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Lo mejor de Dostoyevski. Fiódor DostoyevskiЧитать онлайн книгу.

Lo mejor de Dostoyevski - Fiódor Dostoyevski


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está visto que no viene hoy dijo por último alzando la cabeza . Es tarde…

      Vendrá mañana dije con voz firme y confiada.

      Sí añadió ella alegrándose . Ahora veo que no vendrá hasta mañana. ¡Hasta la vista, pues, hasta mañana! Si llueve quizá no venga. Pero vendré pasado mañana, vendré pase lo que pase. Esté usted aquí sin falta. Quiero verle y le contaré todo.

      Seguidamente, cuando nos despedimos, me dio la mano y dijo mirándome serenamente a los ojos:

      En adelante estaremos siempre juntos, ¿verdad?

      ¡Oh, Nastenka, Nastenka, si supieras qué solo estoy ahora!

      Cuando dieron las nueve se me hizo intolerable quedarme en el cuarto. Me vestí y salí a pesar del mal tiempo. Fui al lugar de la cita y me senté en nuestro banco. Hasta entré en su callejuela, pero me dio vergüenza y giré sobre los talones, sin mirar sus ventanas y sin dar más que dos pasos hacia su casa. Llegué a la mía dominado por la tristeza más grande que he sentido en mi vida. ¡Qué tiempo tan crudo y sombrío! Si al menos fuera bueno, me hubiera estado paseando allí toda la noche…

      Bueno, hasta mañana. Mañana me lo contará todo.

      Pero no ha habido carta hoy. Aunque bien mirado, sin embargo, quizá había de ser así. Estarán ya juntos…

      Noche cuarta

      ¡Dios mío, cómo ha terminado todo esto! ¡Qué fin ha tenido!

      Llegué a las nueve. Ella ya estaba allí. La observé desde lejos. Estaba, como aquella primera vez, apoyada en la barandilla del muelle y no me oyó acercarme.

      ¡Nastenka! exclamé haciendo un esfuerzo por contener mi emoción.

      Ella al punto se volvió hacia mí.

      ¡Bueno dijo . de prisa!

      La miré perplejo.

      Pero, ¿donde está la carta? ¿Ha traído usted la carta? repitió asiéndose a la barandilla.

      No, no tengo carta dije al fin . ¿Pero es que él no ha venido?

      Ella se puso mortalmente pálida y me miró, inmóvil, largo rato. Yo había destruido su última esperanza.

      ¡Sea lo que Dios quiera! dijo al cabo con voz entrecortada . ¡Qué Dios le perdone si me abandona así!

      Bajó los ojos y luego quiso mirarme pero no pudo. Durante algunos minutos probó a dominar su emoción, pero de pronto me volvió la espalda, puso los codos en la barandilla del muelle y se deshizo en lágrimas.

      Basta, basta empecé a decir, pero, mirándola, no tuve fuerzas para continuar. Al fin y al cabo, ¿qué podía decir?

      ¡Pero qué inhumano y cruel es esto! empezó de nuevo . ¡Ni tan siquiera un renglón! Si al menos dijera que no me necesita, que no quiere nada conmigo… ¡Pero eso de no ponerme unas líneas en tres días seguidos! ¡Qué fácil le es agraviar a otros, ofender así a una pobre chica indefensa, cuya única culpa ha sido quererle! ¡Ay, lo que he sufrido estos tres días! ¡Dios mío, Dios mío! Cuando recuerdo que soy yo la que fue a verle por primera vez, que me humillé ante él, que lloré, que mendigué una migaja de amor siquiera… ¡Y después de eso…! ¡Oiga dijo volviéndose hacia mí, centelleantes sus ojos negros ; eso no puede ser, eso no puede ser así, eso no es natural! Uno de nosotros dos, usted o yo, se habrá equivocado. No habrá recibido la carta. Quizá ésta es la hora en que aún no sabe nada. ¿Cómo es posible? Juzgue usted mismo, dígame, por amor de Dios, explíqueme, porque yo no puedo entenderlo. ¿Cómo es posible portarse tan bárbara y groseramente como él se ha portado conmigo? ¡Ni siquiera una palabra! ¡Hasta a la persona más insignificante del mundo se la trata con más compasión! ¿Es posible que haya oído algo? ¿Es posible que alguien le haya dicho cosas de mí? gritó volviéndose, inquisitiva, hacia mí . ¿Qué piensa usted?

      Mire, Nastenka, mañana voy a verle de parte de usted.

      ¿Y qué?

      Le pregunto todo y le cuento todo.

      ¿Y qué? ¿ Y qué?

      Usted escribe una carta. No diga que no, Nastenka, no diga que no. Le obligaré a respetar el comportamiento de usted, se enterará de todo, y si…

      No, amigo mío, no interrumpió . Ya basta. No recibirá de mí una palabra, ni una sola palabra, ni una línea. Ya basta. Ya no le conozco, ya no le quiero, le olvidaré…

      No terminó la frase.

      Cálmese, cálmese. Siéntese aquí, Nastenka dije haciéndola sentarse en el banco.

      ¡Pero si estoy tranquila! Basta, así es la vida. Y estas lágrimas ya se secarán. ¿Es que cree usted que me voy a matar? ¿Que me voy a tirar al agua?

      Mi corazón rebosaba de emoción. Quise hablar, pero no pude.

      Diga prosiguió, cogiéndome de la mano , ¿usted no se portaría así, ¿verdad? ¿No abandonaría a quien hubiera venido a usted por su propia voluntad? ¿Usted no le echaria en cara, con burlas crueles, el tener un corazón débil y crédulo? ¿Usted la protegería? ¿Usted pensaría que era una muchacha sola, que no sabía mirar por sí misma ni cuidarse del amor que sentiría por usted… que ella no tenía la culpa …. que, en fin, no tenía la culpa de… que no había hecho nada malo? ¡Ay, Dios mío, Dios mío!

      ¡Nastenka! exclamé por fin sin poder dominar mi agitación . Nastenka, usted me está atormentando, usted me destroza el corazón, usted me mata. ¡Nastenka, no puedo callar! ¡Tengo que hablar, decir todo lo que me oprime aquí, en el corazón!

      Al decir esto me levanté del banco. Ella me cogió de la mano y me miró con asombro.

      ¿Qué le pasa? preguntó por fin.

      Escuche dije con decisión . Escúcheme, Nastenka. Todo lo que voy a decirle es absurdo, todo es quimérico y estúpido. Sé que nada de ello puede realizarse, pero no puedo seguir más tiempo callado. ¡En nombre de lo que usted sufre ahora, le ruego de antemano que me perdone!

      Pero, ¿esto qué es? preguntó cesando de llorar y mirándome con fijeza, mientras en sus ojos sorprendidos brillaba una extraña curiosidad . ¿Qué le pasa?

      Esto es quimérico, lo sé, pero la quiero a usted, Nastenka. Eso es lo que pasa. Ahora ya lo sabe usted todo agregué remachando lo dicho con el brazo . Ahora verá usted si puede hablar conmigo como hablaba hace un momento y si puede escuchar al cabo lo que voy a decirle..,

      Bueno, ¿y qué? me cortó Nastenka . ¿Qué hay de nuevo en eso? Ya sabía que me quería usted, aunque creía que me quería así, sencillamente, sin segunda intención… ¡Ay, Dios mío!

      Al principio, sí, sencillamente, pero ahora…, ahora soy exactamente como usted cuando fue a verle a él con el hatillo de ropa. Pero todavía peor, Nastenka porque entonces él no queria a nadie, mientras que ahora usted quiere a otro.

      ¿Qué dice usted? No le entiendo a usted en absoluto. Pero dígame, ¿con qué fin, es decir, no con qué fin, sino por qué se pone usted así tan de repente? ¡Cielo santo, estoy diciendo tonterías … ! Pero usted…

      Nastenka quedó desconcertada del todo. Se le encendieron las mejillas y bajó los ojos.

      ¿Qué hacer, Nastenka, qué hacer? Soy culpable, he abusado de… Pero no, ¡qué va! No, Nastenka. Conozco esto, lo siento, porque me dice el corazón que tengo razón y que de ninguna manera puedo agraviarla o injuriarla. Era amigo de usted y sigo siéndolo. No ha cambiado en nada. Mire cómo se me saltan las lágrimas, Nastenka. ¡Que se me salten, pues! No molestan a nadie. Ya se secarán…

      ¡Pero


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