Una novia indómita. Stephanie LaurensЧитать онлайн книгу.
que Del y Gareth habían conseguido sacarles a varios príncipes Maratha, ya no había ninguna duda posible de que tenían al hombre que buscaban.
Pero aún les faltaba demostrarlo.
Un pesado golpe de botas anunció la llegada de Logan. Se dejó caer en una silla a su lado, echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos.
—¿No ha habido suerte? —preguntó Gareth, aunque la respuesta era obvia.
—Peor —Logan no abrió los ojos—. En cada pueblo al que llegamos, la gente estaba acobardada. Ni siquiera se atrevían a ser vistos hablando con nosotros. La Cobra Negra los tiene bien agarrados y tienen miedo, y, por lo que hemos visto, por un buen motivo —hizo una pausa antes de continuar en voz más baja, los ojos aún cerrados—. A la entrada de la mayoría de los pueblos encontramos señales de la venganza de la Cobra Negra, mujeres y niños empalados, además de hombres.
Respiró entrecortadamente y se frotó el rostro con ambas manos mientras se incorporaba.
—Fue… peor que espantoso —tras una pausa, miró a los otros dos—. Tenemos que detener a ese loco.
—¿Viste a Rafe? —Del hizo una mueca de desagrado.
—Solo al principio. Se dirigía más hacia el este, a las colinas. Esperaba encontrar los límites del territorio Cobra, comprobar si había algún pueblo que se estuviera resistiendo, con la esperanza de que le proporcionaran información a cambio de ayuda.
—Buscando pelea, como siempre —Gareth bufó, aunque sin rencor.
—¿No hacemos todos lo mismo? —Logan miró hacia el maidán.
Del siguió su mirada hasta una nube de polvo que se levantaba más allá de la entrada al fuerte y que se acercaba poco a poco.
Cuando la nube entró por las puertas del fuerte, dio paso a Rafe a la cabeza de las tropas de caballería que había reclutado para la misión.
Una mirada al rostro de Rafe, que detuvo la marcha a unos metros de distancia para evitarles el remolino de polvo, bastó para contestar la pregunta más urgente. No le había ido mucho mejor que a Logan en su intento de conseguir la prueba de la identidad de la Cobra Negra.
Entregó las riendas del caballo al sargento y se dirigió hacia la terraza, el cansancio, o más bien agotamiento, reflejado en cada rasgo de su larga figura. Evitando las escaleras, se detuvo junto a la barandilla tras la cual estaban sentados los demás, apoyó los brazos sobre ella y dejó caer la rubia y polvorienta cabeza sobre los brazos. Su voz surgió camuflada y extrañamente ronca.
—Por favor decidme que alguno de vosotros ha encontrado algo, lo que sea, para poder detener a ese demonio.
Ninguno respondió.
Rafe dejó caer los hombros y suspiró antes de levantar la cabeza, permitiendo que los demás vieran claramente su rostro. Algo, más que el abatimiento, atormentaba su mirada.
—Has averiguado algo —Logan se inclinó hacia delante.
Rafe respiró pesadamente, volvió la cabeza hacia la tropa que empezaba a dispersarse y asintió.
—En un pueblo en el que los ancianos ya se habían doblegado ante las exigencias de la Cobra Negra, les está quitando la mitad, ¡la mitad!, de lo que son capaces de arañar a los campos. ¡Les está quitando la comida de la boca a los bebés!
Después de una pausa, continuó.
—Allí no encontramos nada, pero uno de los hombres más jóvenes nos esperaba en nuestro camino, y nos habló de un pueblo más al este que se estaba resistiendo a las exigencias de ese demonio. Nos dirigimos allí lo más deprisa que pudimos.
Con la mirada puesta en el maidán, Rafe se interrumpió. Cuando volvió a hablar, su voz era más baja, más ronca, que antes.
—Llegamos demasiado tarde. El pueblo había sido arrasado. Había cuerpos… hombres, mujeres y niños, violados y mutilados, torturados y quemados —tras una pausa continuó en voz aún más baja—. Era el mismísimo infierno en la tierra. No pudimos hacer nada. Quemamos los cuerpos y nos volvimos.
Ninguno de los otros habló, no había nada que decir que pudiera apartar la horrenda visión, la certeza.
Al fin Rafe respiró hondo y se volvió hacia ellos.
—¿Y qué hay por aquí?
—Yo he regresado con las manos vacías —admitió Logan.
—Hemos averiguado más cosas, nos han contado mucho más, pero no son más que habladurías —contestó Del tras mirar a Gareth—. Nada que podamos llevar ante la justicia, nada lo bastante bueno para llevar a casa.
—Ese es el lado positivo —apuntó Gareth—. El negativo es que sin duda Ferrar ya estará al corriente de que lo estamos vigilando. Investigándolo.
—Era inevitable —Logan se encogió de hombros—. Siendo tan listo no podía pasarle desapercibido que estamos aquí, bajo las órdenes directas de Hastings, y sin una misión de la que poder hablar.
—Llegados a este punto —Rafe asintió—, ya no puede hacernos daño. Quizás saber que vamos tras él lo vuelva más descuidado.
—Hasta ahora —Del soltó un bufido—, se ha mostrado increíblemente agudo evitando que algo le incrimine. Hemos descubierto más documentos, parecidos a contratos que ha firmado con varios príncipes, pero el muy canalla siempre utiliza su sello especial de Cobra Negra en la correspondencia, y firma con una marca, no con una firma.
—Y en su escritura emplea una gramática de nivel medio —añadió Gareth—. Podría ser de cualquiera de nosotros.
—¿Dónde está James? —preguntó Rafe tras unos momentos de sombría resignación.
—Al parecer aún no ha regresado —contestó Del—. Se le espera hoy, pensé que llegaría antes, pero debe haberse retrasado por algo.
—Seguramente a la dama no le pareció bien cabalgar a galope —Rafe sonrió tímidamente antes de volverse hacia el maidán.
—Por allí viene una tropa —observó Logan.
El comentario hizo que todas las miradas se fijaran en el grupo que atravesaba la puerta. No era una tropa completa, más bien una escolta a caballo junto a un coche. Pero fue el paso lento de la comitiva, así como la sombría lentitud de los soldados, lo que les indicó que no portaban buenas noticias.
Pasó un minuto hasta que la comitiva se acercó.
—¡Oh, no! —Rafe se apartó de la barandilla y echó a andar hacia el maidán.
Con los ojos entornados, Del, Gareth y Logan se levantaron lentamente. Del soltó un juramento y los tres saltaron la barandilla y siguieron a Rafe.
Rafe detuvo la comitiva con un gesto de la mano. Mientras se acercaba a un lado del coche, exigió saber qué había ocurrido.
El mando de los soldados de caballería locales, un sargento, desmontó y rápidamente lo siguió.
—Lo sentimos mucho, capitán sahib, no pudimos hacer nada.
Rafe fue el primero en llegar a la parte trasera del coche y se detuvo. El rostro palideció al contemplar la escena.
Del lo alcanzó, y vio los tres cuerpos, cuidadosamente colocados, pero sin poder ocultar la mutilación, la tortura, la agonía que había precedido a sus muertes.
Vagamente consciente de la presencia de Logan y de Gareth acercándose a sus espaldas, Del contempló el cuerpo de James MacFarlane.
Le llevó un momento asimilar el hecho de que a su lado yacían los cuerpos de su teniente y el cabo de la tropa.
Fue Rafe, el que había visto más evidencias de la acción de la Cobra Negra de lo soportable, el que se apartó soltando un brutal juramento.
—Déjame