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Una novia indómita. Stephanie LaurensЧитать онлайн книгу.

Una novia indómita - Stephanie Laurens


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otra ronda al tabernero y, cuando llegó y el muchacho se hubo retirado, levantó su vaso.

      —La India nos ha enriquecido, nos ha dado más de lo que habríamos conseguido en otra parte. Parece justo devolverle a este país algo apresando… —miró a Rafe y rio— descabezando a la Cobra Negra. Y si, como parece, eso nos llevará de vuelta a Inglaterra, entonces eso también estará bien —miró a los demás a los ojos—. Estamos juntos en esto —alzó el vaso y esperó a que los demás entrechocaran los suyos con él—. Por nuestro eventual regreso a Inglaterra.

      —A casa —anunció Rafe mientras todos brindaban.

      Todos bebieron y Gareth, siempre práctico, preguntó:

      —¿Y cómo vamos a proceder para conseguir nuestra prueba?

      Habían dedicado los últimos tres meses, desde que habían llegado a la conclusión de que Roderick Ferrar, segundo adjunto al Gobernador de Bombay, tenía que ser la Cobra Negra, a intentar encontrar alguna prueba de la identidad secreta de Ferrar, pero sin ningún resultado. Cada uno detalló su última incursión en lo que empezaba a conocerse como «territorio Cobra Negra», cada ataque destinado a descubrir alguna pista, alguna prueba, alguna conexión sólida con Ferrar. Lo único que habían descubierto eran pueblos aterrorizados, algunos reducidos a cenizas, otros vacíos y sin ningún superviviente, evidencias de violaciones y torturas por todas partes.

      La destrucción gratuita y el gusto por la violencia sin más se estaba convirtiendo rápidamente en la firma de la Cobra Negra, pero, a pesar de todas la masacres que encontraron, no habían conseguido hallar ni una sola prueba.

      —Es muy listo, hay que reconocérselo al bastardo —observó Rafe—. Cada vez que encontramos a uno de sus adeptos, resulta que ha recibido instrucciones de otra persona, alguien a quien no conoce o, cuando puede señalarlo, la pista solo nos conduce a otro…

      —Hasta que terminas por encontrar a otro que, de nuevo, no sabe nada —intervino Logan con fastidio—. Es como ese juego de los susurros, solo que en este caso nadie sabe quién fue el primero en susurrar.

      —El modo que tienen de relacionarse los indios, a través del sistema de castas, juega a favor de la Cobra Negra —explicó James—. Los fieles obedecen sin cuestionar, y nunca se les ocurre que no sea razonable no saber nada sobre sus superiores, les basta con saber que son sus superiores y que, por tanto, deben obedecerlos.

      —Se trata de una red —intervino Gareth—. La Cobra Negra opera tras una estratégica red

      —Y al tratarse de una secta con el habitual misterio que las acompaña —añadió Rafe—, a los fieles les parece normal que la Cobra nunca sea vista, ni tampoco oída, directamente. Por lo que sabemos envía sus órdenes escritas en pedacitos de papel que pasa a través de esa condenada red.

      —Según Wolverstone y Devil —dijo Del—, toda la familia Ferrar es conocida por su tendencia brutalmente explotadora, por eso está el conde de Shrewton en la posición en la que está. En el caso de Roderick Ferrar, de tal palo tal astilla.

      —¿Y cuál es el siguiente paso? —preguntó Rafe.

      Pasaron la siguiente media hora, y otra ronda de cervezas más, discutiendo sobre los pueblos y puestos avanzados que merecían ser visitados.

      —El mero hecho de aparecer, de hacer ondear la bandera, será visto como una provocación —opinó Logan—. Si somos capaces de provocar una reacción, quizás podamos capturar a alguien que posea alguna información de utilidad.

      —Otra cuestión será hacerles hablar —Rafe miró a los otros—. Allí impera el yugo del miedo, la Cobra Negra mantiene sus bocas bien cerradas por miedo a su venganza.

      —Lo cual —añadió James— es espantoso, hay que reconocerlo. Todavía recuerdo al hombre al que reduje la semana pasada —hizo una mueca.

      —No podemos hacer otra cosa que presionar más —observó Del—. Necesitamos esa prueba, la incontrovertible evidencia que implica a Ferrar. Gareth y yo nos vamos a centrar en intentar encontrar algo a través de los contactos de Ferrar con los príncipes. Empezaremos por hablar con aquellos con los que ha tratado a través de la oficina del gobernador. Dado su carácter, sin duda habrá hecho enemigos y, con suerte, alguno estará dispuesto a hablar. Es más probable que hable un príncipe resentido que los habitantes de una aldea.

      —Cierto —Logan intercambió una mirada con Rafe y con James—. Mientras tanto, seguiremos haciendo incursiones en los pueblos y ciudades.

      —Eso por lo menos mantendrá la atención del demonio en el campo —dijo Gareth—, y nos proporcionará a Del y a mí algo de cobertura.

      —Vais a tener que prescindir de mí durante las próximas semanas —James hizo una mueca—. Al parecer me han asignado una misión. El gobernador me ha requerido para que conduzca una tropa hasta Poona y escolte a su sobrina de regreso a Bombay.

      Los otros cuatro se lamentaron mientras se apartaban de la mesa y se levantaban de las sillas.

      Rafe le dio a James una palmadita en la espalda.

      —No te preocupes, por lo menos tendrás la oportunidad de descansar unos días. La mayoría de las memsahib y sus encantadoras hijas pasan allí la temporada del monzón. ¿Quién sabe? Puede que encuentres alguna distracción de tu agrado.

      —Lo que quieres decir es que voy a tener que asistir a cenas formales y hablar de naderías —James soltó un bufido—, y luego bailar con niñas tontas que aletean las pestañas, mientras Logan y tú os divertís persiguiendo a la Cobra Negra y a sus adeptos. Muchas gracias, pero preferiría hacer algo útil.

      Rafe soltó una carcajada y rodeó los hombros de James con un brazo.

      —Si Logan o yo conseguimos hablar con alguno de esos adeptos, estarás de vuelta a tiempo para ayudarnos en el seguimiento.

      —Sí, pero piensa en lo aburridas que van a ser las próximas semanas para mí —James se dirigió a la salida con Rafe—. Me merezco algo extraordinariamente prometedor para mi regreso.

      Sonriendo ante el hambre de aventura de James, Del se unió a Gareth y a Logan, y salieron del bar.

      2 de septiembre, dieciocho días después

      Barracones de la Compañía de las Indias Orientales, Bombay

      Un viento árido y ardiente soplaba implacable a través del maidán, levantando remolinos de polvo al paso de los cipayos que practicaban la formación, marchando mientras el sol lentamente se desangraba por el oeste.

      En la terraza del barracón, Del estaba sentado en una tumbona de madera, los pies apoyados sobre los brazos extensibles, un vaso en una mano mientras Gareth, en la misma postura relajada que él, esperaba a que los demás se reunieran con ellos. Logan y Rafe tenían previsto regresar ese día de sus últimas salidas, y también se esperaba el regreso de Poona de James. Ya era hora de volver a reunirse, de decidir cuál sería el siguiente paso.

      Logan había llegado con su tropa hacía media hora. Cubierto de polvo, se había presentado ante el comandante del fuerte antes de dirigirse a los barracones. Tras subir las escaleras hasta la terraza, había saludado con expresión sombría antes de que Del o Gareth pudieran preguntarle qué tal le había ido, y rápidamente había entrado en los barracones para lavarse y cambiarse.

      Del observó a los cipayos realizar la instrucción, incansables, y sintió el peso del fracaso. Sabía que los demás sentían lo mismo. Habían estado presionando inmisericordes, en el caso de Rafe de un modo cada vez más temerario, en un intento de conseguir la prueba esencial que necesitaban, pero nada de lo que habían averiguado había bastado según los criterios de Wolverstone.

      Lo que habían averiguado les había confirmado que Ferrar era la Cobra Negra. Tanto Rafe como Logan habían encontrado a antiguos adeptos que habían llegado a ocupar puestos de importancia en la organización, pero que habían terminado por hartarse de la despiadada dictadura de la Cobra y habían logrado huir


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