentes en género y tono, y todas funcionaron muy bien. Era un director con una visión única que hacía películas memorables. Realmente, no había nadie más haciendo el tipo de trabajo que hacía él. Así que, con esa impresionante obra a sus espaldas, Rob se ganó el derecho a escoger su próximo proyecto basándose principalmente en lo que quería hacer en lugar de en lo que se esperaba de él. Prácticamente, se le concedió carta blanca. Por lo que tengo entendido, la conversación entre Rob y el entonces jefe de Columbia Pictures, iba a lanzar Cuenta conmigo, fue algo así:
—Lo que quieras —le dijo el jefe del estudio—. Cualquier cosa.
—¿De verdad? ¿Cualquier cosa? —respondió Rob con alegría.
—Sí.
—En ese caso quiero hacer mi libro favorito —respondió Rob.
—¿Cuál es?
—La princesa prometida.
—¡Cualquier cosa menos eso! —replicó al instante.
Y así, el proyecto se estancó durante un tiempo.
Pero Rob era perseverante. Aunque tiene un espíritu extraordinariamente cálido y generoso, y no es propenso al tipo de ego desenfrenado que no es poco común entre las altas esferas del talento de Hollywood, no es ningún pusilánime. De hecho, su clara determinación y su visión fueron las mayores responsables de que la película se convirtiera en una realidad.
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ANDY SCHEINMAN
Por aquel entonces, Bill Goldman ya había contactado con el padre de Rob, Carl Reiner, para llevar a cabo el proyecto. Pero Carl no tenía tiempo, o no sabía cómo hacerlo, o lo que sea. Por el motivo que fuera, simplemente no sucedió. Unos trece años más tarde Rob me dijo: «Creo que es un gran libro y que tendríamos que intentar sacarlo adelante».
En un momento dado, casi lo cerramos con Columbia Pictures. Fue entonces cuando oí una de mis frases favoritas del mundo del cine. El jefe de Columbia dijo: «Ten cuidado con los guiones de William Goldman. Te engaña con su buena escritura».
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El tiempo ha probado, sin duda, que Rob era el hombre adecuado para dirigir el proyecto. Como la mayoría de gente que la ha leído, era un gran admirador de la novela. También tenía una confianza suprema en su habilidad de mezclar los distintos géneros que llenaban sus páginas: amor, aventura, fantasía, drama, comedia, acción. Rob cogía estos elementos y lo ponía todo patas arriba. Se divertía haciéndolo y, a su vez, creaba una película divertida para los demás. Lograr esto requiere mucha seguridad, y no creo que muchos directores en aquel entonces, o ahora, hubieran podido sacarlo adelante.
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ROB REINER
He admirado el trabajo de Goldman desde el primer libro que escribió, The Temple of Gold, y luego, Your Turn to Curtsy, My Turn to Bow. He leído literalmente todos los libros que ha escrito. Cuando estaba escribiendo un libro sobre una temporada en Broadway en 1968 llamado The Season, mi padre representó una obra ese año, titulada Something different, a la que Bill dedicó un capítulo de su libro. Poco después, Bill terminó La princesa prometida y se la envió a mi padre por si le interesaba adaptarlo para una película. Pero él no sabía qué hacer con ella. Ni siquiera sé si la leyó o no, pero me la dio porque sabía que era un gran admirador de Goldman. Tenía veintipocos en aquella época y no había dirigido nada. La leí y tuve una de esas experiencias en las que estás leyendo y sientes que el escritor se ha metido en tu cabeza. Al leer el libro, pensé: «Oh, Dios mío, tengo la misma sensación». Quiero decir que, sencillamente, me enamoré